Espacios seguros

Por intenso calor, recorrido en ingreso a labores escolares. La imagen solamente es ilustrativa.

El hogar, la vía pública y las escuelas son los espacios a donde se desarrolla la vida de las niñas, niños, adolescentes y jóvenes. En el hogar reciben de los padres la educación informal, empezando por la construcción de valores, el aprendizaje de los principios éticos y morales; además, alimentos, casa, vestido y sustento; así como el amor y la protección necesaria para subsistir libres de cualquier amenaza o riesgo alguno. En la vía pública, las autoridades municipales, estatales y federales, tienen la obligación de proporcionarles seguridad pública, tránsito y vialidad y garantizar el orden y la paz social. En las escuelas donde adquieren la educación formal, al recibir y adquirir los conocimientos universales de manera sistematizada, reforzar los valores y crecer como seres humanos. En estos espacios, considerados como los lugares más seguros de la sociedad, las autoridades educativas, los docentes y los trabajadores administrativos y de intendencia, tienen la obligación de velar por su seguridad e integridad física, durante su permanencia en los mismos.

En los salones, los docentes deberán de generar un ambiente propicio, para despertar interés en los alumnos de escuchar e interactuar en el desarrollo de las clases, en un clima de respeto, armonía y tranquilidad. En las áreas de uso común, el personal en general, pero, sobre todo, quienes están contratados como prefectos, así como el personal adscrito a la Oficina Psicopedagógica, si se cuenta con esta o en su caso a la de Orientación Educativa, quienes en conjunto,  serán los responsables de que la interactuación de los alumnos se realice dentro de la normalidad, desde  luego, auxiliados por todos los mecanismos electrónicos que estratégicamente se hayan instalado, para facilitar el trabajo de vigilancia y seguridad escolar.

La seguridad de los alumnos depende prácticamente del trabajo que realicen los prefectos, en coordinación con el personal de la Oficina Psicopedagógica o de Orientación Educativa, ya que su función principal es cuidar y vigilar que no se alteren las condiciones generales de seguridad en el plantel, para que las actividades y la convivencia se realice en un ambiente de armonía y libertad. De ahí la importancia de que las plazas de prefectos deberían ser ocupadas, por profesionales en las relaciones humanas, con vocación de servicio al prójimo, capacidad de liderazgo, para que logren entender la naturaleza y el comportamiento de las niñas, niños y adolescentes y puedan orientarlos y auxiliar a los docentes en el desarrollo de su proceso educativo, en busca de un aprendizaje de calidad.

Los prefectos deberían de ser, una autoridad administrativa, dependientes laboralmente de los directores o subdirectores de los planteles, con plazas de base y salarios suficientes para llevar una vida digna. Además de su preparación académica y habilidades desarrolladas,  deberán conocer y entender algunos documentos básicos que norman el Sistema Educativo Nacional, como la Ley General de Educación, que regula la educación que se imparte en el territorio nacional; El Reglamento Interior de la Secretaria de Educación Pública, para saber cuáles son sus funciones en  la administración del servicio educativo nacional, en el cumplimiento al mandato constitucional; asimismo, los Manuales de organización, del Subsistema Educativo correspondiente, para conocer sus atribuciones y normas específicas. No menos importante, resultaría enterarse de las disposiciones establecidas en el Reglamento de Asociaciones de Padres de Familia, que rigen el funcionamiento de las mencionadas asociaciones que se constituyan en las diferentes escuelas, conforme a dichos lineamientos. Particularmente, todos los manuales y reglamentos internos, para sustentar legalmente sus actuaciones; conocer, las estructuras administrativas de los planteles y las actividades responsabilidad de cada uno de los trabajadores de acuerdo con su plaza laboral y su horario correspondiente y tener un conocimiento preciso sobre el Atlas de Riesgo de los centro educativos y área circundante, para prevenir accidentes y en un momento dado, saber orientar a los alumnos a la hora de un imprevisto, un secuestro, una extorsión o cuando  empiecen a tronar las metralletas.

Desgraciadamente no existen escuelas donde se preparen y acrediten académicamente, prefectos; por lo que no queda otra alternativa, más que seleccionar a quien cuente con el perfil más idóneo y luego, capacitarlo, para que disminuya dicha improvisación. Las personas que he conocido, desempeñando funciones de prefecto, en los diferentes centros educativos, durante mis 22 años, como estudiante y más de 20, como docente; en su mayoría, de la noche a la mañana, han dejado la escoba o el trapeador, para tomar los formatos de control de asistencia de los docentes, sin tener consciencia del nuevo trabajo que desempeñan. O bien, un recomendado de algún funcionario o líder sindical, que por su falta de preparación académica no encontraba acomodo laboral, cayéndole como anillo al dedo, el fácil trabajo de prefecto. Esa anomalía, al parecer no les interesa a las autoridades educativas, por eso, a la hora de un problema de drogadicción, intoxicación, violación o agresión física en el interior de algún centro educativo, por la falta de seguridad escolar, simple y sencillamente nadie asume su responsabilidad, poniendo en duda que las escuelas sean los espacios más seguros de la sociedad.    

La inseguridad que amenaza a muchas escuelas, en las diferentes regiones del país, es uno más de los ingredientes que se suman al desorden en que se encuentra el Sistema Educativo Nacional y en consecuencia a la mala calidad de la educación, sobre todo la que imparte el Estado Mexicano. Para mejorar la educación, no se requiere hacer reformas educativas, investigaciones costosas o ensayar nuevos modelos educativos, sólo es cuestión de voluntad y un poco de humildad, de las autoridades educativas, para que escuchen la opinión de los maestros que trabajan frente a los grupos académicos, y busquen en  los archivos de las diferentes unidades administrativas e instituciones educativas, que alguna vez fueron dirigidas por personas comprometidas con la educación y ahí encontraran la solución, para retomar el camino correcto, que desde hace más de cinco décadas se ha perdido y vuelva a ser la educación del pueblo una prioridad social y no un botín de grupos políticos y para que los centros de educación superior, dejen de ser fábricas de profesionistas  desempleados.