Ser padre o como cambiar patrones sin referentes responsables

Afectividad, lo más difícil de mostrar, plantean en sondeo; su colaboración en pareja sigue bajo la idea de que es “en apoyo” a las mujeres.

| Fotografía: Bingngu93 | Pixabay

Morelia, Mich.- “Yo no tuve papá”, “sí tenía, pero nunca estuvo ahí conmigo”, son dos de las frases que más aparecen cuando se les pregunta a los hombres qué tipo de prácticas configuran una paternidad responsable hoy en día, según un sondeo realizado por Cambio de Michoacán en el marco del tercer domingo de junio, Día del Padre.

Es el caso, por ejemplo, de Adrián, empleado con 32 años de edad.

“Como papá, yo no conocí a mi padre, tampoco tuve abuelo, yo me crie con mis hermanos y mi madre”.

Sin referentes inmediatos, ha tenido que aprender a pedir ayuda, uno de los desafíos más grandes –según la literatura al respecto– para el prototipo de una masculinidad tradicional en México, que asocia esta conducta con la debilidad, y ésta, con la falta de virilidad.

“Trato de darles a mis hijos lo que yo no tuve. Cuando no sé qué hacer, les pido consejos a mis hermanos mayores que tienen a sus hijos. De los errores también se aprende”.

Una de las cosas que más trabajo le ha costado, dijo, es aprender a darles muestras de afecto a su hijo y su hija, según expuso en tono meditativo y pausado, con la garganta anudada.

“Ha sido una tarea un poco compleja, no tengo esta costumbre, ha sido difícil para mí. Ellos me han ayudado a sanar muchas heridas que yo tenía. Son lo más bonito que me ha pasado”.

Coincidió con él Aquilino, apicultor y dueño de un vivero a sus 59 años de edad.

“A mí me criaron a la antigüita. A mí nunca me dijeron “hijo”, “amor”, “cariño”. Me ha costado mucho trabajo decirles así a mis hijos, pero con el tiempo fui cambiando. Mis padres no tenían tiempo para eso, sólo para trabajar y sacar para lo básico. Nunca para un acercamiento, un abrazo, sólo trabajar y trabajar”.

Relató también que, antes de casarse, la que sería su esposa le preguntó quién iba a mandar en la casa, a lo que él habría respondido que “los dos”; hoy, ambos tienen trabajos remunerados, pero como él lleva a cabo el suyo en casa la mayor parte del tiempo, “apoya” en las labores domésticas.

“Yo lavo, tú tiendes, o a veces le digo ‘yo te apoyo en recoger la ropa’. Quedaron unos platos, ‘¿me los puedes lavar?’, y los lavo. Como el vivero lo tengo en casa, lavo, trapeo, a veces me llama y me dice ‘dejé la lavadora, ¿puedes checar si está centrifugando?’, ‘pues enséñame, y con gusto lo hago’”.

A veces, añadió, prepara el omelet para su hija, quien, a diferencia de la de José Manuel, servidor público en un centro de salud y 45 años de edad, no estaba allí para evaluar el sazón de su papá, cuando se le preguntó a él cuál es su especialidad en la cocina.

  • -Un sándwiche, siempre busco que esté, así, bien completo. Le pongo jamón…
  • -… ¡Y huevo!
  • -Sí, huevo, y ketcha, mayonesa, lo preparo para que quede bien completo.
  • -¡Muy rico!

A falta de una educación que le permitiera desarrollar habilidades básicas de crianza, como padre ha tenido que aprender a cambiar pañales, preparar biberones, peinarle unas trenzas a su hija o bañarla, confesiones que acreditó su esposa con una sonrisa, algo que, no obstante, no saben hacer muchos hombres “donadores de esperma”, expresión coloquialmente utilizada para referir a aquellos que no se hacen responsables de sus hijos.

Ante el reconocimiento de su falta de habilidades para una crianza responsable, Armando, profesor de historia y 38 años de edad, decidió buscar círculos de hombres que le permitieran cuestionar la masculinidad inherente a la manera en que ejerce su paternidad, una sombra sobre su flor-hija, según su analogía.

“A veces creo que la masculinidad, la paternidad, es como esa sombra que se interpone y no le permite a una flor recibir el sol, recibir la lluvia, los nutrientes que necesita para crecer. A veces creo que aprender a cuidar es aprender a no tapar para no hacer daño, para permitir que las flores crezcan de manera autónoma”.

Sin embargo, movido, en parte, por el deseo de no hacer lo mismo que lo que hicieron sus padres con él, y en parte, por los cuestionamientos de su contexto inmediato, como la voz de su pareja o de su propia hija, en su hogar buscan la distribución equitativa de las labores, no sin conflicto de vez en cuando.

No lo relató de forma jactanciosa, como sí otros que se autoproclaman “deconstruidos”, sino, incluso, con la frustración de que no es suficiente, de que es apenas “lo mínimo” que tendría que hacer una persona responsable de un menor, hombre o mujer.

Según la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT) de 2019, los hombres dedican en promedio 9.8 horas más que las mujeres al trabajo en el mercado laboral, mientras que ellas dedican 24.5 más que ellos al de los hogares, no remunerado.