Historias para no olvidar

Marcha por el Día Internacional de la Mujer en Morelia. | Agencia Comunicación Gráfica

Conozco muchas mujeres que me han dicho lo “chocante” que les resulta hablar de un día como el de la Mujer, recordando acontecimientos como la represión de las obreras en Nueva York, quienes sentaron las bases de la jornada laboral de 8 horas (junto a los líderes sacrificados en Chicago, por similares causas), o “traer a colación” que vivimos en una sociedad que no ha terminado de sacudirse formas patriarcales y misóginas (no exentas de violencia) de relación con sus pares femeninos.  Pero aún las más conservadoras, aceptan que, en algún momento de su vida, ellas también han sido “tocadas” por esas relaciones desiguales en que nos desenvolvemos hoy día.

       Allá en el Oriente Medio, a Mukhtar Mei, mujer campesina paquistaní, se le condenó a ser violada de manera tumultuaria, como castigo por la ofensa que su hermano infligió a una mujer del grupo mastoi, que practica la venganza pasando por la violencia contra las mujeres.  Esto, en el año 2002.  Otras mujeres, que han sufrido estos “castigos”, terminan suicidándose.  Mukhtar no lo hizo, sino al contrario, decidió vivir para dar a conocer el maltrato contra las mujeres en Paquistán, denunciándolo ante el mundo y afirmando que “si el opresor es un gigante, el oprimido debe ponerse de pie y enfrentarlo”.

       A la adolescente Malala Yousafzai, también nacida en Paquistán, un militante talibán le disparó a la cabeza cuando volvía de la escuela en el año 2012, por “romper la tradición que impide a las mujeres estudiar y sobresalir fuera del hogar”.  Malala sobrevivió al atentado y actualmente, radicada en Gran Bretaña, se ha convertido en una activista en favor de las mujeres de su país.

        No tan lejos, en nuestro territorio, en Teopisca, Chiapas, hace poco se dio a conocer la práctica (considerada costumbre) de vender a las hijas por muchos padres de familia de la zona indígena y autoridades.  Y se justifica que “sólo es un cobro por lo que ha costado la crianza de la mujer”.  Algunas de ellas, con apenas doce años de edad.  “Bocado”, le nombran a los víveres y dinero que reciben los padres de esas mujeres niñas por parte de quien las “pretende” y se documentan casos de cuando los padres no aceptan el “bocado”, el novio ofendido mata a la joven o a alguien de su familia.

       En México, a pesar de los discursos, la firma de convenios y leyes y la creación de espacios para la atención a la violencia en la familia, nuestro sistema político sigue funcionando en un autoritarismo excluyente, y todxs: hombres y mujeres, hemos sido sutilmente adoctrinadxs desde el nacimiento para justificarlo y reproducirlo, entendiendo, sin dudarlo, de que la mujer sirve para servir al hombre y que el hombre sirve para mantener (o dar valía) a la mujer y servirse de ella.

       En la vida diaria de las mujeres de ayer y de hoy, el peso de la tradición, de la subordinación cultural y de la represión educativa a nuestra libertad de expresión y a nuestra sexualidad, ha logrado que la falta de respeto a nuestros derechos humanos parezca una cosa natural.  Sin embargo, los derechos específicos de las mujeres tienen un reconocimiento nacional e internacional, gracias a que en nuestro pasado han existido movimientos de mujeres que se han atrevido a denunciar la “democracia masculina” como un sistema político injusto, porque donde se practica no permite a todos los seres humanos participar de ella.

       Aunque los derechos específicos de género ya son reconocidos a nivel mundial, algunos referentes nos pueden mostrar la realidad de las mujeres hoy día: primeramente, sabiendo que las mujeres somos más de la población a nivel mundial.

Medio millón de mujeres mueren anualmente, como consecuencia de enfermedades derivadas del embarazo y parto, las cuales se podrían prevenir.

  • Dos tercios de las personas analfabetas del mundo son mujeres.
  • De cada 100 pobres en el mundo, 70 son mujeres.
  • De cada 100 mujeres que mueren, cuatro son por cáncer cérvico-uterino.
  • Cada ocho minutos, a nivel mundial, se viola a una mujer.
  • Cada seis minutos, en el mundo, se golpea a una mujer.

       Algunas investigaciones a nivel nacional, que vinculan a Michoacán, revelaron que uno de los principales daños a la salud de la mujer, son los emocionales: tristeza, coraje, miedo, rencor… debidos, principalmente, a la violencia intrafamiliar, violencia sexual, violencia económica y, obviamente, la violencia derivada de los acontecimientos sociales.  Pero, sobre todo, las mujeres se sienten más vulnerables, al experimentar la desigualdad existente entre hombres y mujeres, demostrando que “el ser mujer es un riesgo para la propia salud”.

       En nuestra sociedad, desafortunadamente, aún existe una cultura discriminatoria de lo femenino, y con frecuencia los hombres (esposos, hijos, jefes y hasta compañeros de trabajo) abusan del poder que les da su fuerza, su autoridad, o su actitud prepotente y causa daños psicológicos, emocionales, patrimoniales o físicos a las mujeres y a todxs lxs menores que conviven con ellos.

       Cada 8 de marzo, declarado Día Internacional de la Mujer desde el año 1910, durante la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, celebrada en Copenhague, Dinamarca, recordamos que más que una celebración, es una manifestación internacional unificada, en honor al movimiento en pro de los derechos y la libertad de la mujer.  En el año 1952, la Organización de las Naciones Unidas instituyó el 8 de marzo como la fecha en que resulta necesario tener presentes todos esos acontecimientos que han logrado avanzar, en el terreno de los derechos de género, para construir nuevas relaciones, nuevas historias “para no olvidar”.

       Si deseamos intervenir decisivamente en la construcción de un nuevo mundo, más equitativo y humanizado, atrevámonos a romper definitivamente las cadenas de sumisión, subordinación y dependencia que todavía nos atan.  Y como diría un memorable escritor: “hay que leer (y conocer) historias que hieran el alma”.

       Con mi respeto y admiración para dos jóvenes amigas que se han atrevido a dar el “siguiente paso”.  Ése que les llevará por senderos de autoconocimiento, comprensión ¡y liberación!