Apuntes para el montaje eterno del Teatro Matamoros

Caciques regionales, múltiples políticos, dinero esfumado, postergación incesante: el caso Mariano Matamoros podría ser un argumento teatral.

El teatro se inauguró en marzo de 2021 | Fotografía: Archivo

Morelia, Mich.- El caso del Teatro Mariano Matamoros retrata a la perfección el contexto político de México; por la disposición de los hechos, sería digno de una canción de Chava Flores o de una obra teatral de Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio (LEGOM).

Seis meses y once días faltaron para que el Mariano Matamoros se inaugurara en la fecha exacta del Bicentenario de la Independencia de México, como estaba previsto; es decir, se anticiparon en su apertura.

En el arranque de la obra, el entonces gobernador de Michoacán, Leonel Godoy Rangel, no precisó si el teatro se esperaba para el bicentenario del inicio de la lucha armada o para el de su consumación, el 21 de septiembre de 1821, cuando el Ejército de las Tres Garantías entró triunfal en la Ciudad de México.

Fue así que el 16 de marzo de 2021, abría su opaco telón el otrora Cine Colonial, transformado según su directora Sonia Mejía Estrada en “un Ferrari”: era el Corporativo Cinépolis el que entraba triunfal en el nuevo teatro., que ahora en más tendría Garantía Cinépolis.

Al frente de la administración del recinto, que se supone vendría a subsanar la carencia de espacios culturales para los gremios artísticos del estado, se ponía un patronato cuyos nombres no aparecen por ninguna parte, en tanto se designaba como directora a quien fuera encargada de la Cadena Cinépolis por 15 años.

“Nosotros hacemos mil salas de cine al año. No entendíamos por qué no terminaban este proyecto. Nos acercamos al gobierno y nos pide que empecemos a revisar: la sorpresa es que no existía un proyecto. Sólo unas presentaciones donde veías una sala multiusos, el black box: un cascarón”, expresó Mejía Estrada en una entrevista consignada en el texto “Teatro Matamoros: estampas de un escenario que resucita”.

Es cierto, el Corporativo Cinépolis, cuyo director Alejandro Ramírez es uno de los empresarios más poderosos del país, tiene 871 cines y seis mil 728 salas de exhibición no sólo en México, sino en Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Panamá, Chile, Perú, Colombia, Brasil, Argentina, Estados Unidos, España, India, Indonesia e incluso Arabia Saudita.

El corporativo de Alejandro Ramírez se acercó a ver por qué no terminaban el proyecto. Corte a: cuando el teatro se finaliza, mil millones de pesos después y más de una década tarde, cuenta con “sonido con sistema Dolby Atmos de 360 grados, cabina de proyección y la pantalla de cine removible más grande de Latinoamérica”. ¿Para qué quería Cinépolis una nueva sala de cine de 550 butacas en el centro de Morelia? ¿Es para presumir en su festival de cine?

Tres días más tarde de la apertura del teatro-cine, Godoy Rangel ingresó al recinto y declaró: “Quedó bonito… No se terminó en mi gobierno porque Felipe Calderón no nos dio los recursos que le correspondían”.

Ese Ferrari o “caja chica” de varias administraciones estatales, costaría más de 750 millones de pesos, aunque parece poco, ya que no se han hecho públicas las cifras finales, que deben ascender con facilidad a más de mil millones.

Que el cine fuera inaugurado en la década de los 50 por el gobernador de Michoacán, Dámaso Cárdenas del Río, y que en la muerte de ese espacio emblemático estuviera involucrado su sobrino Cuauhtémoc Cárdenas Batel, cuyos hipotéticos delitos como secretario del Fideicomiso del Teatro Mariano Matamoros ya prescribieron, parece sólo una casualidad.

Sin embargo, en una tragedia esa casualidad podría ser el ‘error trágico’ o hamartía que condena al nuevo Edipo michoacano: Cuauhtémoc Cárdenas Batel no es culpable, los culpables son los dioses y su destino, que lo hicieron nacer en esa estirpe de Cárdenas, cuyo tío precisamente inauguró seis décadas antes el Cine Colonial.

Mientras duró el dispendio (se había planteado inicialmente gastar 150 millones en la remodelación del cine para volverlo un teatro) y su postergación infinita, el exalcalde de Morelia, Salvador Abud Mirabent, dijo que el Matamoros era un “elefante blanco” y que pese a ser edil capitalino no lo dejaban ingresar a la obra: “Es un monumento a la ineficiencia y la opacidad para el que se ocupa VISA para entrar”, declararía el 17 de mayo de 2015.

Pero era obvio que algo se iba cocinando, la entonces secretaria de Turismo (Sectur) municipal, Thelma Aquique Arrieta, en la primera administración de Alfonso Martínez Alcázar, ante la pregunta “¿Cuál es el objetivo primario del teatro?”, respondió el 13 de junio de 2016: “Concluyamos el Teatro Matamoros y luego pensamos en todo lo demás… no (hay que) querer generar un monstruo, un elefante blanco, cuando lo prioritario es que sea una sala para música, teatro y cine”.

Nunca se ha ocultado el hecho de que el primer secretario del Fideicomiso del Teatro Mariano Matamoros, Cuauhtémoc Cárdenas Batel, es amigo personal de Alejandro Ramírez, presidente de Cinépolis, ambos cofundadores junto a Daniela Michel del Festival de Cine de Morelia.

Cuando uno piensa, “está bien, se quedaron con el teatro, ya ni modo”, de pronto ve que proyectan comedias románticas hollywoodenses de hace veinte años, cintas del cine mexicano que pasan en televisión abierta los fines de semana o los seis primeros episodios de la Guerra de las galaxias, todo con su sonido Dolby Atmos de 360 grados y su pantalla removible más grande de América Latina. Ah, y qué cobran por dejarlo a uno entrar el fin de semana para ver el encendido de la Catedral.

En el colmo del melodrama, cuando se cree que el asunto del Teatro Mariano Matamoros ya se acabó y que todo ha concluido, se entera uno en los medios que se realizan raves en el sótano del recinto cultural de más de mil millones de pesos, que se piden cuotas de recuperación por ello y que la directora Sonia Mejía con más de 15 años en el Corporativo Cinépolis dice no saber quién organiza esos eventos ni quién los cobra.

El último capítulo de este montaje sin término, ha sido esta semana la presencia pactada el 21 de julio del artista y coreógrafo Saeed Hani, con su compañía Habu Dance, traído por la asociación Investigación y Desarrollo de Expresiones Escénicas y Audiovisuales (IDEEA), que publicó este 18 de julio un comunicado donde se afirmaba de condiciones leoninas de contrato y una cancelación de última hora de la función INLET: Muros y Fronteras por parte de Mejía Estrada y el Teatro Mariano Matamoros, quien después ha buscado desmentir a la asociación y, por magnanimidad de ese foro, ha decidido pagar el hospedaje del artista sirio y de la compañía de danza, continuar con el espectáculo gratuitamente y echarle la culpa a IDEEA.

Está en la fundación del teatro que unos le echen la bolita a otros. Está en su vocación que cobren y que la programación de los eventos no le pertenezca a la ciudadanía ni a los artistas que pidieron un recinto escénico. Y está en el origen de ese espacio el adjetivo “colonial”, por lo que no debería uno sorprenderse de que el show deba continuar. Y el show, sorprendentemente, continúa.