Estrellas de los bosques

Las luciérnagas son garante de vida. Debemos crear las condiciones para su reproducción y vida. (Foto: especial)

A las cero horas del pasado sábado 24 se prendían hogueras pidiendo se quemará lo malo y solo vinieran coas buenas. Era la noche de San Juan, la famosa noche que inmortalizó Shakespeare, en el Sueño de una noche de verano, donde la magia del bosque lograba lo inimaginable.

La llegada del solsticio de verano se celebra independientemente del país, religión o cultura teniendo al sol como protagonista.

El ser humano siempre observó el cielo, principalmente el movimiento del sol y la luna, y se empezaron a crear patrones y rituales, sobre todo para estar comunicados con el cielo y la tierra, pues a ellos se debían, y había que agradecer.

Empezaron a notar cual era la noche más larga, y sus efectos en la naturaleza, en la mente y corazón de los hombres, y así fueron creándose los mitos.

En la mitología celta existe una deidad llamada ‘Dana’ a la que se asocia al sol y se le concibe como la Diosa del Verano. Se le identifica con colores como el rojo, el naranja, o el dorado, y a la llegada del solsticio de verano, se le hacen peticiones quemando hojas de laurel o flores como la camelia. Se dice que tiene la posibilidad de cambiar lo bueno por lo malo y su presencia se nota más en la noche de este evento. También se la conoce como “Diosa del Éxito”.

Dentro de la mitología nórdica, hay un dios que fue muy importante para sus creyentes: el dios Frey, dios nórdico de la lluvia, del sol, de las cosechas y de la fertilidad. Poseía la Summarbrander, la ‘’espada del verano’’. Se casó con Gerör, una gigante considerada diosa de la tierra. Por otro lado, suele mencionarse la presencia de Baldur como dios de la luz, la pureza y del sol del verano, hijo del mismísimo Odín.

Las tribus Innu que significa pueblo perfecto, también conocidas como Montagnais y Naskapi, (ubicadas en el este de Canadá), tenían la creencia que dos hermanos eran quienes jugaban con el cambio de las estaciones: Nipinoukhe era el encargado de traer las buenas temperaturas y el verano, y Piponoukhe, aquel que se encargaba de traer de vuelta al invierno. El primero de ellos se pensaba que vivía en el sur y el segundo, en el norte, lugares donde predominaban los climas que controlaban.

Eran los tiempos en que había plena conciencia de que el hombre y la naturaleza, eran uno.

Recordemos la sabiduría de los Mayas, cultura que se caracteriza por sus grandes conocimientos matemáticos, astronómicos y arquitectónicos.

Hay una leyenda Maya, que narra que fue el dios maya del Sol, Kin, quien en el día del solsticio de verano dividió en dos, el templo de Kukulkán en Chichén Itzá, para anunciar el día más largo del año, cuando el Sol tiene su máximo desplazamiento o declinación al norte y en uno o dos días iniciará su retorno al este. Para los mayas, este fenómeno marcaba el inicio de recolección de los frutos y las cosechas.

Es en el solsticio de verano, cuando Kin está en su punto más cercano al norte, la cara noreste de la majestuosa pirámide llamada el castillo, se ilumina por completo durante 30 minutos, mientras que el suroeste quedará en total oscuridad. Inclusive llega un momento en que el Sol se pone justo a la altura de las escaleras norte y este de la pirámide, lo cual permite que, con exactitud matemática, Kukulkán, la serpiente emplumada (equivalente a Quetzalcóatl) descienda a la tierra por las escalinatas de la pirámide.

Durante la noche más larga del año se prenden hogueras por todo el planeta, las cuales lanzan al cielo las plegarias de los humanos.

 El fuego pareciera querer tocar el sol, y en su intento el fuego pareciera volar, convirtiéndose en momentos en luciérnagas, las cuales con su brillo de estrellas parecieran recrear el cielo en la tierra.

Desde hace milenios el cielo ha sido observado, y seguramente el cielo nos observa. Quizás por eso existen las luciérnagas, para recordarnos que el cielo puede ser en la tierra.

 Las luciérnagas existen desde hace milenios, incluso hay representaciones de ellas, en sitios arqueológicos como el de Toniná Chiapas.

Las luciérnagas son insectos muy conocidos, pero poca gente sabe que son en realidad escarabajos, miembros noctámbulos de la familia de los lampíridos (Lampyridae). La mayoría de las luciérnagas tienen alas, lo que las distingue de otros insectos luminiscentes de la misma familia, conocidos comúnmente como gusanos de luz.

Existen unas 2000 especies de luciérnagas. Estos insectos viven en diversos entornos cálidos y en regiones más templadas, y se hacen presentes en las noches de verano. Les encanta la humedad y por ello se encuentran a menudo en regiones húmedas de Asia y del continente americano. En zonas más secas se pueden encontrar en las proximidades de áreas húmedas o pantanosas que retienen la humedad.

Todo el mundo sabe por qué las luciérnagas se llaman así, pero pocos conocen cómo produce este insecto su brillo característico. Las luciérnagas tienen órganos lumínicos especiales situados bajo el abdomen. Cuando absorben oxígeno, éste se combina dentro de las células especiales con una sustancia llamada luciferina y reacciona produciendo luz sin apenas generar calor.

La luz de la luciérnaga es por lo general intermitente, y brilla de un modo específico en cada especie. Cada forma de brillar es una señal óptica que ayuda a las luciérnagas a encontrar posibles parejas. Los científicos no saben exactamente cómo regulan los insectos el proceso de encender y apagar su luz.

Las hembras depositan sus huevos en la tierra, y allí es donde las larvas se desarrollan hasta la fase adulta. Las larvas se alimentan bajo tierra de gusanos y babosas, a las que entumecen inyectándoles un fluido paralizante. Los adultos se abstienen de comer esta clase de presas y se alimentan habitualmente de néctar o polen, aunque algunos adultos no ingieren alimento alguno.

Donde hay un bosque sano, hay luciérnagas. Para vivir y reproducirse requieren árboles, buena tierra donde crezca maleza, en donde puedan depositar sus huevecillos sin ser molestados.

Los bosques han sido víctima de muerte, por lo tanto, la perdida de la memoria, sobre la salud de nuestro entorno natural. Con el paso de las generaciones, olvidamos que alguna vez existieron campos y bosques a nuestro alrededor, en los que habitaban miles de luciérnagas y otros seres vivos.

Se puede decir, que la extinción de las luciérnagas comenzó con el olvido.  La humanidad olvidó la conexión con la tierra y con el cielo, Olvidó la importancia de los bosques, del agua, del aire puro, del respeto a la vida.

Olvidamos, y al olvidar dimos paso a la muerte, a la extinción de cientos de especies. Hemos olvidado la vital e importancia que tiene la conexión hombre -tierra, hombre-agua, hombre-medio ambiente

Buscando datos sobre las luciérnagas, encontré esto de Fray Bernardino de Sahagún, escrito en castellano antiguo, el cual respeté en la transcripción. (Historia general de las cosas de Nueva España, t. III, 2000, p. 1056.)

 “Hay muchas maneras de luciérnagas en esta tierra, y a todas las llaman ícpitl. Hay unas dellas; llaman cóquitl. Son como langustas, un poco más larguillas, y andan en tiempo de las aguas. Y voelan de noche muchas dellas, y tienen luz, así como una candela en la cola, y algunas veces alumbran más que candela como hacha de tea cuando es la noche muy escura. Algunas veces van volando muchas en rencle, y algunos bobos piensan que son aquellos hechiceros que llaman tlahuipuchme, que andan de noche y echan lumbre por la cabeza o boca. Otras luciérnagas hay que son como mariposas, y tienen en la cola luz. Hay unos gusanos que también tienen luz en la cola y relucen de noche. Otras luciérnagas hay que llaman azcapapálotl. También tienen en la cola lumbre. Otras luciérnagas hay que llaman cópitl. Tienen alas. A trechos cubren la lumbre y a trechos la descubren. Todas éstas andan de noche, y relumbran volando, eceto los gusanos, que no voelan. Hay un escarabajuelo que se llama. Es muy hermoso. Relúcenle las conchas como esmeralda. Ningún daño hace”.

(Enrique Vela, textos y selección). “Luciérnagas”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 86, pp. 68-69.

Existe en Japón y en Tlaxcala santuarios de luciérnagas. En Tlaxcala hay una reserva natural de 200 hectáreas ubicada en el municipio de Nanacamilpa.

 En   Japón, en la antigüedad, se creía que las almas de los guerreros samurái muertos durante la batalla se convertían en luciérnagas. En varias leyendas medievales, se describen a las luciérnagas como hadas de los bosques.   Las luciérnagas por su luz siempre han sido admiradas, así fue en varias culturas ancestrales donde se les asociaba con las almas que habían partido

Desde la antigüedad y hasta nuestros días se les consideran seres mágicos, pues por donde ellas van, desparece la oscuridad

En Morelia, había muchas luciérnagas, sin embargo, por la urbanización, la luz en las calles durante la noche, el no encontrar más que cemento, el no encontrar tierra húmeda, agua, arboles, se han ido extinguiendo,

Hasta hace unos años aún se podían ver sobre todo al sur de Morelia, sin embargo, cada día hay menos. Así como cada día hay menos agua, menos aire limpio, menos árboles, y más y más cemento.

La existencia de las luciérnagas va de la mano con un entorno saludable, no contaminado. Donde haya aire puro, agua limpia, lugares con árboles y lo más importante: que su paz no sea alterada por la contaminación producida por los humanos; ruido, luz artificial, insecticidas, poda y quema de pastizales.

Las luciérnagas son garante de vida. Debemos crear las condiciones para su reproducción y vida. Si las llegas a ver, no las perturbes. Eso sí, puedes pedirles un deseo.

Desde muy pequeña fui encantada por las luciérnagas, desde entonces soy amiga de las estrellitas en la tierra.