La medicina, salud y los políticos

Los problemas de la salud y su manejo son algo que compete básicamente al propio enfermo y al profesional de la medicina que lo atiende. (Foto: especial)

Los problemas de la salud y su manejo son algo que compete básicamente al propio enfermo y al profesional de la medicina que lo atiende, en eso no hay discusión alguna; y para normar y guardar la relación médico-paciente existe los que se ha llamado el secreto profesional médico que consiste en que médico debe respetar la privacidad del paciente y tomar todas las medidas necesarias para hacer imposible la divulgación de toda la información que él o ella ha adquirido en el ejercicio de su profesión. Esto no nada más es un principio ético, sino que está recogido en la mayoría de las legislaciones del mundo y su violación puede acarrear consecuencias legales.

Lo anterior se entiende fácilmente; siendo la enfermedad un evento de naturaleza íntima y muy personal, imagino que a nadie le resultaría agradable saber que su historial médico pueda ser conocido por medio mundo. Nadie tiene por que enterarse que el gerente “X” padece hemorroides o que la jefa de departamento “Z” tiene una incontinencia urinaria de esfuerzo y debe de usar pañal. Mucho menos debe ventilarse públicamente enfermedades que tienen una carga negativa como sería una enfermedad venérea o si se padece el altamente estigmatizante SIDA.

Pero como todo en esta vida, encontramos que casi cualquier cosa que analicemos tiene varias aristas. Resulta que los humanos no vivimos solos, vivimos e interactuamos en una sociedad con alta movilidad. Por lo tanto lo que hagamos o dejemos de hacer afectará a un determinado grupo de gente. Es dentro de esta línea de razonamiento que desde hace tiempo ha surgido la inquietud para legislar algo que de entrada suena incómodo: Conocer al fondo el estado de salud de un político que aspire a mandar en un país. El soporte histórico para esta petición existe. Hay ejemplos de situaciones médicas que afectaron el destino de países al no conocerse el grado de enfermedad de un candidato o un presidente en funciones. Recordemos algunos: El cáncer prostático de Miterrand, diagnosticado en 1981, al inicio de su primer periodo, fue ocultado hasta 1991, cuando estaba a la mitad de su segundo periodo y ya para entonces las condiciones de salud del mandatario eran francamente malas.

Entre otros casos relevantes tenemos en 1982, la muerte del líder soviético Leonid Brezhnev que permitió la llegada al poder de Yuri Andropov, quien a sólo tres meses de asumir funciones tuvo que someterse a una operación urológica, pasando en el hospital la mitad de los quince meses que estuvo en el poder. A su muerte en febrero de 1984, le sucedería Konstantin Chernenko quien fue electo a pesar del consejo médico, y duraría en el cargo sólo un año y un mes, permitiendo el arribo al poder del reformista Mijail Gorbachov, con las consecuencias históricas que ya conocemos.

En Latinoamérica tenemos el caso del ecuatoriano Abdalá Bucaram, apodado El Loco, depuesto en febrero de 1997 de la Presidencia que había asumido apenas seis meses antes, por una resolución del Congreso de su país que lo declaró “incapacitado mentalmente para gobernar”.

En México, durante el sexenio de Vicente Fox la entonces senadora Dulce María Sauri, a nombre de ella y otros senadores del PRI, presentaron una iniciativa de reformas a la ley para poder conocer el estado de salud de diversos personajes de la vida pública, concretamente el Presidente de la República y todos aquellos que tengan mando en estructuras unipersonales (Banco de México, Presidencia del IFE, Procurador General de la República entre otros).

Esta iniciativa, tenía destinatario por las sospechas del uso de un popular antidepresivo por parte del Presidente Fox pero también previendo un eventual triunfo del Sr. López Obrador, personaje que ya desde entonces era señalado como alguien que padece un peligroso trastorno de la personalidad.

Y el peor escenario se dio con la llegada como Presidente del Sr. López Obrador; con su triunfo se destapan las características más negativas de su personalidad; autoritarismo, obstinación, incapacidad para reconocer errores y un marcado afán vindicativo, aspectos que se agravan por su escasa cultura, su pobre compresión de la dinámica económica y una visión de los problemas nacionales que correspondería a la de un niño de primaria.

Es público y conocido que el C, Presidente cursa con una cardiopatía hipertensiva de larga data y una coronariopatia que ya lo ha mandado de urgencia a un hospital en cuando menos un par de ocasiones, una de ellas con diagnostico admitido de infarto miocárdico. Por si faltara algo se agrega la sospecha de un daño vascular neurológico por su pensamiento lento, fantasioso y acompañado de fallas en la dicción.

La petición se conocer el estado de salud de López Obrador proviene de múltiples lados. Y no es nueva. Es imperativo conocer el real estado de salud física y mental del ciudadano presidente.