Política electoral vs. política de Gobierno

El Zócalo capitalino durante informe de AMLO. (Foto: especial)

La vida es el único camino que se traza con el tiempo y no con la distancia, de tal manera que aun en una situación de estancamiento, la vida no queda en pausa. La posición de su andar está dispuesta en tres tiempos: el pasado, lo que fue; el presente, lo que es; y el futuro, lo que será.

Nuestro México está vivo, tiene un pasado revolucionario, un presente agitado y un porvenir indecifrable; la razón es que nuestro pasado lo usamos para justificar nuestro presente y ante un presente lleno de pretextos, el futuro acuña siempre el concepto de crisis constante. Es en la política que encontramos la base de la crisis pública, donde se formula la vigencia de una duda permanente y, como no va a ser así, si los colores que se tatuaron en algunos personajes hoy solo son maquillados con otros y otras siglas, en pocas palabras, nuestra política solo es viable de definirse en las personas que hacen uso de esa capacidad y si su identidad se ve revuelta entre intereses y realidades sociales discordantes, el resultado termina dando personajes confundidos y con ello una confusión bastante grave en la política.

La política electoral de una democracia que comenzaba a dar frutos en medida de la distancia que tomaba esta del poder gubernamental, ha venido decallendo porque no se lograron concebir límites en aquellos que estaban en pleno ejercicio de ser gobierno. La invitación que la primera hacía a todos los ciudadanos en su principio de “votar y ser votado” cada determinada temporalidad, instauró en los “políticos” de gobierno una mentalidad y una política de campaña permanente. ¿Y cómo se hace una campaña? La respuesta breve es: capitalizando resultados positivos de gobierno y estableciendo culpas a opositores, de tal manera que los gobiernos, aquellos que estaban definidos desde la responsabilidad de quienes los dirigían, eliminaron de tajo ese valor. Hoy no existe una política de gobierno porque los gobernantes en turno buscan generar simpatías electorales antes que resultados que den respuesta a diversas problemáticas sociales.

Una máxima social debe ser que los problemas son vigentes mientras la vida persista, y podemos verificarlo siempre en los niños, en los jóvenes, en los adultos y adultos mayores, los problemas siempre están ahí; usando la misma analogía, mientras nuestro país viva, los problemas estarán generándose en las entrañas de una sociedad tan diversa como la nuestra, creer que la respuesta final la tiene un partido en el ejercicio de su gobierno, es atrofiar nuestra mente y músculos.

Los gobiernos han dejado de ejercer su única responsabilidad, ahora son escaparates donde podemos ver la evolución de una campaña en proceso que se define en el individuo que ocupa dicho espacio. La política de gobierno toma decisiones difíciles, en ocasiones impopulares, con el propósito de garantizar el bien público y siempre aceptando las responsabilidades de esas decisiones; la política electoral toma decisiones populares, genera incentivos superficiales, gasta miles de pesos en imagen y no en concientización pública, pero sobre todo capitaliza resultados favorables en el escrutinio popular y culpa de las malas situaciones a otros, con el propósito de orientar un resultado favorable en el permanente: otro domingo de elección.

Eppur si muove