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Medio ambiente. Datos de antaño y de ogaño

La selva, el planeta nos están hablando. Escuchemos y respetemos su palabra. (Imagen: especial)

Hace ya más de dos décadas, alguna prestigiosa revista (Desarrollo Sustentable, hoy extinta), en uno de sus artículos hacía mención de la indisoluble relación que la especie humana ha tenido con el entorno: “Seguramente, una de las conductas que identificaban a las culturas más antiguas de la humanidad, era el respeto hacia la naturaleza.  Durante siglos, las tribus primitivas le rendían culto a la tierra, al mar, la lluvia, los ríos, el bosque y los lagos.  La identificación del individuo con el entorno natural era parte de la cultura.  Sin embargo, a medida que la humanidad fue creando los instrumentos que le permitieron elevar sus niveles de vida, creció la noción de que el progreso sólo sería posible ‘venciendo’ a los elementos de la naturaleza, y que el desarrollo económico y la urbanización debían avanzar. Aún en detrimento de los recursos naturales…”.

       Después de décadas de industrialización, urbanización y depredación desmedida, hoy la humanidad se da cuenta del tremendo error que se ha cometido y se comete al atentar contra el medio ambiente y todos los recursos que le sustentan, permitiendo nuestra existencia como especie.  Y la perspectiva ha venido cambiando poco a poco, sobre todo luego de enormes catástrofes que señalan la necedad de quienes, con afanes ambiciosos, provocan la muerte de flora, fauna y vidas humanas, obligando a promover, desde los mismos gobiernos, una conciencia ambiental creciente y EMERGENTE.

       Este cambio de perspectiva se empezó a vislumbrar desde el año 1972, luego de que la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en el marco de la Conferencia sobre el Medio Humano, celebrada en Estocolmo, Suecia, y con miras a hacer más profunda la conciencia universal de proteger y mejorar el medio en que vivimos, emitió su resolución número 2994, misma que llevó al establecimiento de un programa especial para el tema de vital importancia, designando la fecha del 5 de JUNIO, como Día Mundial del Medio Ambiente.

       Veinte años después, en 1992, precisamente cuando los Pueblos Originarios de la tierra manifestaron su rechazo hacia los festejos del V Centenario del “descubrimiento” de nuestro Continente y protestaban contra la continua depredación, el despojo y el saqueo de sus recursos naturales, fue que la Asamblea General del organismo promotor convocó a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, ocasión en que los gobiernos se reunieron con el objeto de adoptar las decisiones necesarias para llevar a cabo los resolutivos de la Conferencia de Estocolmo y asumir el compromiso de alcanzar un equilibrio viable y equitativo entre el medio ambiente y el desarrollo, así como un futuro sostenible para la Tierra y los seres vivos que en ella habitamos.

       CUMBRE DE LA TIERRA se llamó a esta Conferencia que tantas expectativas suscitó, participando en ella alrededor de 100 jefes de Estado y miles de delegados, así como también miles de representantes de organizaciones sociales y civiles (indígenas y no indígenas) que abordaron los temas centrales de la Cumbre, proponiendo la articulación de los procesos de desarrollo con la conservación del Planeta.

       México participó en la reunión de Estocolmo y el entonces presidente, Luis Echeverría, sumó el medio ambiente a las tareas gubernamentales.  Los sexenios siguientes, presididos en cinco ocasiones por candidatos del PRI, dos del PAN y la actual administración, hicieron en su momento promesas de lograr el crecimiento, sin deteriorar la Naturaleza ni la calidad de vida de la población.  Y para obtener éxito en todo lo propuesto, se crearon instituciones encargadas de lograrlo lo mejor posible; se aprobaron leyes diversas y se firmaron acuerdos internacionales, como el Protocolo de Kyoto en 1997, fundamental para luchar contra el calentamiento global.

       “Sin embargo -escribe Iván Restrepo en conocido diario), ni la burocracia ambiental ni el Poder Legislativo han cumplido su tarea y, en ciertos casos, su trabajo ha significado un retroceso.  Agregando la descoordinación entre instituciones federales y los gobiernos estatales y municipales.  Dos ejemplos de retroceso extremo: el apoyo a una minería depredadora de recursos naturales y poblaciones, y el que hoy trae al país en crisis: pésima conservación, administración y distribución del Agua y, a la vez, su privatización en favor de grandes intereses económicos y políticos, siendo un dato clave: menos del 10 por ciento de los usuarios registrados en el padrón oficial, controlan casi el 80 por ciento del vital líquido”.

       El problema del Agua, sabemos, se padece desde la década de los años 50 del siglo pasado, cuando el anárquico proceso de urbanización en el país, extendió la mancha de asfalto sobre áreas verdes o agrícolas y en muchas ocasiones, con invasiones ilegales dirigidas por liderazgos locales del PRI, obviamente.  Y a los nuevos habitantes de estas unidades irregulares, que requerían del vital líquido, se les dio a cambio de votos, sin ningún estudio previo, iniciando así el enorme desbasto que vivimos, agudizado por las industrias aguacateras y de frutos rojos, en el caso de Michoacán.

      Lo que queda claro, transcurridos 52 años luego de aquella Primera Cumbre de la Tierra, es que existe el “racismo ambiental”, como lo han definido especialistas internacionales y que cada día crecen más los conflictos en la materia, porque los pobres que habitan los territorios más fértiles o considerados sagrados para sus culturas, sin poder político y económico, defienden los sitios que habitan, ante la permanente expansión de la industria que busca apropiarse de sus recursos naturales; de urbanizar zonas de alto riesgo, de crear consorcios comerciales o autopistas y aeropuertos, o depositar desechos en los territorios de pueblos indígenas o rurales.

       Y lo que nos resulta más que evidente, hablando del medio ambiente, es que la gente “pobre”, en cualquier punto del planeta, siempre defenderá la conservación de la Naturaleza porque la necesita para vivir (porque para el punto de vista de “urbanistas”, las grandes tiendas trasnacionales venden frutas y verduras pagadas a los productores a precios muy bajos).  

       Hoy cada vez más, la sociedad consciente se une a los reclamos surgidos de quienes, desde lo rural, defienden territorio, agua y bosque para la vida.  Y exigimos y trabajamos para lograr esas nuevas políticas públicas que incorporen criterios ambientales a los programas de gobierno: económicos, sociales, productivos… ponderando la educación y la justicia ambiental en un ámbito de respeto y equidad.  Hoy se nos presenta otra oportunidad.

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