ECOS LATINOAMERICANOS: ¿Quiénes son los llamados “libertarios” en América Latina?

¿Y cuál su situación política en América Latina? (Imagen: especial)

Desde los últimos años, particularmente tras la crisis económica de 2008, han venido apareciendo en el terreno político y de medios de comunicación, distintas figuras que se autodenominan libertarios, quienes normalmente se declaran personas “antisistema” y han buscado por diversos medios expandir su influencia y dar a conocer sus diversas propuestas, especialmente en materia económica ¿Pero quienes son realmente estas personas? ¿Y cuál su situación política en América Latina?

El movimiento libertario tiene sus orígenes en la segunda mitad del siglo XX en EUA. Un sector político, aunque muy minoritario, de dicho país fomentaba la idea del individualismo exacerbado como elemento para el desarrollo de la sociedad, y sobre todo el modelo de libre intercambio de mercado como herramienta central para dicho desarrollo. Lo anterior en el contexto de una reducción considerable de la intervención del estado en materia económica, no solo en la cuestión de subsidios, sino también en políticas proteccionistas o de fomento de impuestos para cierto tipo de actividades. Básicamente el libertarianismo buscó un modelo de “laissez faire, laissez passer” o “dejar hacer, dejar pasar” en español, pero potencializado hasta donde fuese posible.

Incluso algunos libertarios han tomado en sus discursos la idea de que el Estado es el origen de todo mal en las sociedades, y que incluso la existencia de este último es lo que ha fomentado un subdesarrollo en los diversos estratos de la sociedad. Por todo lo anterior su propuesta más directa y radical es la desaparición del Estado como entidad reguladora y que únicamente sea la propia sociedad por acuerdos de voluntad individual quienes tomen las riendas de la regencia no solo política sino económica.

Estos movimientos fueron desconocidos en nuestra región hasta la segunda década del siglo XXI. Y sobre todo tras el retroceso de los gobiernos neoliberales de finales de los ochenta y que prácticamente se instalaron en casi toda la región durante los noventa. La llegada de gobiernos de izquierda a partir del siglo XXI puso a la defensiva a los defensores del modelo neoliberal, pero fue la crisis de 2008 la que puso en serios cuestionamientos la efectividad de su modelo político-económico.

Fue en dicho punto donde los libertarios surgen como corriente dentro del espectro ideológico del neoliberalismo en América Latina. Para ese momento el liberalismo o neoliberalismo más institucional y reformista, inició procesos de discusión sobre los limites reales que podría ejecutar el modelo señalado, llegando incluso a señalar que en muy específicos aspectos el Estado si tenía legitimidad para intervenir en materia económica, pero solo de manera muy excepcional, sobre todo en  momentos de crisis.

La corriente libertaria fue hacia el lado contrario, lejos de querer admitir los límites del modelo neoliberal, los libertarios sostuvieron el discurso de que dicho modelo había fallado en 2008 por no haber sido correctamente aplicado. Acorde a la visión libertaria todavía había existido demasiada intervención del Estado en la economía y por eso el neoliberalismo no había funcionado adecuadamente, en palabras más metafóricas el neoliberalismo no había funcionado adecuadamente por no haber sido lo suficientemente neoliberal.

Esta lógica de radicalizar la ideología como forma de justificar sus fallos prácticos no es exclusiva de los libertarios, antes de ellos los marxistas-leninistas, sobre todo de corriente estalinista, la utilizaron para justificar la caída de la URSS. Pero ahora, con el cuestionamiento tan crítico de la globalización, los libertarios tratan de optar por la radicalización para mantener viva la ortodoxia neoliberal.

Tristemente a diferencia de los neoliberales reformistas y no ortodoxos, los libertarios pretenden evitar una reflexión sobre la intervención del estado en la regencia de la vida de los ciudadanos, o en todo caso la hacen solo a conveniencia ideológica y no con un autentico proceso de análisis. Esto es muy notorio al observar las propuestas que buscan la desaparición gradual del Estado en la sociedad.

Y es que justamente la idea del Estado fue generar una entidad pública que consiguiera la estabilidad y el monopolio de la fuerza para tratar de evitar conflictos entre individuos, o que en todo caso tales conflictos fuesen encausados de la manera más ordenada posible. Desaparecer el rol del Estado como proponen los libertarios, no solo exacerbaría aún más la desigualdad económica, sino que incrementaría enormemente las posibilidades de conflictos. Basta recordar cómo Hobbes describe al Estado como un monstruo que evita que otros monstruos puedan depredar la sociedad.

El famoso  estado de naturaleza era justamente el momento en donde los distintos individuos de una sociedad no tenían alguien o algo que los rigiera y cada uno luchaba como podía por su propio interés, esta situación culminó en violencia, saqueos, y guerras civiles, hasta que finalmente una facción triunfadora se apropió del poder y estableció reglas para la regencia sobre un territorio determinado. Guste o no, el Estado justamente es la entidad que limita y regula la conducta humana, toda vez que nuestra especie aun no ha conseguido una etapa de desarrollo evolutivo que permita desentenderse de una entidad que deba monopolizar la coacción para garantizar el cumplimiento de reglas y acuerdos y, en términos y objetivos más recientes, tratar de generar una base de desarrollo a los distintos individuos para que puedan crecer en términos socioeconómicos.

En Latinoamérica figuras como Javier Mileli, Gloria Álvarez, Axel Kaiser, entre otras tantas, plantean este modelo como una reacción ante el cuestionamiento de la efectividad neoliberal, y aprovechan el desencanto contra los sistemas políticos latinoamericanos, que sin duda alguna no están en las mejores condiciones, para propagar sus discursos. Sin embargo, como ya se explicó, el final de facto al que conducirían a las sociedades con la desaparición del Estado o incluso con una reducción drástica del mismo, sería a una nuevo Estado de Naturaleza en donde finalmente los individuos con mayor fuerza que se alíen entre ellos terminarían convirtiéndose en las nuevas élites políticas y recreando otra vez, solo que, con otros términos, al propio Estado.

Sin embargo, de nueva cuenta este tipo de movimientos se ven nutridos por la falta de resultados concretos de parte de las instituciones y sistemas políticos tradicionales. Si se busca reducir la fuerza de estos movimientos, las élites políticas actuales deben empezar a generar resultados tangibles no solo en el aspecto sociopolítico, sino socioeconómico.