La Flaquita: más allá de los asuntos del corazón

"Pasó de ser una doctora de amor solicitada clandestinamente, (...) a erguirse como uno de los seres sobrenaturales más populares..."

Un culto que trasciende fronteras y no sólo a través de las redes sociales. | Fotografía: Omar Ángel Chávez

Morelia, Mich.- Aunque parece relativamente nuevo o “propio” de nuestros días, el culto a la Santa Muerte se mantiene en la escena pública luego de su clandestinidad durante más de dos siglos, refiere el investigador Andrew Chesnut, en el prólogo del libro La Santa Muerte. Espacios, cultos y devociones, editado en el año 2016.

Tras destacar que se trata del “nuevo movimiento religioso que más crece en América, sobre todo en México, América Central y Estados Unidos”, el estudioso destaca como la figura ha trascendido de espacios reservados a los de la cultura popular: “camisetas, zapatos, tenis, programas de televisión, bandas de rock y de hip hop, todos han incorporado su imagen esquelética para la diversión y para la venta de productos.”

“La rápida expansión de un culto centrado en la devoción a la figura de un esqueleto humano nos plantea muchas preguntas relativas a por qué, cómo y cuándo sucedió su metamorfosis, pasó de ser una doctora de amor solicitada clandestinamente, sobre todo por mujeres con problemas románticos, a erguirse como uno de los seres sobrenaturales más populares de México y Centroamérica, que maneja todo tipo de petición más allá de los asuntos del corazón.”  

Sobre el papel de narcosanta que se le atribuye, el investigador en la Virginia Commonwealth University señala que es solo “uno de varios roles que asume esta santa multifacética (…) la Flaquita también maneja súplicas de prosperidad, salud, justicia y protección, además de las peticiones del corazón ya mencionadas.”


Chesnut destaca el papel de las redes sociales en la difusión del culto: “hoy en día hay centenares de páginas en Facebook dedicadas al culto de la Niña Blanca, incluso varias fundadas por estadounidenses que no hablan español y quizá nunca han visitado México.”

Alberto Hernández Hernández, investigador de El Colegio de la Frontera Norte y coordinador del libro citado, reitera la tesis de Chesnut de que el culto a la Santa Muerte se ha hecho visible en varias ciudades de los Estados Unidos de Norteamérica como Los Ángeles, Nueva York, “incluso en localidades menos conocidas como Richmond, Virginia o Mid City, Nueva Orleans”, con manifestaciones incluso en Argentina.

Citando a Claudio Lommitz, el investigador refiere que “el origen de la devoción es difuso, pero para él la muerte continúa siendo un símbolo de identidad nacional, y quizá sea uno de los motivos por los que podría ubicarse su popularidad y ascenso en el contexto mexicano.”

Hernández destaca como detonante del culto hasta nuestros días, más allá de las reminiscencias prehispánicas ligadas al culto a la muerte, un altar dedicado a la figura en el 2001 en Tepito, en pleno corazón de la Ciudad de México, montado por Enriqueta Romero, Doña Queta, de donde derivaría una devoción llevada a los penales por jóvenes presos originarios del llamado barrio bravo: “pronto corrió la fama de sus grandes poderes y milagros, surgieron otros altares callejeros en esa misma zona y también en otros barrios cercanos.”

Otros casos que cita Hernández es el del obispo Daniel Romo, quien creó el Santuario Nacional de la Santa Muerte, en el barrio de San Antonio Tomatlán. En Ecatepec, Estado de México, “el denominado Comandante Pantera o Padrino Endoque construyó un imponente santuario rodeado de pequeñas capillas y una escultura gigantesca de 22 metros de altura, trazando una línea imaginaria que buscaba proteger tanto a los transgresores de la ley como a los jóvenes y enamorados.”

La trascendencia de la imagen ha cobrado tanta importancia que, cita Hernández, “dentro del Censo de Población y Vivienda del año 2000 se incluyó un clasificador donde se buscó integrar a los devotos y seguidores de la Santa Muerte.”