Ímuris…

Los pimas fueron un grupo indígena que se dividió en dos: Pimas altos (Akimel O'odham) y pimas bajos (O'ob). | Fotografía: Cortesía Xuchitl Vazquez Pallares

Ímuris es una palabra de origen Pima, significa “mesa entre dos ríos.” Los pimas fueron un grupo indígena que se dividió en dos: Pimas altos (Akimel O’odham) y pimas bajos (O’ob). Se asentaron unos en el estado de Arizona (Estados Unidos), y otros en México en los estados de Sonora y Chihuahua. Su nombre significa “pueblo del río”, que los distingue de sus parientes los tohono o´odham “pápagos” (gente del desierto).

La nación Pima o pimana emigró del oeste del Canadá, pasó por California y cruzó el Yuma donde hay tribus afines y penetró en Sonora donde luchó contra los Seris y los arrojó hacia la costa.

Tuvieron contacto con los españoles en 1533, quienes estaban al mando de Diego de Guzmán y Cabeza de Vaca. ​ Los españoles encontraron en Sonora a los Ópatas al noroeste, a los Cachitas al suroeste, a los Seris en la costa y en medio al Grupo Pima névome que era parte de un conjunto de pueblos del desierto y la sierra que se denominaba O’odham.

La lengua pima proviene del tronco yuto-azteca, representa a un subgrupo de lenguajes el taracahita, el cora-choluno y el náhuatl conforman dichos subgrupos.

Cruzaron el pasillo helado del Estrecho de Bering para terminar asentándose paradójicamente en un desierto. Se cree que provienen de las primeras migraciones ancestrales al continente americano.

En una publicación del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM se lee: “Lo jesuitas ejercieron una acción evangelizadora agresiva y llena de abusos, lo que provocó la sublevación por parte de facciones de tarahumaras y pimas en contra sus misiones en Yécora y Maycoba hacia 1670. En 1740 se coludieron grupos de yaquis, mayos y pimas altos y pimas bajos, aunque algunas poblaciones se mantuvieron pacíficas. Los jesuitas fueron expulsados en 1767, y con ello, las misiones situadas en el territorio ópata y en la Pimería Baja quedaron inscritas en la provincia franciscana de Jalisco.

Las misiones de la Pimería Alta conservaron en mayor grado la naturaleza comunal de su economía, pues se respetó la autoridad de los misioneros en los asuntos “temporales”. En las misiones que atendían a los pimas las reformas de la administración colonial (parcelación de las tierras, mayor vinculación con el mercado regional) minaron fuertemente a las comunidades pimas de los valles y a su organización comunal. La región serrana de la Pimería Baja no resintió tanto las consecuencias de las reformas borbónicas, debido a su aislamiento y al reducido número de sus misiones; la zona se mantuvo como región de refugio, en donde los procesos de aculturación avanzaron lentamente durante toda la época colonial.

 En el porfiriato y en las etapas subsiguientes, la historia de las etnias y su territorio en esa parte del país, como es sabido, es de despojo para la creación de obras de infraestructura y para la explotación de sus recursos naturales, favorables a una modernidad ajena a la vida de los pueblos y para la generación de ganancias de agentes externos, nacionales y extranjeros.

El exterminio y la expulsión llevados a cabo antes de Revolución, junto con la exclusión económica y social en todo momento, han conducido a la disminución de su población que emigra, a causa de las difíciles condiciones en que han debido sobrevivir los grupos étnicos, hasta la fecha.

La actividad minera en el estado de Sonora, durante los últimos años ha sido la más importante en el ámbito nacional, sus niveles de producción en los minerales metálicos, como el oro, cobre y molibdeno y minerales no metálicos como grafito y wollastonita, lo colocan en el primer lugar nacional,

Según datos de la subsecretaría de minería, Sonora ha sido tradicionalmente considerado como un Estado minero de gran importancia, con una amplia gama de recursos tanto de minerales metálicos como no metálicos. Entre los minerales metálicos, se tienen los principales yacimientos de cobre, molibdeno y oro mientras que entre los minerales no metálicos están los yacimientos más importantes de grafito, wollastonita y barita ocupando desde hace muchos años el primer lugar dentro de los principales estados mineros productores, debido principalmente a la explotación de las dos minas más grandes del país: Cananea y La Caridad.

A principios de la década de los noventa, se dio un auge en la exploración de yacimientos auríferos de baja ley y gran volumen, motivo por el que se asentaron en el estado una gran cantidad de empresas mineras, principalmente de capital estadounidense y canadiense, que dio como resultado la puesta en explotación de importantes yacimientos de este mineral, como: La Colorada, Santa Gertrudis, Amelia, La Choya, Lluvia de Oro, El Boludo, San Francisco y La Herradura, algunos de ellos actualmente agotados, y otros aun en producción.

El pasado 20 del presente, día de la Revolución Mexicana, el presidente anuncio la próxima existencia de un tren que cruzara Sonora hasta la frontera con Estados Unidos. El tren será de pasajeros, pero también llevará carga, beneficiando a las compañías mineras.

El proyecto federal, fue puesto en manos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), la cual considera que con el movimiento se liberarán hasta 68 hectáreas de terrenos planos, lo que brindaría un interesante espacio para inversiones de todo tipo. La intención es conectar a Nogales con Guaymas mediante este nuevo trazado; lograrlo detonaría la economía de ambas ciudades ante la modernización de todo el Puerto federal de carga, así como la posible llegada de vuelos comerciales al aeropuerto.

La población de Ímuris teme por lo que está sucediendo con la construcción del   tren: “contratistas del gobierno ya talan árboles, con lo que la línea ferroviaria, temen, se convertirá en un nuevo muro fronterizo dentro de México o en un tren maya que afecte al ecosistema”, esto de acuerdo con información de la agencia de noticias AP.

Sin consultar a la comunidad o cumplir con las normas de protección ambiental, comenzó la tala de árboles para la construcción de vías férreas en Ímuris, Sonora, en un Área Natural Protegida.

Los pobladores informaron a varios medios: “El Rancho El Aribabi, ubicado en Ímuris, Sonora, reconocido como Área Natural Protegida, está en peligro por un proyecto del gobierno federal que comenzó con la tala de árboles para instalar vías férreas en la zona, un plan que, según especialistas, pondrá en riesgo el medio ambiente, la distribución del agua y la migración de diversas especies animales”.

Estamos hablando de un lugar único en la naturaleza de Sonora, ya que alberga una importante diversidad biológica, con temperaturas menores a 30°C en verano y junto a uno de los ríos más limpios de la entidad.  Ubicado en el municipio de Ímuris, sobre la carretera federal 2 con dirección hacia Cananea, entre las sierras Azul y El Pinito, donde atraviesan 14 kilómetros del Río Cocóspera, que tiene el agua limpia durante todo el año.

El Proyecto ferroviario preocupa a los habitantes de Ímuris, por las afectaciones a los ecosistemas, además de la división de la población con la instalación de las vías férreas. Es preocupante el que no hay explicación alguna de cómo se piensa unir las vías de Nogales con las de Ímuris. La división afectará a muchas viviendas, ranchos, parcelas, canales de riego y la presa que abastece al municipio, por lo que hay mucho en riesgo con este proyecto, que se realiza en las inmediaciones de Ímuris.

En el rancho Aribari, que mide 13 mil hectáreas, hay aún osos mexicanos, ocelotes, serpiente real mexicana, además de miles de luciérnagas, búhos, libélulas, doscientas especies de aves, venados, pumas, linces, monstruo de gila. Sobre todo, es de resaltar la importancia del río, factor fundamental para la existencia de este ecosistema.

El río Cocóspera, que nace en el corazón del desierto sonorense, es clave para varias localidades, pues suministra agua a decenas de miles, en un equilibrado pero delicado ecosistema que hoy se ve en riesgo. Ya que el proyecto de construir una nueva línea ferroviaria para trenes de carga que conecte Nogales con el Puerto de Guaymas pretende atravesar el valle del Cocóspera, área natural protegida.

De acuerdo con la asociación Widlands, la obra pasaría a las afueras de Ímuris y dividiría en dos el corredor Sierra Azul – El Pinito, una ruta que “causaría grandes daños ecológicos al hábitat ribereño crítico y perjudicaría a jaguares, ocelotes y osos negros, así como a otras especies en peligro de extinción de la región como la salamandra tarahumara, la rana leopardo de tierras bajas y la codorniz de Moctezuma”, explica la organización estadounidense.

La investigación de Widlands, como la de otras asociaciones civiles fronterizas y plataformas de investigación como Mongabay, revelan que la línea propuesta para las vías atraviesa los vecindarios de cerca de 200 familias, e incluso afectaría a el Rancho El Aribabi, área de Conservación certificada por las autoridades federales que atiende a la flora y a la fauna endémica en riesgo de extinción.

Los habitantes de la región han mostrado su preocupación por los daños que podrían resentir sus manantiales y el resto del entorno natural. Para Mirna Manteca, codirectora del Programa del Noroeste de México de Wildlands, el objetivo de las organizaciones y los ciudadanos es “proteger el hábitat y a las personas, que al final son las que necesitan el respaldo”.

 Fue durante el porfiriato que se otorgó en Sonora la primera y única concesión estatal que haya habido para construir un ferrocarril de vía angosta, de 24 pulgadas.  Comunicaba al Ferrocarril de Sonora con Cerro Blanco al Noreste de Ímuris, y de ella todavía quedan vestigios. Unos 5 kilómetros al Norte de Ímuris, siguiendo la carretera rumbo a Nogales, en una milpa de por allí quedan algunas tumbas que formaron parte del panteón de la antigua estación Farrell, unión del Ferrocarril Cerro Blanco con el de Sonora. Además, cuando el viajero recorre la carretera que parte de Ímuris hacia Cananea, irá viendo durante su ascenso a la sierra la antigua cama de este ferrocarril que corre paralela por la loma de la izquierda, y al llegar al puerto comprenderá que la carretera moderna sigue precisamente la ruta de ese tren angosto, y tal vez distinga en un cerro de por allí los cimientos de San Ímuris. Son lugares y nombres olvidados por el tiempo, aunque alguna vez fueron lugar común entre los habitantes de la región.

El tren se construyó, como ahora, básicamente para las compañías mineras; se afirmaba era el desarrollo.