Por dignidad

¿Qué ganamos si vamos a la Consulta Ciudadana? (Foto: especial)

El título de esta columna, en realidad, debería ir entrecomillado, porque se trata de una breve frase a la que recurría con frecuencia un estimado amigo salvadoreño, artista plástico, militante antidictatorial y refugiado en México, al que conocí a finales de los años ochenta aquí en Pátzcuaro, lugar que tuvo como residencia un breve tiempo.

      Cuando nos conocimos y supo de mi participación en la ciudad de Morelia (en donde radiqué cerca de un lustro) en el denominado Frente de Solidaridad con los Pueblos en Lucha, en el que participaban académicos y estudiantes de la Universidad Michoacana, así como grupos de intelectuales, grupos sociales de Colonias Populares, algunos sindicatos democráticos y, obviamente, organizaciones como la Unión de Comuneros “Emiliano Zapata”, también pudo darse cuenta de que algo tan elemental como el accionar ciudadano, se encontraba casi ausente en esta ciudad lacustre.

       Así, cuando conoció el espacio de opinión que acepté en un semanario local, por invitación de la señora Carolina Escudero y que yo, muchas veces lo dedicaba a informar de los acontecimientos en países como Guatemala, Nicaragua y El Salvador, me señaló que para él, esas letras y esos reductos representaban “columnas de dignidad”… cosa que entonces me alentó y al traerlo a mi memoria, continúa haciéndolo, “a la distancia”, hoy que se encuentra de regreso en su país y encargándose, con el entusiasmo y compromiso que le conocí, de un puesto en el Ministerio de Cultura.

       Pero bien, ahora que recurro a la frase –propia y adecuada a la personalidad de este personaje-, vuelve a darme el aliento necesario para, de manera sencilla y contundente, respaldar mi respuesta cuando se me pregunta si participaré en la Consulta Ciudadana del próximo domingo primero de agosto: por supuesto que participaré… ¡por dignidad! Y por las consideraciones que a continuación enumero.

       Por ser un mecanismo de participación ciudadana que sirve para ejercer el derecho constitucional para votar y participar en temas de trascendencia nacional.

       Por ser la primera vez que, recurriendo al Artículo 35 de la Constitución, se promueve la participación en las decisiones políticas de nuestro país y

       Porque ningún presidente hasta ahora había permitido que la ciudadanía se involucre en temas que nos afectan –para bien o para mal- a toda la ciudadanía.

       ¿Qué ganamos si vamos a la Consulta Ciudadana?   Primero que nada, dejar precedente de que, por primera vez, de manera nacional, se toma en cuenta al pueblo en las decisiones de trascendencia nacional (“todo poder emana del pueblo”).  Se pretende combatir fuertemente, conforme a nuestras mismas leyes, la corrupción y la impunidad.  Se castiga, conforme a jurisprudencia, a los culpables y se recupera lo robado.  Tenemos oportunidad de consolidar la Cuarta Transformación y ganamos mayor democracia en el país.  También ganamos respeto de la comunidad internacional.  Recuperamos DIGNIDAD.

      ¿Y qué perdemos?  Ante todo, una oportunidad excepcional en la historia de nuestro maltratado país.  Obviamente, perderíamos dignidad ciudadana; la oportunidad de dar un paso fuerte en contra de la corrupción y la impunidad.  Perderíamos el camino para el desarrollo social, político y económico, así como la oportunidad única de ejercer el verdadero poder del pueblo.  También perderíamos el derecho de participar en las decisiones políticas del país… y se daría oportunidad a que todos esos políticos corruptos vuelvan al poder.

       A mí me impulsa acudir a participar (aún con todos los obstáculo que se ha encargado de anteponer el Instituto Nacional Electoral), porque recuerdo el fraude cometido por Salinas de Gortari en 1988, apadrinado por la mafia en el poder, promotor de  las privatizaciones y firmante del injusto Tratado de Libre Comercio que puso a la nación al servicio del gran capital.  Además de que se le reconoce como el autor intelectual de los asesinatos de Ruiz Masseu, Luis Donaldo Colosio, periodistas como Buendía y Activistas sociales del campo y la ciudad.

       Difícil olvidar el gobierno de Ernesto Zedillo, cuando por el llamado “error de diciembre de 1994” se llevó a un 40% de devaluación de nuestro peso, a un adeudo de 20,000 mil millones de dólares con Estados Unidos y el llamado “rescate bancario” Fobaproa, que llevó a millones de mexicanos a “pagar” la debacle bancaria.  Actor omiso ante las demandas enarboladas por el EZLN y culpable (por omisión) de las masacres en Acteal, Chiapas, y en Aguas Blancas, Guerrero.  Además, autor de la privatización de los Ferrocarriles Mexicanos.

       Del empresario Vicente Fox, resulta difícil olvidar sus engañosos discursos que ocultaban los robos al ingreso petrolero y el despilfarro del presupuesto, así como el enriquecimiento ilícito de los hijos de su pareja, Martha Sahagún.  La “condonación” de impuestos a los empresarios.  El deterioro de las relaciones con países del Mercosur y Cuba, así como las vejaciones cometidas contra las mujeres de Atenco en 2006, o la violación de derechos humanos contra trabajadores de Pemex.  Además, claro, del apoyo al fraude electoral que llevó a Calderón a la presidencia.

       Felipe Calderón, además de “robar” la presidencia en 2006, se “legitimó” declarando guerra al crimen organizado, sacando al ejército de sus cuarteles y provocando miles de asesinatos y desplazados en varios Estados del país.  A él se debe la desaparición de Luz y Fuerza y Mexicana de Aviación.  Con su famosa operación “Rápido y Furioso”, llenó al país de miles de desaparecidos, se agudizaron los feminicidios y asesinatos en Cd. Juárez, Chih.  Y para costear sus despilfarros, como la compra del avión presidencial, aumentó el IVA al 16%.  Como “chivo expiatorio”, sólo su secretario de Seguridad fue detenido y encarcelado en Estados Unidos.

       Y del gobierno de Peña Nieto también tengo presentes tantos actos deleznables, como las represiones a quienes se oponían a los planes privatizadores del gran capital, por él representado: los campesinos de San Miguel Atenco, los de Tlataya y los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, así como los feminicidios en el Estado de México.  Autor de las reformas Energética y Educativa.  Se le reconoce también por ser autor del mayor saqueo a la Nación: la Casa Blanca, la Estafa Maestra, Odebrech; los aumentos en las gasolinas, el avión presidencial, el Estado Mayor Presidencial, así como el robo de obras y muebles de Los Pinos.

       Termino citando a Epigmenio Ibarra: “¿Queremos que, a causa de la impunidad, no haya en este país otra moral que la de los lobos, otro código que el de los buitres?  Yo no quiero. Por eso este 1 de agosto, en la consulta votaré: juicio sí, impunidad, no”.  Por dignidad.