Los nombres de la tierra

Aunque los nombres han estado allí desde siempre la verdad es que esos nombres que le damos a la tierra hablan más de nosotros que de la tierra misma.

Quince Pasos sobrevivió a esta primera apropiación que la gente hizo al nombrarle así | Foto: Pixabay

Es difícil saberlo, pero el nombre que le han dado a esta tierra parece sacado de una novela. Uno se pregunta sobre la motivación de semejante nombre. Quien así la designó tal vez no requirió de mayores disquisiciones. Habrá sido, acaso, expresar un hecho tan ordinario y simple como caminar y medir una distancia.

Ahí, muy cerca está otra tierra nombrada como Congoja. Tienes que estar atrapado por los hilos de un sentimiento que en verdad te duela para convencerte de que ese lugar debe llamarse así. Y no es porque aquello sea un páramo y falten la vitalidad del bosque, el aire resinoso, sus aves y sus venados, porque tampoco faltaba el agua ni un paisaje hermoso en sus amaneceres o la frescura de sus tardes.

La Congoja era el estado emocional de quien nombraba así a la tierra. Quien allí llegó con seguridad buscaba la consolación. Aunque los nombres han estado allí desde siempre la verdad es que esos nombres que le damos a la tierra hablan más de nosotros que de la tierra misma.

¿Pero, Quince Pasos? De dónde provino llamarle a esa cañadita de esa manera. ¿Quince paso hacia dónde, o desde dónde o para dónde? El nombre ha estado allí siempre, desde que alguien vino y con las palabras acuñó una identidad para un lugar. Un lugar que había sido ajeno a todo nombre.

El nombre fue el primer medio que los pobladores tuvieron para apropiarse y fundirse con la cañadita poblada de pinares, encinales y un caudal transparente de agua. Quince Pasos tomó el significado de sus dones naturales: agua para las parcelas, para el ganado; madera para las casas, animales silvestres para el alimento; paisaje para apaciguar las tribulaciones del alma y conectarse con lo sublime y con dios.

Quince Pasos sobrevivió a esta primera apropiación que la gente hizo al nombrarle así. Establecieron un primigenio acuerdo no escrito con el lugar. Un acuerdo de respeto recíproco: vivir y dejar vivir.

El acuerdo se respetó por muchos años. Tomar lo indispensable y retribuir con cuidados garantizó estabilidad para todos: Quince Pasos y sus pobladores. Pero, como en casi todos los lugares, la relación entre humanos y la tierra nombrada es parecida a la amistad entre el coyote y la gallina, el coyote dejó aflorar su condición y devoró a la gallina.

Quince Pasos ha terminado en la mesa del coyote. El pacto ancestral ha sido roto, como rotó está el pacto entre la humanidad y la tierra. Y no ha habido arrepentimiento o consideración por sus aguas, sus pinos, sus encinos, sus animales salvajes, su tierra, ni tampoco sentimentalismo por la destrucción de un paisaje que les regaló salud y sueños a sus viejos pobladores.

Quien nombró a esta tierra como Quince Pasos y a la de más arriba como Congoja uso palabras amables para humanizar las virtudes naturales de esa tierra. Porque hay de palabras a palabras. Por ejemplo, no usó palabras como “la quemazón”, “la ruina”, “moridero”, “el agua seca”, “rio de tierra” o “la tala”.

Resulta que ahora Quince Pasos debe ser nombrado con las palabras más desalentadores. El caudal de su río está formado por un grueso manojo de mangueras negras que se llevan toda el agua de su caudal para la bonanza aguacatera; sus bosques están siendo derribados sin misericordia alguna para imponer huertas; sus pinos están siendo talados para el mercado ilegal. ¡Su paisaje está arruinado!

Quince Pasos es un nombre sacado de una novela ― ¿Quién le pone así a su tierra? ― El nombre romantizó ese lugar, como romantizado está la designación de la Congoja.

Ahora que, viéndolo bien, sí es un nombre, pero de novela realista. Bien le vendría la designación de Quince Pasos rumbo al infierno. Que por cierto coincide con la ruta que hemos seguido como humanidad en el trato que le estamos dando a la madre tierra, independientemente del nombre amable que hemos querido darle a cada lugar en donde hemos puesto nuestros pies.

¿Pero, Quince Pasos existe? Sí, no es una referencia metafórica de cerros, ríos, valles y cañadas que nuestra civilización empeñosa destruye en nombre del progreso y la prosperidad. Quince Pasos es una localidad serrana al sur de Villa Madero que en este momento está siendo devastada con consecuencias funestas para sus pobladores que han perdido su derecho humano al agua, y además se les ha quebrado la fantasía de una Arcadia llamada Quince pasos.

El nombre de novela que se han merecido nuestros pedazos de tierra debe ser reivindicado y resarcido el pacto ancestral de generosidad, respeto y cuidado que quiso permitir que durante siglos la convivencia entre humanos y naturaleza pudiera transitar sin heridas irreparables.