DEBATAMOS MICHOACÁN: vida y no antropocentrismo

Lo primero que tendríamos que advertir es que pasamos de una economía de mercado, a una sociedad de mercado, o como dice Guille Lipovetzky a una sociedad de hiperconsumo, que nos hace hedonistas, narcisistas, individualistas, en búsqueda de éxito y lujo, contradicción con nuestros valores comunales. Z. Bauman nos ataja expresando que vivimos una modernidad liquida, el amor, el miedo, todo es inestable y su búsqueda es inmediata.

En la sociedad de consumo, todo absolutamente todo se vende, incluido el cuerpo humano, sus órganos, su fuerza, su sexualidad, el cuerpo para cargar sustancias tóxicas, entre otros.

Esta manera de consumir, nos ha llevado a mantener una distancia muy cercana con la naturaleza para utilizarla, para someterla, el concepto utilitarista se evidencia cuando lo que pretendemos es sacar provecho, nunca coadyuvar a su restablecimiento; finalmente todos pensamos que la naturaleza al no ser de nadie es del hombre, y la podemos utilizar como un pañuelo desechable, claro con los desastrosos impactos que observamos.  

La madre Tierra, nos da la lección de no continuar sometiéndola y nos regala las pandemias de la gripe aviar, porcina, el  Covid-19, el zika, dengue, VIH/Sida,  que son planetarias, y que nos advierten que el armamento nuclear son juguetes frente a la furia que puede generar en la humanidad con virus y bacterias.

El Covid-19 nos deja una lección, el coronavirus es democrático, se contagian ricos y pobres, mueren más pobres que ricos, pero también mueren. Y no solamente eso, da una lección a todos por igual, de qué sirve la riqueza, los nuevos mecanismos de acumulación de capital, el individualismo, el consumismo, si solo ha servido para evitar una justa distribución de la riqueza y ha profundizado en la desigualdad social, en atentar contra la naturaleza en punto a poner en riesgo el futuro de la vida y de la tierra. Y yo les pregunto, y me pregunto claro, ¿qué es mejor: salvar las vidas o salvar la economía?, es la misma pregunta que hago, puedes tener mil luchas, pero si no se tiene claro que la primera lucha es por la vida, el tiempo no será suficiente para lograr ver aquellas luchas por las que promueves acciones.

Es difícil tomar una decisión, tal vez desde la economía seguramente será el atender lo económico y luego la vida, y lo dirán, porque no es fácil impulsar ambas cosas, generar riqueza y evitar los procesos de devastación y destrucción que genera el desarrollo a través del trabajo de miles de trabajadores en el mundo. Gracias a que aún existen condiciones colectivas como en los pueblos y comunidades originarias sobres su espiritualidad, la comunalidad, la participación en asamblea, el trabajo colectivo en faenas o el tequio es que seguimos en esta oportunidad de vida.

Leonardo Boff nos señala cuando menos cinco posibilidades para enfrentar al post-Covid-19, algunas viables y otras no, entre ellas, volver al sistema capitalista Neoliberal pero ahora extremadamente radical, utilizando la inteligencia artificial para controlar a cada persona del planeta, desde su vida íntima a la privada y la pública. La segunda alternativa seria el capitalismo verde, que ha sacado lecciones del coronavirus y ha incorporado el hecho ecológico: reforestar lo devastado, conservar la naturaleza existente al máximo. Pero no cambiaría el modo de producción ni la búsqueda de beneficio.

“Lo verde no discute la desigualdad social perversa y haría de todos los bienes naturales una ocasión de ganancia. Boff nos muestra un ejemplo: no sólo ganar con la miel de abejas, sino también con su capacidad de polinizar otras plantas. La relación con la naturaleza y la Tierra es utilitaria y no se le reconocen derechos, como declara la ONU, ni su valor intrínseco, independiente del ser humano. Sigue todavía antropocéntrico”.

El comunismo de tercera generación como una tercera alternativa, hacer que los bienes y servicios que genera el planeta se encuentren bajo una “administración colectiva y central”, pero ello supone una nueva conciencia y no dar necesariamente centralidad a la vida, sino al antropocentrismo, por lo que seguiría siendo un modelo controlador y depredador, también obviamente represor.

Otra de las posibilidades seria el eco-socialismo. “Supone un contrato social global con un centro plural de gobierno para resolver los problemas globales de la humanidad. Los bienes y servicios naturales limitados y muchos no renovables se distribuirían equitativamente entre todos, con un consumo decente y sobrio que incluiría también a toda la comunidad de la vida, que también necesita medios de vida y de reproducción”.

Esta alternativa estaría dentro de las posibilidades humanas, a condición de desarrollar una sólida conciencia ecológica, volverse un dato de toda la sociedad con responsabilidad por la Tierra y la naturaleza.

A mi juicio es todavía sociocéntrico. Le falta incorporar la nueva cosmología y los datos de las ciencias de la vida, de la complejidad, viendo a la Tierra como un momento del gran proceso cosmogénico, biogénico y antropogénico: Tierra como Gaia, un superorganismo que se autorregula, se autoproduce (autopoegesis) y garantiza la vida de todos los vivientes.

La quinta alternativa el buen vivir y convivir, ensayada durante siglos por los pueblos andinos, ya incluida constitucionalmente en Bolivia y Ecuador. Es profundamente ecológica, porque considera a todos los seres como portadores de derechos. El eje articulador es la armonía que comienza con la familia, con la comunidad, con la naturaleza, con todo el universo, con los antepasados y con la Divinidad. Esta alternativa tiene un alto grado de utopía pero quizás la humanidad, cuando se descubra a sí misma como una especie viviendo en una única “casa común”, sea capaz de lograr el buen vivir y convivir.

Está claro que la vida, la salud y los medios de vida están en el centro de todo, no el beneficio y el desarrollo (in)sostenible. Se exigirá más Estado con más seguridad sanitaria para todos, un Estado que satisfaga las demandas colectivas y promueva un desarrollo que obedezca a los límites y al alcance de la naturaleza.

Como el problema del coronavirus es global se hace necesario un contrato social global, con un cuerpo plural de dirección y coordinación, para implementar una solución global.

La consigna es salvemos a la naturaleza y a la Tierra  y no seamos comparsa de la procesión de los que se dirigen al abismo sin regreso.