La función de la culpa

La culpa está tan adentro que se coloca en quien se pueda para intentar deshacerse de ella. | Imagen: blog.cristianismeijusticia.net

Somos culpables desde antes de haber nacido. La culpa está tan adentro que se coloca en quien se pueda para intentar deshacerse de ella sin saber que permanece como núcleo del inconsciente para que todo siga igual.

Nos gusta que el otro sea el culpable para que yo pueda seguir engañándome con la fantasía de que todo va bien. Para anclar la repetición impidiendo la simbolización del goce, entonces: la culpa es apertura al goce de verlo todo destruido y una siniestra tendencia al silencio que permite que todo pase.

Si la palabra nos vincula, la culpa nos aísla para darle primacía al acto repetitivo y sintomático. Impedir la emergencia del sujeto ético. La culpa va contra la ética. Es una forma de dominación desde adentro porque no se analizan los orígenes del acto, sino que aparece el sentimiento inconfesable de no merecer la vida que siempre acompaña de modo secreto al sentimiento de culpa.

Lo que provoca al mismo tiempo destrucción de lo comunitario que es producto de la emergencia de la subjetividad y del deseo como reconocimiento de la otredad y la diferencia; mientras que, por el contrario, la culpa propicia la instauración de una masa de individuos aislados, sufrientes y gozosos que se destruyen entre sí pues domina el que menos escrúpulos tiene.

¿Cómo operar más allá de la culpa? ¿Cómo reconocerse incompleto sin que eso sea un defecto? ¿Cómo ser más allá de lo que me han dicho que soy?