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Palabras y cambio climático

Tala de bosques para sembrar aguacates. (Foto: especial)

El espíritu de nuestro tiempo está dominado por los subjetivismos extremos. La realidad, esa condición que durante algún tiempo tuvo un valor incuestionable para que las civilizaciones tomaran decisiones, se ha diluido bajo la creencia de que no hay hechos sino interpretaciones.

Montados en este espíritu los gobiernos del mundo gustosos relativizan la realidad. Los hechos de las realidades nacionales en materia de economía, política, educación medio ambiente, son reinterpretados en función de las narrativas que mejor se acomoden al poder que ejercen.

El resultado es que el camino de la realidad se orienta en un sentido y la narrativa se orienta en otro, que puede ser abiertamente contradictorio. Esta condición provoca que la política púbica sea errática en sus resultados, si es que no termina por cancelarlos dañando los niveles de bienestar de las sociedades y ocasionando caos e ingobernabilidad.

Está en marcha el encuentro de la COP28, Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2023 o Conferencia de las Partes de la CMNUCC en Dubai, Emiratos Árabes, en el que cientos de representantes de al menos 117 naciones deberán tomar acuerdos para prevenir y revertir el cambio climático ocasionado por los gases de efecto invernadero.

De este encuentro deberían esperarse acciones esperanzadoras y precisas. Los antecedentes de estos encuentros, para des fortuna, no son alentadores. Los países firman, pero no cumplen. Hemos alcanzado niveles de temperatura que se consideraban improbables y niveles de deforestación nunca antes vistos.

El debate sobre el cambio climático está sometido a una constante y edulcorada reinterpretación de los hechos. A tal punto que el presidente de esta cumbre es el Sultán Al Jaber, director ejecutivo de la Compañía Nacional de Petróleo de Abu Dhabi quien desarrolla un plan de expansión de su petrolera del 50 %. Es como si en Michoacán pusieran al frente de la Secretaría de Medio Ambiente a cualquiera de lo su ejecutivos de Apeam.

La relativización de los hechos, consustanciales al Cambio Climático, ajustan a la medida de las industrias y los poderes geopolíticos que contribuyen a este y posponen por tiempo indefinido la toma de decisiones.

La negación del daño que por nuestra actividad económica le estamos ocasionando al medio ambiente, se ha traducido en resultados fatales para nuestra civilización, los ejemplos abundan. La realidad está ahí, pero siempre habrá criterios interesados que sostengan que el cambio climático es un mito y traten de estirar los tiempos de intervención radical hasta que estemos en los límites de la sobrevivencia humana.

La COP28 termina el 12 de diciembre, quisiéramos creer que alcanzará acuerdos con acciones inmediatas para bien de la salud planetaria, que se imponga en sus debates la presencia del realismo ambiental superando los relativismos. Su fracaso será una pésima noticia para el planeta y para nuestra civilización.

En esta cumbre, como en otras esferas de la acción global o nacional, se requiere, ante todo, observar la recomendación del general Francisco J. Múgica, necesitamos hechos no palabras.

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