ECOS LATINOAMERICANOS: La revolución irreconocible

Frente Sandinista de Liberación Nacional. (Foto: especial)

En julio de este año se cumplirán 44 años de la revolución nicaragüense que logró derrumbar el régimen de Anastasio Somoza en Nicaragua, mejor conocida como la revolución sandinista. Sin embargo, hoy por hoy tal evento solo se mantiene en el nombre, el proceso político que sucedió tras la caída de la dictadura de Somoza y el triunfo revolucionario ya no tiene ni la más remota esencia de lo que alguna vez fue.

Para el 20 de julio de 1979 las tropas rebeldes capturaban Managua, tras lustros de enfrentamiento con una de las dinastías políticas más poderosas de Centroamérica, el Frente Sandinista de Liberación Nacional finalmente se hacia con la victoria y de esta forma vengaban la muerte de su héroe histórico, Augusto César Sandino, muerto durante 1934 haciendo frente al intervencionismo estadounidense en Nicaragua.

La revolución sandinista marcó un hito histórico en la región latinoamericana. Para ese entonces muchos creían que el fenómeno revolucionario, es decir, el triunfo mediante la lucha armada era impensable, y el único país que lo había conseguido, Cuba en 1959, había sido una mera anomalía política en una región que para aquel momento estaba gobernada por gobiernos autocráticos liderados sobre todo por militares pro-estadounidenses.

El triunfo del sandinismo en aquel momento significó una esperanza para el pueblo nicaragüense, no solo era el fin de una de las autocracias más brutales de la región, sino que incluso se esperaba que el gobierno revolucionario mejorara sustancialmente las condiciones de vida de la mayoría de Nicaragua.

Lamentablemente esto no ocurrió, el proceso revolucionario fue más lento y torpe de lo que podía haberse esperado. Sumado a ello, las disputas entre los diversos jefes revolucionarios culminaron con el nombramiento de Daniel Ortega como presidente. Paradójicamente Ortega había sido considerado como un comandante de menor importancia durante el proceso revolucionario, a lo que se consideró que alguien con ese perfil posiblemente serviría como un elemento que mediara las disputas entre altos mandos.

El primer gobierno sandinista pretendió la realización de diversas políticas sociales, lamentablemente elementos como la corrupción y la arbitrariedad fueron degenerando el proceso revolucionario. Aprovechándose de ello EUA financió a diversos grupos inconformes con el triunfo sandinista para tratar de derrocar militarmente a la revolución, tales grupos se aglutinaron en la llamada “Contra”.

Al final, la propia revolución se vio forzada a realizar un acuerdo con los líderes de la contra e iniciar un genuino proceso democratizador. Aparentemente el sandinismo tenía ventaja electoral, pero las malas prácticas al frente del gobierno terminaron por propulsar su derrota en las urnas en 1990. A partir de ese momento el sandinismo replanteó su estrategia política, ahora tratando de aproximarse a sectores que antes le eran antagónicos como lo fue el sector empresarial.

Gracias a esta estrategia y al cambio coyuntural que involucraron los primeros años del siglo XXI, el sandinismo regresó al poder en 2007, de nueva cuenta de la mano de Daniel Ortega. Lamentablemente, su reacomodo político no se tradujo en la instalación de un genuino estado de derecho, ni mucho menos en combate a la corrupción. Si bien, hubo más estabilidad tanto política como económica, que de alguna forma beneficiaron a la población en general, las viejas practicas clientelares y de desvío de recursos siguieron operando.

Aunque la corrupción es un factor negativo en la mayoría de los casos, también es un hecho que es un fenómeno recurrente en buena parte de América Latina, por lo que la mayoría de los pueblos de la región ya la tienen considerada como un elemento de cotidianidad con el que tienen que adaptarse día con día; dicho fenómeno no fue durante años un estorbo para el gobierno de Ortega o de parte de los sandinistas, aun así, nunca faltaron opositores, tanto fuera como dentro de las filas del sandinismo que denunciaban malas prácticas administrativas.

A pesar de la corrupción, hasta hace unos pocos años al régimen de Ortega se le consideraba un régimen democrático, con muchas imperfecciones y defectos, pero democrático finalmente.  La tolerancia del régimen con la realización de elecciones libres y competitivas le permitió a Ortega gozar de cierta legitimidad en su momento, al mismo tiempo pretendió beneficiarse de un acercamiento geopolítico con China tratando de viabilizar el desarrollo de un segundo canal interoceánico que atravesara a la nación nicaragüense, sin embargo, hasta la fecha el proyecto no se ha concretado.

Ortega logra que se le autorice su reelección en 2012, habiendo conseguido la victoria por una cómoda mayoría. Ortega, ahora con su esposa como candidata a vicepresidenta, Rosario Murillo, vuelve a competir en 2017 por un tercer periodo, teniendo mucha oposición de diversos sectores, no obstante, se aceptó su candidatura y su posterior triunfo.

Sin embargo, partir de 2018 comenzaron a hacerse recurrentes los encarcelamientos de líderes opositores, incluyendo excombatientes del sandinismo que eran aliados del régimen. Para el señalado año se realizaron protestas masivas que pretendieron dar fin al régimen, pero Ortega y su grupo utilizaron a las fuerzas de seguridad para frenar tales actos, a pesar de ello continuaron manifestaciones contrarias al orteguismo. En 2022 Ortega volvió a ser candidato en un escenario donde la mayoría de los lideres de oposición estaban presos o exiliados, por lo que buena parte de la comunidad internacional consideró dichas elecciones como una farsa electoral.

Hasta la fecha Ortega continúa deteniendo y exiliando a sus opositores, llegando incluso a quitarles la nacionalidad a quienes en algún momento lucharon contra Somoza bajo el estandarte del FSLN. Ahora el único legado que queda de dicho movimiento es meramente simbólico, ya no existe más la revolución sandinista, sus lideres están siendo perseguidos por el régimen de Ortega, mismo que se ostenta como el único heredero del sandinismo.

A estas alturas Ortega tiene más proximidad histórica con Somoza que con Sandino, aun no es posible determinar cual será el futuro del régimen de Nicaragua, algunos han vaticinado su desaparición o derrocamiento, pero tampoco parece haber señales claras de ello, basta ver casos como el de Venezuela para saber que las autocracias no caen fácilmente y que incluso están dispuestas a negociar hasta cierto punto cuando lo consideran conveniente para su propia supervivencia.

Pero de algo se puede estar seguro, la revolución ha sido traicionada en Nicaragua, no de las manos del conservadurismo, ni tampoco de parte de movimientos que pretendieran restituir la Nicaragua de Somoza, sino del propio Daniel Ortega, al que finalmente la historia terminará por juzgar como el responsable de la debacle del sandinismo contemporáneo, ya que la alguna vez admirada y querida revolución nicaragüense, hoy en día está irreconocible.