LOGOS: Noche Buena y Navidad; origen del hombre

Y esa pareja sólo encontró un pesebre en Belén para ese nacimiento. (Foto: especial)

La Noche Buena es un concepto que, dentro de sí, conlleva muchas cosas; unas religiosas, otras morales y estéticas, algunas más científicas, pero sobre todo es una interesante creación humana.

        Con ese abanico de perspectivas recuerdo mis lecturas infantiles del Nuevo Testamento, bajo encontrados comentarios entre el catolicismo de mi madre y el liberalismo anticlerical de mi padre.

        En labios de ella, la Noche Buena y la Navidad eran (24 y 25 de diciembre) una narrativa cuentística de cómo José, a pie, y María sobre un jumento, fueron humildemente pidiendo posada, casa por casa, sin encontrar sitio para el nacimiento del hijo que en su vientre llevaba esa mujer virginal, señalada por Dios a través del Espíritu Santo. Y esa pareja sólo encontró un pesebre en Belén para ese nacimiento, bajo la luz de una estrella. Mi madre consideraba la Biblia como palabra divina.

        En voz de él, sólo el Evangelio de Mateo decía algo muy ligero al respecto de esa natividad y de esa noche, mientras las otras tres biografías de Jesucristo (de Marcos, Lucas, o Juan) no señalaban nada descriptivo de este tema, o superficialmente invocaban el asunto. La Biblia era, para mi padre, una gran obra colectiva, anónima, constituida por muchos libros que, fueron primero, relatos orales pasados de generación a generación, y usados después, lamentablemente, en beneficio de poderosos.

        Con el paso de los años, y el estudio, observé que la Biblia era una obra fundamental de la religión judaica; que el cristianismo fue un desprendimiento del judaísmo; que el catolicismo se desasió del cristianismo, al igual que el protestantismo, la ortodoxia y el mahometismo; y, algo más, que los seres humanos en su discurrir sobre el planeta Tierra han tenido infinidad de religiones y de dioses, algunos ya muertos y, otros, aún en vigencia.

        Pero toda esa capacidad creativa del hombre, por su hierofanía, a veces ha sido para mal, y a veces para bien.

        Su correcto uso depende de cada uno de nosotros, en nuestra intimidad personal; como también pende de la sociedad, su incorrecto uso colectivo.

        Así, tengo para mí que el mensaje actual de la Noche Buena es anunciador de la vida, con su proceso, y con todas sus consecuencias.

        Mientras que la Navidad es la máxima euforia de la existencia, en el adviento para que los hijos del Humano sigan arribando con la sencillez de su desnudo, al gran pesebre que es la naturaleza vegetal y animal que nos rodea, y la que debe ser respetada, al ser principio y fin de lo que somos.

        Obvio, en nuestra realidad (año 2021) los olores actuales para estos días decembrinos ya no son de pesebre bíblico, sino de descanso vacacional, y la luz del cielo no sólo proviene de la Estrella de Belén, sino de la movilidad económica en la rama turística; pero no por estos cambios descuidemos la raíz de una tradición que proviene de nuestras entrañas como especie prevalente.

        La grandeza humana nos impone la responsabilidad de una servidumbre ante nuestra madre nutricia llamada Tierra, la que nos procreó planetariamente en una Noche Buena, dando con nuestra natividad un mensaje que aún no hemos entendido del todo.

        De ahí, la hermosa hazaña de conjugar armónicamente el descubrirnos, e inventarnos, con nuestras esperanzas y nuestros sueños, cada Noche Buena, cada Navidad.