ECOS LATINOAMERICANOS: El cambio chileno

El pasado viernes 11 de marzo Gabriel Boric asumió como nuevo presidente de Chile. (Foto: especial)

El pasado viernes 11 de marzo Gabriel Boric asumió como nuevo presidente de Chile, dejando atrás al polémico gobierno de Sebastián Piñera. Sin embargo, esta no es una transferencia de mando político ordinaria, Boric acaba de asumir el poder en un momento histórico para Chile. No solo será el presidente que estrene la nueva constitución que se encuentra redactándose en la constituyente nacional que está en dicho proceso desde el 4 de julio de 2021, sino que el propio Boric representa la esperanza de un auténtico cambio progresista.

Es cierto que, en Chile, desde la transición a la democracia la izquierda tradicional ha tenido diversas ocasiones para gobernar el país, pero en ninguno de sus gobiernos hubo un cambio profundo en las políticas socioeconómicas y administrativas. La constitución de 1980, creada en la dictadura militar de Augusto Pinochet, fue reformada de manera muy superficial tras la llegada de los gobiernos democráticos, por lo que en esencia el contenido político de dicha constitución continúa hasta la fecha.

Exceptuando algunos periodos de su historia reciente, constituyendo el más notorio el pinochetista, Chile siempre ha tenido una vocación de mucha institucionalidad y participación política a través de las urnas, entonces ¿por qué la constitución de 1980 se mantuvo con muy pocos cambios durante la democracia?

La respuesta a esa incógnita se encuentra en la propia transición de poder en la década de los noventa. Si bien el plebiscito realizado por la propia dictadura pinochetista en 1988 fue ganado por la coalición del “No”, y eso a su vez presionó fuertemente a Pinochet para irse del cargo, el dictador y toda su élite política no se retirarían tan fácilmente, y con mayor razón no cederían tampoco sus intereses políticos y económicos.

La transición de poder tuvo muchas condiciones, en su momento la más notoria fue que Pinochet ya no ejercería el poder presidencial pero aun así continuaría temporalmente como primer jefe del ejército, posteriormente asumiría el cargo de senador vitalicio, sin embargo, esto fue una forma de hacer notar que la influencia del pinochetismo en la nueva democracia chilena aún seguía intacta. Las otras dos condiciones centrales de la transición eran garantizar la impunidad de delitos a las fuerzas armadas y en general a las diversas autoridades pinochetistas durante su régimen, básicamente que no se dieran juicios como los que estaban ocurriendo en Argentina, donde se estaba enjuiciando a los responsables de la dictadura de ese país por crímenes de lesa humanidad.

El otro elemento condicional fue el mantenimiento del sistema económico implantado por Pinochet. Durante la dictadura chilena se implantó el hoy llamado modelo neoliberal, que en esencia resultó en las privatizaciones de las empresas y servicios estatales, haciendo que el mercado fuese el principal regulador de la economía nacional. Si bien se jactaban de que el neoliberalismo chileno era el mejor ejemplo de la viabilidad práctica de este sistema, siempre se le criticó por la enorme grieta de desigualdad social que dejó en la sociedad chilena. Sin embargo, la subida en el precio del sistema de transporte público y el posterior estallido social a finales del 2019 en Chile mostraron la debilidad de este modelo para conseguir una distribución justa de la riqueza.

Fue gracias a este estallido social, que finalmente se aceptó que la constitución pinochetista ya no era apta para canalizar la situación social y política actual de Chile, por lo que se convocó, primero a un referéndum para iniciar una constituyente nacional, y posteriormente, tras la victoria notoria del Sí, se inició el proceso electoral para elegir a los constituyentes.

Boric, fue uno de los principales promotores de la convocatoria para la nueva constitución. Al final de cuentas, su generación fue prácticamente la misma que se posicionó en los reflectores nacionales tras las protestas estudiantiles de 2011, criticando el esquema de educación general de Chile, producto también de las políticas económicas de Pinochet. Por lo anterior, su discurso de campaña fue posicionarse en absoluto a favor de una constitución que dejara atrás los resabios de la dictadura y planteara una nueva visión política para Chile que tuviese como base la inclusión de minorías y el progresismo socioeconómico.

Es cierto también, que hay diversos elementos políticos que rodean a Boric, muchos de ellos radicales, teniendo incluso elementos del Partido Comunista de Chile en puestos clave del gobierno. Pero el propio Boric muestra la apariencia de un gobierno más progresista que radical. Por lo pronto es difícil saber hacia dónde seguirá el gobierno de Boric, si asumirá posturas de cambio directo o si más bien irá hacia reformas gradualistas. Y será difícil determinarlo ahora porqué Boric aún tiene que esperar a la aprobación de la nueva constitución nacional, misma que será el reglamento y guía que usará este nuevo inquilino de la Casa de la Moneda.

A pesar de ello, se esperan grandes cambios con Boric, este joven de 36 años carga en sus hombros el destino de uno de los países más emblemáticos de la región. Por el futuro de Chile, su gente, sus juventudes, su legado democrático-institucional, y el propio futuro político del presidente, su grupo y círculo partidario, es deseable que los cambios venideros sean todos para bien.