ECOS LATINOAMERICANOS: El Brasil dividido

Las encuestas posicionaban como líderes en preferencia electoral al expresidente Luiz Inacio Lula da Silva, y al actual mandatario Jair Bolsonaro. (Foto: especial)

El domingo pasado se realizaron las elecciones nacionales en Brasil para la renovación de diversos cargos públicos, tanto federales como estatales, entre ellos el de la presidencia de la república. Para ganar dicho cargo se debe adquirir el 50% de los votos más uno de los sufragios emitidos, o si dicha cantidad no logra obtenerse, se realizará una segunda ronda de votación a la que pasarán los dos primeros lugares más votados, y en donde se elegirá a la persona que tenga más votos de entre esos dos candidatos.

Las encuestas posicionaban como líderes en preferencia electoral al expresidente Luiz Inacio Lula da Silva, y al actual mandatario Jair Bolsonaro. A su vez apuntaban a que Lula tendría una mayor cantidad de votos que la del actual presidente, pero que no bastaría para alcanzar la victoria en la primera vuelta, ya que el porcentaje de votos de Lula rondaría entre los 45% y 50%, justamente Lula obtuvo un porcentaje poco mayor de 48%, por lo tanto, hasta esta situación las predicciones estadísticas se mantuvieron.

Sin embargo, lo sorprendente fue el repunte electoral que tuvo Bolsonaro, las encuestas lo colocaban entre 33% y 41%, lo cual arroja una media de 37 puntos porcentuales, casi siete puntos menos del poco más de 43% que obtuvo en la votación. Este resultado además de poner en duda la credibilidad de las casas encuestadoras brasileñas, deja también serios cuestionamientos en la percepción tanto de Bolsonaro como de Lula por parte del actual electorado.

Bolsonaro, desde que era candidato en 2018, siempre tuvo un discurso polémico, conflictivo y polarizador, alabando la dictadura brasileña, incentivando políticas ortodoxas de privatización, expresando abiertamente intolerancia religiosa y cultural, y sobre todo subestimando la pandemia del COVID-19, la cual acabó con la vida de más de medio millón de brasileños. Incluso en la última encuesta de aprobación del mandatorio, el 51% de los participantes señalaron jamás votar por Bolsonaro ¿Entonces por qué este presidente tan políticamente incorrecto logró mantener una cantidad de votos tan significativa?

Una explicación podría ser la propia candidatura de Lula, ya que hay un fuerte segmento poblacional que le es adverso al expresidente, sin embargo, dicho segmento no rebasa el 35% de los votantes promedio, además de que ese es un sector que ya esta integrado al “bolsonarismo”. Más bien, la explicación es de un origen mucho más profundo y de corte más sociocultural que política.

Brasil, junto Colombia y Chile, es uno de los países con mayor nivel de polarización histórica a nivel Latinoamérica. A diferencia de países como México, Uruguay, Ecuador o Costa Rica, en Brasil nunca ha hubo algún movimiento político que permitese unificar a todos los sectores sociales en torno a una identidad nacional en común. Siempre ha habido algún sector que se ha beneficiado frente a otro que se ha visto perjudicado, lo cual explica porqué en Brasil tanto la izquierda como la derecha política tienen vertientes muy radicales.

En Brasil, por ejemplo, nunca hubo una reconfiguración de la propiedad de la tierra hasta comenzando el siglo XXI, es decir, por prácticamente 200 años consecutivos la tierra estuvo acaparada por unas pocas familias que la administraban mediante el sistema de haciendas, modelo productivo que ya está abolido en muchos países latinoamericanos. A su vez existe una enorme discriminación estructural contra las minorías raciales, especialmente contra las poblaciones indígenas y afrodescendientes que no siguen los patrones religiosos de la mayoría. Justamente Brasil es también un país con mucha influencia del conservadurismo religioso, especialmente el cristianismo evangélico que hasta cuenta con una bancada en el poder legislativo.

Para complicar aún más las cosas el desarrollo productivo socioeconómico por región no ayuda a Brasil a reducir sus divisiones sociopolíticas internas, muchas veces hasta las ha exacerbado. El noreste es una región mayoritariamente afrodescendiente con mucha consciencia histórica sobre el rol de la esclavitud en la fundación de Brasil, pero por cuestiones de discriminación estructural ha estado muy empobrecida durante casi toda su existencia. El sur por otro lado era una región casi despoblada donde los gobiernos nacionales incentivaron la migración europea para colonizar dichos territorios, facilitando el otorgamiento de terrenos y créditos para la producción de las tierras, lo cual fue un gran incentivo a los migrantes que llegaron sobre todo de países del centro y este de Europa, sin embargo casi no hay consciencia social de este privilegio histórico, por lo que existen  muchos sureños que consideran que la única región productiva de Brasil es la suya.

La zona del centro es mayoritariamente rural y está controlada por los grandes hacendados quienes tienen una fuerte noción del conservadurismo social, ya que eso les ha permitido mantener su estilo de vida a lo largo de casi dos siglos, y en todo caso las únicas modificaciones socioeconómicas que han llegado a aceptar es la modernización del llamado “agronegocio”. La zona amazónica por su parte tiene estratos sociales que son muy conscientes de la necesidad de políticas medioambientales para asegurar el equilibrio entre la producción agrícola y la conservación del llamado “pulmón del mundo”, desforestado como nunca durante el gobierno de Bolsonaro, sin embargo, es una región con pocos habitantes.

Y finalmente está la zona centro-este donde se concentran los mayores centros urbanos y con mayor población del todo el territorio nacional de Brasil, justamente esta zona es la de mayor disputa electoral ya que ahí convergen los intereses de las distintas clases sociales que hay en el país, por lo que pueden encontrarse diversas tendencias ideológicas, opuestas entre sí disputándose fuertemente los cargos electorales así como también el nivel de influencia durante los cabildeos de los distintos grupos de interés.

Por todo lo anterior Brasil es un país socialmente complejo, hay muchos intereses de clases sociales que son antagónicos y hasta la fecha no ha habido una solución concreta frente a esto. Regresando a la cuestión electoral, por tendencia  de voto es muy probable que Lula logre hacerse con la presidencia en la segunda vuelta, sin embargo, el bolsonarismo estará lejos de desaparecer, no porqué su líder sea un gran estadista, sino porque realmente hay un sector población que se siente muy identificado con esa visión, y hasta que surja un proyecto nacional en el que todos los sectores sociales, o al menos la gran mayoría, puedan tener cabida, la situación de Brasil continuará como se encuentra ahora, dividida y polarizada.