DEBATAMOS MICHOACÁN: Cuerpo humano violentado, es cosificado

Ver a la persona como es en su construcción de conciencia, y no como cosa, nos permite comprender la importancia de la alteridad. (Foto: cortesía Gerardo Herrera)

Las sociedades de consumo y hoy de hiperconsumo han generado dos miradas del mundo, por un lado, el de las cosas (la naturaleza cosificada y sus elementos abióticos) que produce individualismo y valores líquidos (Lipovetzky y Bauman), pero también hay otra mirada, que produce comunalidad como las comunidades originarias (Santa Fe de la Laguna, Cherán, San Francisco Pichátaro, el EZLN); en la vida personal de cada persona transitamos en ambos mundos. Pese a ello, existe una tendencia en el mundo derivado del hedonismo, narcisismo, búsqueda del éxito, del placer, la meritocracia, donde el mundo de las cosas, las marcas y los contenidos cobra mayor importancia, las personas desafortunadamente no, y al parecer tampoco su vida.

Las cosas, desafortunadamente son más importantes que las personas, y hoy, frente a la violencia, nos guste o no, la población está siendo vista como una cosa; tratamos a las personas como cosas, como objetos, cuya funcionalidad se articula al hedonismo, al placer.

Ejemplos como Cheran, principalmente, y algunos centros urbanos, se continúa privilegiando la amistad y la buena vecindad; espacios de baja concentración de personas o población, permiten mantener el diálogo como una riqueza y no como pérdida de tiempo, en donde en ocasiones se sacrifican bienes materiales en pos de fortalecer la cohesión social; un ejemplo claro es la Colonia Rio Volga en Uruapan, en donde sus liderazgos han generado procesos de cohesión social (confianza, identidad, valores comunales y convivencia que transita a la fraternidad y desde luego a la participación), tal es el caso que han conformado un Comité Ciudadano de la defensa de las áreas verdes y los humedales, con gran impacto dentro del Parque Urbano Ecológico de Uruapan (reforestación, mantenimiento y limpieza del área protegida, eventos de sensibilización, recorrido de alumnos para avistamientos, eventos culturales, señalética, recolección de desechos sólidos, y de escombro).

En diversas ocasiones trabajando en Río Volga con Pedro Cantú y el profesor Alfredo Miranda, Miguel y otros vecinos y líderes, me doy cuenta que funciona perfectamente el diálogo en respeto; es el diálogo en horizontalidad, en complementariedad, ecología de saberes, pero también en alteridad, y son la otredad quienes tienen la capacidad de ser escuchados en sus comentarios por la población. Es decir, el otro no se ve como cosa, sino como persona, como humano, y es escuchado y se sienten sus necesidades, emociones y proyectos. Es decir, las personas son escuchadas y tomadas en cuenta, haciendo posible ejercer la alteridad a la que se refiere Carlos Skliar; pero igualmente es un diálogo en tolerancia, se reconocen diferencias, pero se acepta que quienes participan del diálogo tienen los mismos derechos y por ello, existe el respeto.

De esta manera, ver a la persona como es en su construcción de conciencia, y no como cosa, nos permite comprender la importancia de la alteridad, la intersubjetividad, la tolerancia y el respeto, se siente la empatía y se genera el cuidado y el respeto, pero no su utilidad de la otredad como cosa.

Vivir sin violencia es una aspiración legítima de la sociedad, pero debemos de transitar a otras formas de organización social, tanto en prácticas de consumo, como en la intersubjetivación, con otros mandatos de masculinidad y feminidad, con un nuevo perfil social del hombre y de la mujer, que incluyan sin prejuicios la diversidad cultural, social, lingüística, de credo religioso y sexual.

Hace años vi la película Naranja Mecánica, filmada en Inglaterra, me horrorizo la violencia en contra de minorías y de personas indefensas, hoy esa película es una caricatura frente a lo que vemos todos los días, cuerpos de hombres y mujeres asesinados aventados a la calle, a los espacios públicos como si fueran basura, como si fueran cosas; los feminicidios a la alza; entonces, me pregunto, algo como sociedad hacemos mal, porque ni las normas, ni las estructuras operativas, tampoco el diseño de política pública lograron terminar con estos problemas, entre otros, al considerar a las personas como cosas y es que podemos hacer modificaciones pero si no lo hacemos desde la dignidad humana, el respeto a los derechos humanos y las libertades, con valores, principios y virtudes sociales, nada cambiara.

Ayudemos a promover espacios libres de violencia desde nuestra participación en primera persona, no más violencia contra niños, niñas, mujeres, y desde luego, adultos mayores.