DEBATAMOS MICHOACÁN: Masculinidad: potencia y violencia

La masculinidad es una construcción eminentemente cultural performativa que se materializa en condiciones diferenciadas de clase, edad, raza, etnicidad, que se interrelacionan entre sí. (Imagen: especial)

Los estudios de género se dividen en tres: estudios de género de mujeres; estudios de género de hombres y sus masculinidades; así como los estudios de género y la diversidad sexual. Durante muchos años trabajé el tema de la diversidad sexual; de muchos es conocido que fui el primero que pico piedra ante la cerrazón de las autoridades, de abrir cambios a las heteronormas y de diseñar política pública y crear los espacios de la instrumentación de ésta, y que a la vuelta de varias décadas, son normas, leyes, e instituciones a favor de la diversidad social, cultural y sexual.

Durante los primeros años de este siglo XXI, nos dimos a la tarea de trabajar en procesos formativos e informativos principalmente para los hombres que tenían sexo con otros hombres, o bien para quienes habían aceptado vivir con una orientación sexual diferente a la heterosexual. A partir de iniciar mi formación en el doctorado de Género y Derecho, entendí la importancia de conocer e interpretar la masculinidad de los hombres e investigar sobre la violencia, o bien, como dice Rita Segato avanzar en la revisión de aquellos hombres cuyo mandato de masculinidad les plantea asumir sabiduría, poder, autoridad, jactancia y desde luego la violencia, que es vinculada con la potencia que tenemos los hombres, bélica, sexual, económica, social, política, entre otras.
La violencia se encuentra presente entre los hombres, es parte de su mandato; en su mayoría, diría yo que sí; los hombres heterosexuales que me ha tocado entrevistar expresan que es importante demostrar su virilidad, hacerlo les da poder, hacen dominación, en algunos casos subordinación, ello, les permite generar o proyectar respeto, a partir de demostrar sus potencias. Las potencias masculinas son entre otras la sexual, la bélica, la fuerza física, la potencia económica, intelectual, moral, y también la posición política. Pensar que solo se subordina a la mujer no es así, hay que comprender que la violencia también se dirige a otros cuerpos, como los del hombre que son afeminados, o sexualmente con una orientación sexual diferente a la hegemónica, a quienes se les domina.

Los hombres, masculinidades y violencia, tienen una conexión con los feminicidios, en este sentido Rita Segato explica sobre la violencia que existe, y precisa que la primera víctima de la violencia somos los hombres, es decir, los hombres son quienes más muertes tempranas tienen, frete a la mujer;  pero eso los hombres no lo saben, porque no  lograr verse como víctimas, las víctimas son las mujeres que sufren, ellos, no pueden, no deben sufrir porque sería su muerte viril, es decir, sentirse débil es violentar el mandato de la masculinidad.

Veo a muchos hombres que no se atienden medicamente, por enfermedades crónico degenerativas o infecto contagiosas, en ocasiones les he preguntado si después de los cuarenta años se han hecho alguna prueba de la próstata, me dicen que no, porque tienen miedo a volverse “jotos”, porque les vaya a gustar el dedo del doctor. En fin, estigmas y prejuicios que ponen en riesgo su vida, principalmente por la salud, y por demostrar que se es hombre de verdad.

Tener miedo, expresa debilidad, y ello significa muerte viril; el mandato de masculinidad obliga a demostrar la hombría, la virilidad, no hacerlo te genera ser señalado y dominado. La masculinidad (sabiduría, poder, autoridad, jactancia y violencia, es acompañada de las potencias) y el paquete de potencias (sexuales, bélicas, económicas, sociales, culturales y políticas) que les permite a los hombres viriles presentarse en la sociedad con esos atributos, pero cuando se carecen de las condiciones para tenerlos y expresarlos  esto lleva a la desesperación de los hombres, que son victimizados por ese mandato al no tener poder y autoridad por falta de recursos, lo que los obliga a no poder ser y por ende a no poder tener.

En este sentido, Sayak Valencia en Capitalismo Gore nos expresa que aquellas masculinidades que no logran ser y por ende no tener, se articular al crimen organizado para cumplir con el mandato de masculinidad.

Lo que hoy estamos viviendo es que muchos hombres y sus masculinidades que no tienen acceso al trabajo o solo a un trabajo precario, o a una economía informal que no ayuda al proyecto de familia, genera vivir en una precariedad de existir, y cuando esta precariedad de existir se percibe se lleva a la violencia, me han expresado que no tener dinero para amanecer al otro día genera esa precariedad de existir, y se actúa en contra de los más débiles, en este caso contra la mujer y los hijos, incluso contra otros hombres.

Existen otras violencias de género que se dan entre los hombres, hombres con mandatos de masculinidad y esto lo podemos observar en las canchas de futbol, como la que recientemente hubo en Querétaro, en donde una porra somete, controla y disciplina los cuerpos de la otra porra por medio del mandato de violencia, cuando vemos esas expresiones de violencia que llegaron a las lesiones de tercer grado, donde pusieron en riesgo la vida de quienes fueron golpeados, nos podemos dar cuenta del mal que vive la población en México.

Siguiendo las reflexiones de Rita Segato, nos hace pensar sobre la importancia de conocer a la víctima del mandato de masculinidad, la mujer y yo agregaría aquellos cuerpos de hombres feminizados, trans, pero ese es tema de otras reflexiones; es decir, saber cómo piensa, cómo reacciona en su intimidad, pero también cuando esa intimidad se hace pública. Las mujeres deben de mostrar lo que son en la calle, deben demostrar que son un sujeto moral, cada vez que salen a la calle deben cubrir el mandato frente a la mirada del otro y desde luego que lo tienen que hacer manteniendo la seriedad, el comportamiento, la disciplina, el control en su cuerpo, la disciplina frente a la mira del otro que es el hombre, y desde luego otras mujeres que estarán ahí para formar e informar de lo que está bien hacer en la calle o no. Recientemente estuve en la costa sierra de Michoacán y Guerrero, el comportamiento de las mujeres no será igual en Lázaro Cárdenas, que en Aquila o en Chinicuila o en Arteaga o Tumbiscatio, hay un conjunto de elementos que permiten identificar ese comportamiento en la calle, tranquilo, respetuoso en su generalidad, acompañadas de otras mujeres, o bien de sus hijos, incluso de los novios o parejas, cambia la forma de vestir, más abierta en la costa por razones obvias que en la sierra. En su conjunto una posición moral, de la cual el hombre estará cuidando, al ser la otredad.

En algunas ocasiones llego a preguntar a las mujeres que tanto tiempo tardaron en arreglarse, en seleccionar la ropa, en ocasiones el maquillaje, los accesorios (bolsas, zapatos, maños, brazaletes, mascadas, collares, prendedores) y me expresan que cuando se es soltera mucho tiempo, en tanto que cuando se es casada es rápido porque primero son los hijos, el marido; pero en la realidad las mujeres se piensan, despiensan y repiensan que se pondrán porque ajustan sus dinámicas a proceso de atuendo, comportamiento y disciplina para salir a la calle como sujetos morales, que deben de cuidar frente a la otredad desde: su familia, el marido, el otro que es hombres y que cuida, vigila de esa moralidad.

Por qué tardar tanto en decidir, es su mirada frente al espejo, y ellas son las primeras en determinar que sí pueden utilizar y que no, porque finalmente saldrán a la calle y tendrán la sanción moral del otro, el hombre que las atacara verbalmente, que las humillara, que las disciplinará por la mirada, en ocasiones que las tocará, las violará o bien cometerá actos de feminicidio. De esta manera el hombre realiza esta sanción moral, para ser observado como un sujeto potente, no un sujeto moral, al hacerlo, hace la diferencia, legitima el androcentrismo y genera las condiciones para el control, sometimientos y disciplinamiento del cuerpo de la mujer, ya dentro del espacio privado, o bien, en el espacio público. Así la mujer está consciente de todo lo que le rodea y sabe que hay que cuidar, como las mamás que expresan permanentemente como hay que conducirse en la realidad, aunque estas disciplinas, reglas y hábitos se encuentran cambiando derivado del modelo socio-económico que vivimos y del hedonismo, narcisismo en que las personas se manejan en búsqueda del éxito, el lujo, el placer como expresa Lipovetzky y Bauman.
De esta manera, se comprende que la calle, el espacio público, es entrar en el espacio del otro sobre su cuerpo, las mujeres se saben acosadas en la calle desde la mira del otro, el lenguaje lascivo que utilizan a través de los piropos decadentes, insultantes, nefastos, que hieren la dignidad de la persona.

A las mujeres se les oprime permanentemente en la calle, pero lo que antes fue un control moralizador o se ha convertido en un proceso de violencia feminicida, es decir, la violencia escalo al arrebatar la vida de las mujeres, por ello, fundamental impulsar mecanismos para revisar, precisan las teóricas, lo cotidiano, por lo que se requiere de un diálogo con los integrantes de la sociedad, en todos los espacios públicos, pero igualmente dentro de la familia, la escuela, la iglesia, los deportes, acompañado de diseño de política pública, y la instrumentación de los marcos normativos y las estructuras operativas.