REPERCUSIONES: Expresidentes de la República

De los diez últimos expresidentes de la República mexicana, desde mi punto de vista resaltan por sus fechorías, indiferencia  y malicia Carlos Salinas de Gortari; por apatía o desinterés tal vez lo sea Ernesto Zedillo Ponce de León y,  por sus babosadas  o estupideces, indudablemente que quien se  lleva la medalla de oro  lo es Enrique  Peña Nieto.

Gustavo Díaz Ordaz  (1964 – 1970)  resaltó por su mano dura, pues fue el autor de la matanza de varios estudiantes en el año de 1968, sexenio  que no se olvidara nunca por la mano de hierro que tenía Gustavo Díaz.

Siguió a este asesino, originario de San Andrés Chalchicomula, Luis Echeverría Álvarez quien tomó posesión del Palacio Nacional el primero de diciembre de 1970, presidente a  quien tuve la idiotez de recordarle lo que le había sucedido en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, siendo yo súper intendente de de una turbina generadora de energía, trabajador de la Comisión Federal de Electricidad, en Salamanca, Guanajuato y encargado de la operación y mantenimiento de una pequeña planta Generadora de Electricidad (Turbogas), que el presidente visitaba para conocer los avances de la  termoeléctrica y de paso, ver la operación de la Turbina de Gas.  

Ya en camino para salir de la central de energía de Salamanca lo intercepté solamente para reclamarle lo que había sucedido un día antes en la Universidad Michoacana de San Nicolás.  La camioneta (de color blanco)  se detuvo y el abrió la puerta de la camioneta y puso  un pie en el piso. El presidente Luis Echeverría me escuchó con atención y al término de mi reclamo, solamente me preguntó mi nombre, de dónde era y que hacía en la Termoeléctrica. Le di mis datos y al despedirse lo hizo fraternalmente, al menos así lo sentí.

Siendo presidente municipal de Morelia, el gobernador del Estado me hizo una cordial invitación para asistir a una reunión en Palacio de Gobierno con Carlos Salinas de Gortari. Le respondí  mi agradecimiento por la invitación pero le indiqué que no asistiría para evitar tener un contratiempo con Carlos Salinas. Le indiqué al gobernador que era mejor que yo no estuviera, porque de asistir y me cuestionara el Presidente, conociéndome, probablemente le contestaría inadecuadamente.

Situado yo a la izquierda del presidente,  dio lectura a una serie de obras que se realizarían en Morelia y al término de la lectura, me preguntó si estaba satisfecho. Le agradecí su atención, pero le indiqué que Morelia no necesitaba esa ayuda, puesto que había otras necesidades mucho más urgentes.  

¡Como si mi respuesta fuera  positiva, tomo asiento!

En esa ocasión, el gobernador, me invitó cordialmente que asistiera a la comida ofrecida al primer mandatario del país. Su amable invitación  me obligó prácticamente a asistir.

Ya durante la comida, quien fuese funcionario importante en el Gobierno del Estado, le preguntó a Salinas de Gortari qué haría a quienes (en otras palabras) no atendieran las órdenes del mismo.

Su respuesta fue sencilla y contundente mirándome de frente y asiendo con la mano como si fuera pistola, me señaló e indicó:

 -¡El que no entienda, pum, pum, pum…!

¡Así se las gastaba Carlos Salinas de Gortari quien desde niño, junto con su hermano, habían matado a una niña con un disparo de un rifle.