Doña Gertrudis: ilustre patzcuarense

A lo largo de su vida –menciona el doctor Guzmán-, María Gertrudis tuvo que librar varias batallas. (Imagen: especial)

Actualmente, muchos académicos e investigadores reconocen que buscar en la historia de México, representa admitir que existen múltiples desconocimientos, porque en la vida cotidiana de casi todos los tiempos, se conjugan y refuerzan las desigualdades de género.  Y lo mismo sucede en la historia universal.

       En todas las épocas de nuestra historia (escrita, además, por varones), la presencia de la mujer resulta minimizada, casi desvanecida, porque se ha visto cómo al permitir la libre expresión de cualquier mujer que viva de manera auténtica, se corre el riesgo de “desestabilizar el orden social y simbólico de género, revolucionar las relaciones y cuestionar el poder sexista”, que no es cualquier cosa.  Todos/as quienes fincan su poder en la subordinación de las mujeres, temen su autonomía y cultivan el miedo o la desconfianza en torno de ellas.

       El principal modelo que se nos ha ofrecido a las mujeres en todas las etapas de la vida del paíz (sobre todo desde el siglo XVI), es un “deber ser” que enajena nuestras realidades y nuestras opciones.  Lo femenino se asocia a la “naturaleza” y virtudes como la emoción, el instinto y la intuición.  En tanto, lo masculino, susceptible de cambio, se vincula con el pensamiento, el “hacer o imponer cultura”, el crear.  Con este modelo, lo que se ha conseguido es levantar barreras infranqueables entre el “ser mujer” y “ser varón”… y nos ha llevado, desafortunadamente, a permanentes desencuentros, no exentos de violencia.

       Emoción, instinto e intuición se nos endilgan sin permitirnos aceptar que una mujer también puede practicar la reflexión, el análisis, la crítica constructiva y la toma de decisiones.  Seguramente por ello, por no considerar natural el que una mujer decida y se exprese con autonomía, sociedades convencionales o conservadoras, temen, atacan y desprecian a quienes salen del modelo aceptado.

       Las anteriores consideraciones surgen a partir de un hecho acaecido en esta ciudad de Pátzcuaro, un 11 de abril de 1765, fecha en que llega al mundo una niña que recibió por nombre María Gertrudis y de apellidos Bocanegra de la Bega (así escrito en su acta) y que gracias a las investigaciones del doctor Moisés Guzmán Pérez, de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, hoy sabemos un poco más de ella y del entorno social en que transcurrió su existencia.

       “A lo largo de su vida –menciona el doctor Guzmán-, María Gertrudis tuvo que librar varias batallas: la primera de ellas comienza con su nacimiento, siendo hija de padre español y madre mestiza de ascendencia indígena.  Aunque no fue hija única, su condición de mujer y su herencia de raza representaban desventaja en una sociedad sexista y estamental que prácticamente clausuraba toda posibilidad de desarrollo para las mujeres de ese tiempo; su destino era, como el de toda mujer de esa época: ser monja y recluirse en la celda de un convento, o casarse para atender familia y labores del hogar”.  Por el doctor Moisés Guzmán también hoy sabemos que Gertrudis, al contraer matrimonio con don Pedro Advíncula, fue desheredada y que al perder a su esposo e hijo en la lucha independentista, se vió obligada a pedir ayuda para ella y sus hijas, quedando esto plasmado en un documento de esa época, que no firmaba “por no saber hacerlo”.

      Muchas adolescentes de mi época, fuimos influidas por la personalidad de esa mujer de recia voluntad que fue doña Gertrudis Bocanegra y desde entonces admiramos su determinación para romper las costumbres de siglos marcados por la exclusión de nuestro género en la vida pública y privada.

       Yo imagino a Gertrudis joven escuchando esa vocecita que supongo todas/os llevamos en el interior, diciéndole que algo había qué hacer ante las injusticias que ella percibía y que noi le permitían permanecer ecuánime ante lo que sus ojos observaban: el blanco español gozando de todos los privilegios, a pesar de haber llegado a ocupar estas tierras abundantes de recursos, que eran casa y sustento de los llamados “indios” que eran cruelmente tratados y explotados.  “¿Era esta la voluntad divina?”, seguramente se preguntaba.

       Era esa época cuando “las mujeres que recibían educación pertenecían al sector criollo y la administrada a los grupos mestizos tenía el tono de caridad de hospicio.  Sus contenidos eran mínimos: algo de lectura, escritura y aritmética; religión y labores domésticas.  Se consideraba que la mujer encargada de su casa, aún la española de más status, no necesitaba de mayores conocimientos: su función era producir una prole abundante y… para cumplir con ese cometido, no necesitaba ‘elocuencia ni bien hablar, grandes primores de ingenio, ni memoria o liberalidad” -escribe Julia Tuñón Pablos en su libro “Mujeres en México. Una Historia Olvidada”.

       Po eso, cuando surgió en varios rincones de la Nueva España el grito libertador, mujeres como doña Gertrudis en Pátzcuaro, o doña María Luis Martínez en Erongarícuaro, sintieron vibrar con mayor fuerza la voz interior que les acicateaba, entendiendo que había llegado el momento de incorporar su energía a las de otros personajes que veían en la opresión, el mayor impedimento para la realización plena del ser humano.

       Al ser pasada por las armas, el día 11 de octubre de 1817, doña Gertrudis Bocanegra de Lazo de la Vega pasó a la historia como la mujer de convicciones que vivió apasionadamente su tiempo.  Fiel a sus principios, alentada por el sacrificio de su esposo e hijo, siguió los dictados de su corazón, entregándose de lleno a la causa libertaria.

       Hoy, señora Gertrudis, puedo decirle que somos muchas las mujeres y los hombres de este terruño y de muchos rincones de la Patria, que estamos dispuestxs a no permitir que se sepulten bajo lápidas los ideales de quienes, como usted, les llevaron al sacrificio.  Hoy nos encontramos dispuestxs a sacudirnos las cadenas que nos atan a las servidumbres creadas y nos liberamos de las confusiones de la mente, del intelecto y del corazón, abriéndonos paso por nuevos caminos.