ECOS LATINOAMERICANOS: Los límites de la familia (parte 1)

El menor estaba acompañando a sus padres al momento de la agresión e incluso en la grabación que fue tomada se aprecia cómo empieza a burlarse de la docente al momento en que es agredida. (Foto: captura de pantalla).

Hace unos cuantos días se suscitó una agresión en el jardín de niños Frida Kahlo, en el municipio de Cuautitlán Izcalli en Estado de México, en dicha agresión una madre y padre de un infante que asistía a la señalada instancia escolar golpearon y amenazaron a una de las docentes del plantel al tiempo en que la humillaron y obligaron a la señalada educadora a pedir disculpas al hijo de la pareja, a quien supuestamente había tratado mal.

El menor estaba acompañando a sus padres al momento de la agresión e incluso en la grabación que fue tomada se aprecia cómo empieza a burlarse de la docente al momento en que es agredida. Además de lo anterior, el padre del menor amenazó con un arma de fuego a la docente. Luego de los hechos de agresión, la maestra optó por realizar la denuncia pertinente, y los padres terminaron por ser arrestados y puestos a disposición del Ministerio Público, y el menor quedó a resguardo de las autoridades correspondientes.

Posteriormente el supuesto abuelo del menor pretendió recuperar su custodia, sin embargo, le fue negada debido a que llegó en estado de embriaguez, lo cual dejó serias dudas sobre las condiciones de vida a las que podría estar susceptible el infante. Cuando se indagó más sobre la familia del menor, se descubrió que había ciertos antecedentes vinculados a actos de violencia y agresión. Por lo pronto, ambos padres parece que estarán afrontando la prisión preventiva en lo que se resuelve su situación penal, por lo que difícilmente podrán tener bajo custodia a su hijo.

Acorde a la visión de la familia del niño, el menor presentó una quemadura en su piel y consideraron que era la docente quién lo había dañado, por ello la agredieron. Desde luego es difícil determinar qué pasó con dicha herida, la educadora señaló que probablemente dicha lesión surgió por una quemadura en un juego de metal, del cual el menor estaba haciendo uso, aunque puede ser cuestionable esta versión, lo correcto hubiera sido realizar una investigación correspondiente de la situación y así averiguar qué ocasionó la herida y ver cómo podrían haber procedido legalmente los padres, ahora ya es muy tarde para eso y esta pareja deberá afrontar un juicio para determinar qué sucederá no solo con ellos sino con el futuro de su hijo.

Todo este caso refleja la complejidad social que existe en nuestro país y nuestra región, y que es afrontada por millones de personas todos los días. Difícilmente es creíble que este sea o haya sido un único caso y que no es probable que sea replicable; al contrario, es muy probable que se gesten y hayan gestado casos así en diferentes lugares del país, la única diferencia es que, en este caso particular, los hechos fueron mediatizados, lo cual claramente ayudó a iniciar el proceso judicial correspondiente.

Pero es probable que en otros casos las cosas no se hagan públicas, y por lo mismo queden en desconocimiento, y probablemente en impunidad. Por supuesto que es entendible que padres de familia procuren lo mejor para sus hijos, especialmente educación, seguridad y salud, y que entonces estén consternados si los menores regresan a casa con alguna dolencia, ya sea física o emocional, por lo que es natural que los padres busquen saber qué ocurre, y sobre todo qué pueden hacer para mejorar la situación del menor, lo cual  es comprensible,  realizar una agresión física y más aún, poner en riesgo la vida de personas usando un arma de fuego, ya es otra situación completamente distinta y presumible de delito.

No cabe duda de que la “estrategia”, si se puede utilizar ese término, de los padres terminó siendo contraproducente. Pero al final, dicha acción refleja que en múltiples ocasiones las familias tienen diversos tipos de límite para saber como actuar en una situación que pueda afectar a uno de sus miembros, y al mismo tiempo revelan cierto tipo de formación cívico-moral que eventualmente sus miembros menores terminarán por aceptar como una cosmovisión propia.

Tomando el referido caso de ejemplo, basta ver que el menor se ríe y disfruta de la humillación a la que es sometida su profesora, esta conducta es algo que proviene en la forma en la que han estado criando sus padres al menor. Lo cual es sumamente peligroso, el mensaje particular que están enviando al menor es indicarle que no recurra a las autoridades oficiales sino a la violencia, incluso la armada, para dañar a otras personas y así conseguir lo que quiere. Basta ver unos cuantos minutos del video para corroborar lo señalado, lo cual deja reflexionando cuántas otros ejemplos de ese estilo habrá observado el menor. Y como ya se indicó, este no es un caso aislado.

México es un país tradicionalista, por no decir socialmente conservador, aunque se reconoce que ha habido unos ligeros avances en la inclusión social en los últimos años, dentro de esto cierta tolerancia a la idea de familias que trascienden más allá del modelo hetero-parental; no obstante, la realidad es que aun pesa mucho en la conducta de la mayoría de las personas, incluyendo los menores de edad, la idea de aprender los valores cívico-sociales de las familias “tradicionales”; incluso la propia educación, tanto pública como privada, fomenta que la familia, es el núcleo de la sociedad mexicana; este discurso de priorizar a la familia tradicional sobre todo lo demás, se replica tanto en series, como películas, radionovelas, telenovelas, y hasta canciones, en los distintos medios masivos de comunicación a los que la población en general tiene acceso.

Por lo anterior, este discurso que pone en la pirámide de intereses personales a la familia es algo que trasciende las clases sociales, encontrando dicha conducta tanto en los estratos socioeconómicos más bajos, como en las capas más altas de la sociedad mexicana. Pero por muy incómodo que sea, casos como el de Cuautitlán Izcalli, deben de servir de reflexión para entender los límites que tiene la figura de la familia, sea cual sea el tipo de familia y su conformación, en el desarrollo de los ciudadanos.

Y justamente esto es un tema que debe discutirse, no solo para prevenir casos como el señalado, sino también para entender las formas en las que la defensa, prácticamente sacralizada de la familia puede repercutir en otros ámbitos, incluyendo la seguridad y la corrupción, puesto que  en diversas ocasiones son las propias familias quienes empujan a sus miembros a reclutarse en las actividades criminales e ilícitas, ya sea indirectamente, al generar un ambiente de violencia familiar sistémico y perpetuo, incluyendo con ello precarización económica, o directamente, vinculando a sus miembros con bandas del crimen organizado o en el mejor de los casos, instigándolos a cometer actos delictivos como la corrupción o el robo.

Desde luego, los anteriores son supuestos extremos, vinculados sobre todo a la materia de seguridad y violencia, no obstante, incluso en familias acomodadas o pudientes, la noción de priorizar el núcleo familiar sobre lo demás, ha generado en múltiples ocasiones que funcionarios públicos abusen de su poder y coloquen en cargos públicos a sus familiares o directamente les entreguen concesiones, licitaciones o adjudicaciones de algún servicio público.