ECOS LATINOAMERICANOS: El México Post-AMLO

Ante un Zócalo lleno, López Obrador enumeró lo que llamó logros y avances de su gobierno en 2022. | Fotografía: Gobierno de México

El próximo domingo 2 de junio se realizarán las elecciones para renovar no solo al poder legislativo sino también la presidencia de la república. En este caso el electorado tendrá a disponibilidad tres opciones: Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez. Pero independientemente del que obtenga el triunfo en dicha fecha, el país estará entrando en la primera fase de la era post-AMLO.

Sea de agrado o no, López Obrador es una figura política que ha marcado un antes y un después no solo en la historia reciente del país, sino también en la propia historia de las ideologías políticas mexicanas y latinoamericanas en general. Polémico y centralizador de poder, el actual presidente de México dejará su cargo el mes de octubre de la presente anualidad, y con él se retirará también el modo tan característico de ejercer la política que caracterizó este sexenio.

Las mañaneras, que ponían los reflectores públicos de forma diaria sobre el ejecutivo y le permitían colocar en el centro de la discusión su agenda, probablemente desaparecerán, o por lo menos quedarán mucho más reducidas. No hay mucha posibilidad que Claudia, Xóchitl o Máynez opten por mantener una estrategia de comunicación de ese estilo, ninguno tiene la habilidad o el carisma de Obrador en este aspecto. Difícil saber cual será el medio principal para establecer la comunicación política de la próxima figura presidencial, pero muy poco probable que sea del estilo de la cobertura a la que estuvimos acostumbrados este sexenio.

En el aspecto de política exterior es probable que México altere fuertemente su posicionamiento. Desde luego con Xóchitl cambiaría de manera más notoria al ser más propensa a apoyar el alineamiento geopolítico con Estados Unidos, pero las victorias de Sheinbaum o Máynez no involucrarían tampoco un mantenimiento en el statu quo.

López Obrador fue partidario de la llamada Doctrina Estrada la cual suponía el reconocimiento a la autodeterminación de los pueblos, aunque en términos más prácticos, significaba actuar conforme a cierta conveniencia política y estratégica del régimen obradorista, particularmente respecto a mantener buenas relaciones con regímenes izquierdistas latinoamericanos dentro de lo posible. Fuera de ello las acciones de México, exceptuando quizá el caso boliviano en 2019 y el ecuatoriano en el presente año, fueron más simbólicas que prácticas. Esto último también hace sentido con la propia filosofía de Obrador al considerar que “la mejor política exterior es tener una buena política interior”.

Entonces, gane quién gane, es probable que la política internacional de México tenga un rumbo distinto, en el caso de Xóchitl es probable que se regrese a la época del llamado neoliberalismo mexicano, y si es con Sheinbaum o Máynez probablemente sea una visión más propensa al pragmatismo latinoamericano y mayor apertura con países tanto europeos como asiáticos.

Aun así, la nueva persona ocupante de palacio nacional tendrá el deber de afrontar lo que será uno de los mayores retos del sexenio por los siguiente cuatro años al menos, y eso es la muy probable reelección de Donald Trump. Encuestas apuntan a que aun con todos sus esfuerzos Biden no tiene tanta preferencia electoral como el polémico republicano que promovió una subversión contra el capitolio, entonces lo más probable es que el siguiente año el magnate estadounidense estará de vuelta en la casa blanca, a lo que México debe ir barajando una estrategia para lidiar con este polémico exmandatario sin sacrificar de forma relevante ni la economía ni la soberanía, lo cual forzosamente obligará a la nueva persona residente de palacio nacional a hacer varios cambios en política exterior.

Es también probable que a partir del 3 de junio los poderes de facto empiecen una aproximación con la persona ganadora y gradualmente comiencen a alejarse del político tabasqueño que actualmente nos gobierna. Esto también hará que el propio Obrador modifique los últimos meses su actuar político, aunque no de una forma sustancial, aun así, podrán entreverse las nuevas formas de ejercer política que depararán los siguientes seis años.

Los actuales proyectos de infraestructura, específicamente los trenes maya e interoceánico, así como la refinería Dos Bocas, y el AIFA probablemente permanecerán en funcionamiento. Es prácticamente un hecho que Sheinbaum continuará ampliando las funciones de estas obras; Máynez probablemente acepte también mantener en funciones dichas obras, aunque con algunas reservas; Xóchitl por su parte las usará solo si considera que es necesario para su proyecto, pero dado el avance de estas es probable que las utilice al menos en el corto plazo.

Sobre la visión económica del México post-AMLO es más complicado ver hacia donde se orientará la economía nacional. Podría suponerse que Xóchitl buscaría regresar a la ortodoxia neoliberal previa a Obrador, pero las circunstancias globales, así como el acecho de Trump a la casa blanca, mueven la situación hacia un panorama más nebuloso, aunque es un hecho que la candidata del PRI-PAN-PRD apostaría más por un régimen de libre comercio favoreciendo a sectores privados, especialmente los extranjeros.

Claudia y Máynez son un poco más difíciles de predecir en este aspecto. La candidata oficialista probablemente mantenga, al menos en el corto plazo, el neoliberalismo moderado con tintes sociales que ha caracterizado al actual mandatario, pero no hay pistas claras que permita saber con más certeza hacia donde inclinará la economía la hasta hace poco jefa de gobierno de CDMX; aunque su perfil es mucho más tecnocrático que político, y ha dado señales de colaboración con el empresariado, por lo tanto, no parece que en el corto plaza haya cambios muy abruptos con el modelo actual.

Entre tanto el candidato naranja le apuesta a mantener cierto grado de reformismo social, aunque sin demasiado elemento soberanista, más bien apostarle a un equilibrio entre favorecer las inversiones económicas y al mismo tiempo fomentar a través de diversas políticas el redistribucionismo social.

Aunque el tema más relevante de la era post-AMLO será sin lugar a duda el rol que tendrán los partidos políticos, en cuanto el tabasqueño abandone palacio nacional. Para empezar, la mera reconfiguración político-electoral-legislativa que tendrán los institutos políticos nacionales afectará directamente tal cuestión; vistas las encuestas MORENA será el partido más votado el próximo domingo, en tanto el PAN será el segundo, probablemente el PRI acabe en un muy bajo tercer lugar, y MC en cuarto pisándole los talones al PRI, en tanto PVEM, PT y PRD estarán en riesgo de no conservar el registro, especialmente para este ultimo partido que incluso en algunas encuestas no figura ni al 2% de intención de voto.

No obstante, los lugares de votación no lo son todo para entender la futura reconfiguración de las fuerzas políticas, habrá que ver como quedan en el porcentaje de votación para determinar las preferencias exactas y sobre todo para ver la habilidad de los dirigentes partidistas de mantener la lealtad y la disciplina de los legisladores surgidos a partir del próximo 2 de junio.

Ahora bien, a estos dos complejos factores hay que agregar el hecho de la salida de Obrador de la presidencia. Dicho evento sí o sí afectará la correlación actual entre la presidencia y específicamente MORENA, el PAN, y el PRI. En el caso del partido guinda es más evidente la situación, AMLO es el fundador y líder moral de este partido, frente a la falta de una estructura sólida, el cumulo de liderazgos políticos que se incorporaron a este partido se aglutinaron todos a la figura centralizadora y carismática del presidente, pero surge entonces la enorme duda ¿MORENA logrará mantener su unidad aun sin López Obrador en la presidencia de la república? E incluso si a si fuere ¿La lealtad de MORENA estará completamente volcada hacia Sheinbaum si esta resultase electa o acaso AMLO mantendrá la dirigencia de facto del partido más grande en la república?

Estas interrogantes solo se responderán en caso de que se dé el escenario de una victoria oficialista, que en realidad es el más probable. A su vez la correlación entre presidencia y PAN también sufrirá cambios fuertes, desde luego que, si el escenario anterior se consolida, el PAN actuará como un férreo opositor al régimen, pero hay que decir Claudia no es Obrador, no es alguien que le interese polemizar, o exponerse mediáticamente, sino más bien dirigirse en aspectos técnicos. Esto mismo forzaría a que el PAN tuviera que cambiar su estrategia en términos mediáticos.

Ahora en el caso del PRI, la situación es mucho más compleja. El partido tricolor es el partido de formación de Obrador, y aun con la actual rivalidad que hay con muchos de sus liderazgos tanto estos como el propio AMLO se entienden bien en lo que respecta a las costumbres políticas. Será compleja la relación con el que alguna vez fue el partido hegemónico del país, ahora que AMLO no esté, en el escenario de la victoria oficialista no esta claro si Sheinbaum podrá tener la capacidad de negociación con la dirigencia priista, o incluso el mero interés, a su vez lo mismo se señala en el sentido inverso ¿Tendrá el PRI el capital político suficiente para que Sheinbaum aun los considere una fuerza política seria en la que probablemente tendrán el peor resultado en toda su historia?

Ahora bien, el escenario de una hipotética pero menos probable victoria de Xóchitl incorpora todavía más elementos de incertidumbre a este conjunto de complejos elementos políticos, y aun más lo haría la victoria de Máynez. Sumando también el factor de si el político tabasqueño realmente ya no tendrá más intenciones de participar en la política nacional o, si, por el contrario, aun tendrá la voluntad de seguir influyendo. Visto todo ello lo único que puede saberse con certeza es que la salida de Obrador de la presidencia será un hueco complejo de llenar, al menos en los primeros momentos del nuevo sexenio.