DEBATAMOS MICHOACÁN: Seguridad y cuidados

Conjuntamente con miembros del Consejo Ciudadano de Morelia, tuvimos la oportunidad de estar en el Centro de mando de la Comisión Municipal de Seguridad Ciudadana de Morelia. (Foto: especial)

Solamente trabajando de manera compleja es que se pueda avanzar significativamente en la construcción de estrategias que permitan dar atención a problemas tan sensibles como la seguridad pública. Las policías municipales, y en general las áreas de protección a la población deben sustentar sus líneas de acciones en acompañamiento de la población, pero en trabajo colaborativo institucional, para que en conjunto se generen los lazos de gobernanza.

La complejidad nos permite la búsqueda de nuevas epistemologías para la comprensión de las dinámicas y fenómenos sociales que nos interpelan por su crudeza, como la violencia o la inseguridad que vivimos; es a partir del análisis de dichos actos desde las disciplinas, la interdisciplinariedad, así como  la transdisciplinariedad que se construyen modelos holísticos en donde las partes y el todo dialogan toda vez que están interconectados, es decir, es un modelo sistémico e interdependiente, que proporciona elementos para la toma de decisiones compartidas.

Conjuntamente con miembros del Consejo Ciudadano de Morelia, tuvimos la oportunidad de estar en el Centro de mando de la Comisión Municipal de Seguridad Ciudadana de Morelia, y observar las acciones que se realizan para atender a la población de la capital del Estado de Michoacán. Durante la presentación de las líneas estratégicas para atender la seguridad pública de las y los morelianos que fueron explicadas por las autoridades, se identifican algunos elementos que los comparto con las y los  lectores.

Trabajar en la construcción de los lazos de confianza para la seguridad pública entre las autoridades y la población no es sencillo; la confianza constituye un valor, porque redefine la importancia de la honestidad, honorabilidad y el respeto al otro; la confianza requiere de fortalecer la comunicación, el diálogo y la construcción de redes para hacer sostenible las acciones de los proyectos estratégicos.

El diálogo, como mecanismos de resolución de conflictos, e incrustado en la cultura de la Paz, permite la capacidad de las personas, las familias, las comunidades, resolver sus problemas en equidad. Para hacerlo, se requiere que la comunidad conozca de sus derechos humanos y libertades, e igualmente que la autoridad los conozca, respete, proteja y garantice, de conformidad con los principios de: universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad. En un recorrido por las instalaciones en los juzgados cívicos en Morelia, vi justamente este modelo de conocimiento y difusión de los derechos para las personas que son detenidas por cuestiones de vialidad o de faltas a la convivencia social, en dichas instalaciones existe la señalética y anuncios correspondientes donde se definen los derechos de las personas, entre ellos: “tiene derecho a informar a alguien de su detención; a no ser discriminado; a un trato digno; a recibir comida y agua; a presentar queja; a un defensor, entre otros, que aseguran el respeto a la dignidad de las personas.

Pero la confianza, va acompañada de la identidad, es decir, la pertenencia a un grupo o comunidad, que permite encontrar en sus valores de comunalidad la participación y la ayuda mutua en estos trabajos colectivos y colaborativos, para finalmente impulsar la convivencia que fortalecerá los principios de la participación de los miembros de la colectividad, acompañados de sus autoridades policiales. Se requiere seguir trabajando para dejar sentadas las bases de la cohesión social, por lo pronto ya se impulsan dichas acciones.

Por otro lado, la existencia de un modelo de policía que se forma en función de principios éticos, que privilegia el cuidado de la vida; en donde la profesionalización y la vocación de servicio es fundamental para la atención de la población, una policía que privilegia el diálogo.

Por otro lado, y pese al diseño de la política pública holística, permanece la presencia de la violencia, ese mecanismo que utilizan principalmente los hombres para hacer androcentrismo, para someter, controlar, disciplinar el cuerpo de las mujeres, pero también de los hombres que son débiles, haciendo ejercicios de dominación y subordinación, con lo que expresan su sabiduría, el poder, la autoridad, la violencia como mandato y la jactancia.

En este contexto, consideramos que se requiere de impulsar procesos de deconstrucción de la masculinidad para acceder a una nuevo “devenir de la masculinidad” más positiva, más colaborativa, más comprometida, más en las tareas domésticas y de cuidados como trabajo y no solo como ayuda y que vaya de la mano no solo en el acompañamiento institucional, sino que transversalice y vertebre el concepto mismo para la deconstrucción.

Desde esta perspectiva consideramos que el trabajo de cuidados y domésticos asignado a las mujeres, debe de transitar a un trabajo en conjunto con las parejas.  Para ello, se requiere la deconstrucción subjetivada del hombre, pero también de la ayuda colaborativa del Estado para encarar estos procesos.

En este sentido, y respecto de los cuidados es justamente lo que nos comparte Judith Butler, cuando nos señala que el deseo del reconocimiento permite acceder a los derechos que protege el Estado, al momento de reconocernos como humanos, como personas; pero al no reconocerlos lo que está generando es una tensión sobre las posibilidades de los principios de igualdad y justicia social que debería de asumir cada persona, ya hombre o mujer, a  disfrutar de sus diferencias sociales, culturales y sexuales, sin llamarlos a la normalidad, sino a una diversidad que expresa la riqueza social en la que vivimos.

Desde esta perspectiva el Estado dejará de proteger y cuidar a la población cuando no reconoce que un individuo: primero, deja de someterse a la normalidad de la norma y la subjetivación, es decir, de lo que le toca hacer como hombre o como mujer y; segundo, cuando anormal el hombre,  pone en riesgo a la población y por ende le aplica los mecanismos de opresión desde el Estado (cárcel, hospital, psiquiátrico, trabajo comunitario, sanción económica, arresto) y desde la sociedad (invisibilidad, estigma, prejuicio, violencia, exclusión, discriminación, y en ocasiones la muerte); por lo que estas prácticas deben de ser transformadas para impulsar los cambios en las masculinidades y permitir un ejercicio de trabajo colaborativo en el hogar para los cuidados y el trabajo doméstico, principalmente para hombres.