Defender la vida

A pesar de un legado de más de 500 años (528, para ser exacta) de abusos, durante estos siglos los pueblos indígenas del continente americano han seguido luchando para preservar su cultura, su identidad y frecuentemente, sus vidas.  En las últimas dos décadas, hemos presenciado un resurgir de las organizaciones indígenas y grupos de toda la región han venido trabajando en el plano comunitario, nacional, regional e internacional, para garantizar la protección de sus derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales y llamar la atención pública internacional sobre sus demandas.

El Grupo de Trabajo de las Naciones Unidas sobre Poblaciones Indígenas ha estado reuniéndose cada año desde 1982 para examinar la evolución de los asuntos que afectan a los derechos de los pueblos indígenas, así como para elaborar normas relativas a los derechos de estos pueblos, que, como en el caso de México, han tenido que enfrentar al mismo gobierno (1992-1994) para hacer visibles demandas de reconocimiento y respeto a sus derechos humanos, territoriales y culturales.

Actualmente, la creciente conciencia internacional sobre temas ecológicos y medioambientales, ha encontrado coincidencia, en la mayoría de los casos, con las convicciones y prácticas tradicionales de los pueblos indígenas relativas a la protección del medio ambiente, y esto ha venido a fortalecer el trabajo de algunas organizaciones indígenas, encontrando nuevos aliados en el plano nacional e internacional.  Es por esta razón que los abusos de los que son objeto líderes y comunidades indígenas y sus esfuerzos para proteger su vida, su cultura, su tierra y sus recursos, se encuentren a la vista de la comunidad internacional.

En México, los pueblos indígenas hoy todavía enfrentan condiciones de pobreza, marginación, racismo, discriminación, falta de servicios y violencia de género… y a pesar de ello, se resisten a desaparecer y con su trabajo contribuyen al desarrollo de la sociedad.  Indudablemente.  Además, favorecen la riqueza natural con sus prácticas, conocimientos y saberes sobre el cuidado y respeto de la naturaleza, los territorios y el medio ambiente; contribuyendo, con su trabajo cotidiano, rudo y modesto, a mitigar los efectos del calentamiento global.  Sin embargo, constituyen 15 por ciento de los pobres del mundo.  Siete de cada 10 indígenas, se encuentra en situación de pobreza.

Datos del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (UNAM), dan cuenta de la contribución que los pueblos y comunidades indígenas proporcionan para la conservación de ecosistemas, llegando a defender con la propia vida, los recursos que para ellos son necesarios para la elemental sobrevivencia.  “Los defensores ambientales -dice un texto del Instituto- son individuos que velan por el derecho a un ambiente adecuado; generalmente encabezan o forman parte de una acción colectiva.  En los últimos dos decenios, ha aumentado el número de defensores ambientales agredidos en todo el mundo, particularmente en países ricos en biodiversidad (México, Brasil, Perú, China, Filipinas y Honduras).”

Nos damos cuenta de que el conflicto con mayor número de agredidos en nuestro país, es el forestal; después están los proyectos hídricos, minería, parques eólicos, turísticos, desarrollos urbanos, vías de comunicación y confinación de residuos (basureros).  Los estados con mayor número de casos de agresiones en México son: Oaxaca, Estado de México, Guerrero y Chihuahua.  En menor medida: Jalisco, Michoacán y Chiapas.

En nota reciente del Sociólogo Raúl Romero, aparecida en diario de circulación nacional, menciona la poca atención a la salud que reciben, por parte del Estado, los pueblos indígenas, que con la pandemia por la que estamos atravesando se ha visibilizado, para asombro de muchos: en territorios indígenas no hay hospitales, clínicas o un modelo intercultural que atienda la emergencia.

“La pandemia por coronavirus -escribe Raúl Romero-, llegó a los pueblos en resistencia en un momento de guerra por varios frentes: económico, militar, político y mediático.  A la lucha contra los megaproyectos, a la resistencia contra las violencias estatales, paramilitares y del crimen organizado, a la ofensiva mediática y al discurso oficialista que les coloca como enemigos; tienen que sumar la organización para sobrevivir al coronavirus”.

“Basta con revisar la página oficial del Congreso Nacional Indígena (CNI) para comprobar que durante la pandemia no cesaron los ataques contra los pueblos.  Sólo entre marzo y lo que va de agosto, hay más de 40 denuncias que van desde amenazas, detenciones, despojos, torturas, secuestros y masacres…”.

Sin embargo, el autor nos habla acerca de cómo en varias de esas comunidades de por siempre agredidas, han tomado en sus manos un modelo de salud “desde abajo y desde adentro de las propias comunidades”.  Un modelo que tiene fuerte énfasis en lo preventivo y en la alimentación, aplicado con el trabajo de hombres y mujeres como promotores de salud.  Ya sea recuperando saberes de la medicina tradicional o combinando ésta con la medicina moderna, pero partiendo siempre de ver a la salud como un proceso comunitario e integral, donde lo físico, lo mental y lo emocional forman un conjunto y donde la salud personal y comunitaria, el territorio y la naturaleza están íntimamente relacionados.

El sociólogo Raúl Romero también habla de lo que el Congreso Nacional Indígena promovió entre pueblos y organizaciones: mediante programas de radio (en lengua materna, por lo general) se compartieron experiencias de lo que significa defender la vida en tiempos de pandemia: la creación de estrategias propias, como el “quédate en tu comunidad”, resulta relevante.  Y por cierto, es lo que hicieron varias comunidades indígenas de la región p’urhépecha.

Especial atención merece la reflexión a que nos invitan pueblos y comunidades indígenas respecto de las personas adultas mayores: “mientras el sistema oficial puso a los ancianos como los y las desechables, en la comunidad nos lanzamos a su resguardo, a cuidarles”, porque “en ellos y ellas habita la memoria de cómo sus antepasados vivieron y sobrevivieron otras calamidades”.

Defender, la tierra, el agua, los bosques… en tiempos de pandemia, sin duda es defender la vida misma… reconozcamos a los pueblos y comunidades que lo hacen.