ECOS LATINOAMERICANOS: Herencia autoritaria

Ferdinand Marcos Jr., hijo del fallecido exdictador de Filipinas. (Foto: especial)

El pasado 9 de mayo se realizaron las elecciones a la presidencia de la república de Filipinas, dando como resultado la victoria del binomio Marcos-Duterte, compuesto por Ferdinand Marcos Jr., hijo del fallecido exdictador de ese país, Ferdinand Marcos, y Sara Duterte-Carpio, hija de Rodrigo Duterte, el polémico actual presidente caracterizado por su “mano dura” contra el crimen organizado y realizar mofas e insultos públicos a aquellos que critican su estilo de gobierno.

Lo anterior deja mucho en que pensar no solo respecto a la historia política actual de Filipinas, sino del resto de los países en desarrollo, incluyendo, por supuesto, a la región Latinoamericana. Filipinas, comparte una historia tanto política como económica, social y hasta cultural con Latinoamérica, toda vez que fue colonia de España por prácticamente 350 años, e incluso formó parte oficial del territorio del Virreinato de la Nueva España.

En el siglo XIX, cuando España perdió la mayoría de sus colonias, conservó durante casi todo ese siglo los territorios de Cuba, Guam, Puerto Rico y Filipinas. Sin embargo, la derrota española en la guerra de 1898 hizo que Filipinas fuese tomada como botín por parte de Estados Unidos, país ganador en dicho conflicto, convirtiéndose en colonia de tal nación durante prácticamente 50 años.

Sin embargo, para la década de los cuarenta en el siglo XX, Filipinas sería invadido por Japón durante la segunda guerra mundial, tratándose a este territorio como una colonia japonesa de facto, hasta que finalmente EUA volvió a recuperar el territorio en 1944 y finalmente obligó a Japón a rendirse en 1945, reconfirmando así su control territorial en Filipinas.

No obstante la distancia geográfica y los cambios de administración político-imperiales que ha habido en Filipinas, dicho país aún mantiene sus vínculos culturales no solo con España, sino también con Latinoamericana, prácticamente Filipinas es hermana política de las naciones latinoamericanas, la cultura y sobre todo la historia así lo demuestran.

A pesar de que hubo intentos tanto japoneses como estadounidenses de erradicar el hispanismo cultural en Filipinas, los rasgos latinos han logrado prevalecer en dicho territorio; por ejemplo, aun cuando el inglés es de los idiomas oficiales, cada vez se está recuperando más el español como lengua tradicional. Pero Lamentablemente, Filipinas no cuenta solo con una fuerte herencia cultural latina en su historia, ya que también tuvo la mala fortuna de heredar las tradiciones políticas autoritarias del antiguo imperio español, que fueron readaptadas durante buena parte de su etapa como país independiente a partir de 1946

Tal herencia política ha generado que, en Filipinas, al igual que en la mayoría de las naciones latinoamericanas, se dificulte la generación de gobiernos completamente institucionales basados en el estado de derecho. En lugar de ello, este país ha tenido sobre todo gobernantes personalistas y con una gran centralización del poder, lo cual muchas veces ha derivado en corrupción administrativa e incluso en la instalación de gobiernos absolutamente dictatoriales, constituyendo el más emblemático el de Ferdinand Marcos (1965-1986).

Ahora bien, casi al tiempo de las transiciones democráticas latinoamericanas y del este europeo, Filipinas también consiguió deshacerse del régimen dictatorial de Marcos en 1986, dando paso a gobiernos que, aunque tenían muchas deficiencias, entraban en un umbral democrático. Sin embargo, desde 2016, las cosas han cambiado radicalmente en el estado filipino. La llegada al poder de Rodrigo Duterte ha hecho que Filipinas se desentienda de la búsqueda por la promoción y aplicación de derechos humanos, para dar lugar a un gobierno de mano dura con el objetivo de arrasar al crimen organizado en todo el territorio filipino. Al igual que hoy ocurre con el régimen de Bukele en El Salvador, Duterte en su momento fue también popular por sus brutales tácticas de seguridad para atacar el narcotráfico y el terrorismo. Indicando que a los criminales había que matarlos sin ningún tipo de consideración y mucho menos apelando a la idea del debido proceso legal.

El binomio ganador ya antes mencionado, debe servir para tratar de entender la situación política que ha ocurrido en Filipinas, el hartazgo social frente a gobiernos ineptos que no han logrado un control exitoso de la violencia y el crimen en el territorio nacional le ha permito a Duterte prolongar su proyecto a través de su propia hija y del hijo del dictador Ferdinand Marcos. Decir que el pueblo filipino es ignorante acerca de quienes son sus próximos gobernantes sería muy burdo, Duterte está apenas entregando el poder y la dictadura de Marcos fue un acontecimiento nacional que aún permanece fresco en el pensamiento histórico filipino.

No es entonces por desconocer a este dúo político que el pueblo filipino lo eligió, fue más bien por la esperanza de  conseguir mayor estabilidad y orden en todo el país las razones por las que se está apelando a figuras que se pueden identificar con el autoritarismo y la centralización de poder. Es lamentable que casos como estos sigan ocurriendo, y cada vez más con mayor frecuencia en diferentes países del mundo. Pero esto mismo debe servir para entender una cosa, la paciencia de los pueblos tiene límites en lo que respecta a la generación de resultados.

La llegada al poder de políticos como Bolsonaro en Brasil, Bukele en El Salvador, y ahora el binomio Marcos-Duterte en Filipinas, exponen que la falta de políticas eficaces para combatir las problemáticas sociales, especialmente aquellas relacionadas a la seguridad, el orden y el desarrollo socioeconómico, de parte de los gobiernos democráticos que siguieron tras el fin de las dictaduras en las últimas décadas del siglo XX, a la larga terminan por empujar a las sociedades de estos países a buscar respuestas en políticos de tendencia autoritaria para solucionar tajantemente tales problemáticas.

El caso filipino, junto con los otros mencionados, debe servir como ejemplo de que las instituciones tienen que diseñarse de tal forma en que den resultados satisfactorios a la población civil y además tengan la flexibilidad política de adaptarse a circunstancias nuevas y/o inesperadas; de lo contrario se estará orillando a la sociedad a recurrir a los liderazgos personalistas, que aunque ya está comprobado que pueden gestarse en las diferentes regiones del mundo, usualmente tienen mayor predilección por surgir en regiones en vías de desarrollo como Latinoamérica, África y el sureste asiático.