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SINDICALISMO CRÍTICO NICOLAITA | Las experiencias y la perspectiva de las mujeres sindicalistas

"No se puede hablar de democracia si las mujeres no están presentes ni ocupan los espacios principales en la toma de decisiones."

Movilizaciones de mujeres el pasado 8 de marzo. | Fotografía: Agencia Comunicación Gráfica

Teniendo presente el postulado “nunca más que se hable de nosotras sin nosotras”, el pasado 7 de marzo se desarrolló el 1er Conversatorio Voces de las Mujeres; Hablemos de la justicia social y los derechos laborales, organizado por la Coordinadora Nacional de Sindicatos Universitarios de la Investigación y la Cultura (CNSUESIC), en el cual participaron Claudia Patricia Juan Pineda, del Centro de Investigación Laboral y Asesoría Sindical, quien se reconoce como indígena zapoteca, obrera, jornalera y licenciada especialista en la defensa de los derechos humanos laborales y quien además, fue una de las cinco mujeres que intervinieron en las discusiones sobre la iniciativa de la Reforma a la Ley Federal del Trabajo, así como Selene América Flores Salazar, del Sindicato de Trabajadores Académicos de la Universidad de Sonora, Giovanna Cavasola del movimiento de creativos No vivimos del aplauso, Corina Ximena Rojas Muñoz del Sindicato Nacional de Restauradores del INAH, María Maldonado Vega del Sindicato Independiente de los Trabajadores en Investigación de Ciencias de la Salud, Rosalba Calva Flores del Sindicato de Trabajadores del Instituto Nacional para el Desarrollo de Capacidades del Sector Rural y Adriana Urrea de la extinta SUTNOTIMEX.

En el evento se discurrió sobre los retos que enfrentan las mujeres en los espacios sindicales para lograr la igualdad en el ejercicio de sus derechos, en un contexto situado en la visión patriarcal, en la cual se internalizan, perpetúan y reproducen los estereotipos y roles que se atribuyen a uno u otro sexo, con el consecuente perjuicio para las mujeres sindicalistas. Se comentó que debe analizarse cómo de origen el modelo de los sindicatos no fue configurado para la participación de las mujeres y las condiciones de trabajo fueron definidas por los varones, sin incluir la perspectiva de las mujeres por su inserción tardía en la vida laboral y los espacios públicos y cómo derivado de ello la gerontocracia machista queconformó los sindicatos se siente dueña de las organizaciones gremiales e incluso se argumenta “que las mujeres no hicieron nada y que no participan, ni les gusta participar” ignorando, por inconciencia quizá, que el trabajo no remunerado como el cuidado del hogar y la familia, siempre ha representado una carga asignada a las mujeres y que la mayoría de las veces, por la inconciencia sobre ello y la falta de una red de apoyo, se opta por privilegiar la labor doméstica al desarrollo profesional o a tener un cargo directivo en espacios como los sindicatos.

Como ejemplo de lo anterior se habló de que al casarse la mujer incrementa su carga de trabajo en siete horas, mientras que para el hombre se reduce dos horas y que de acuerdo con información de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), en México, sólo el 44% de las mujeres en edad de trabajar participan en el mercado laboral, mientras que de los hombres participa el 82%, asimismo, el 60% de los trabajos que realizan las mujeres son trabajos informales, pues los prefieren por la flexibilidad que les brinda para cuidar a la familia y atender su hogar, pero ello conlleva a que sus ingresos no sean estables o seguros, a que no cuenten con seguridad social y a que al llegar a la vejez no puedan recibir una pensión por haber trabajado y aportado tantos años.

Por otro lado, se subrayó que mientras las mujeres sean relegadas a los espacios sindicales que perpetúan los estereotipos de género, como aquellas secretarías donde fungen como secretarias u organizadoras de eventos y no participen en los espacios donde se toman las decisiones, será difícil que se vean plasmadas sus demandas y reivindicaciones en cláusulas de los contratos colectivos o que se impulsen políticas públicas que consideren las especificidades de las mujeres en asuntos que interfieren con su carrera profesional y vida laboral, por ejemplo, la salud ocupacional con perspectiva de género, como la licencia menstrual o la carga psicológica por estar expuestas a un mayor estrés para conciliar la vida laboral y doméstica y tener doble o hasta triple carga de trabajo, así como acciones como la contratación de niñeras mientras las mujeres sindicalistas asisten a las asambleas sindicales y en el ámbito académico, se promueva la evaluación de la productividad con perspectiva de género y que entonces las mujeres no opten por “tirar la toalla” y permanecer en cierto estado de desarrollo de su carrera por darle prioridad a la realización de los roles que socialmente le han sido asignados, como el de ama de casa y cuidadora de la familia.

Las mujeres sindicalistas del conversatorio subrayan la importancia de la formación sindical para ejercer un liderazgo con conocimiento y evitar que se repliquen experiencias desagradables, de la empatía que debe desarrollarse al conocer los problemas de los trabajadores, de la conciencia que se debe tener sobre la necesidad de evaluar y construir un modelo sindical que transite de patriarcal a otro donde la mujer pueda exigir lo que le corresponde y se negocie de manera distinta a la violencia y la presión (quizá hacia un enfoque basado en el acceso a la información y la cultura de paz), asimismo, la necesidad de desarrollar una conciencia sobre la igualdad de circunstancias al exigir y hacer valer los derechos, de romper los roles de género que se imponen a las mujeres y erradicar el conflicto que genera el problema de la conciliación de la vida laboral y doméstica, que se debe participar, irrumpir y tomar por asalto los espacios sindicales y tomar acción.

Asimismo, comentaron que se debe rechazar el acoso y la violencia en todas sus formas y generar espacios libres de violencia, que no expongan a las mujeres a situaciones de vulnerabilidad, así como exigir que existan instancias dentro del sindicato para procesar la violencia laboral y aplicar sanciones reales, no sólo cambiar de lugar a las y los violentadores, pues como se ha podido ver en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, los trabajadores están expuestos al abuso de poder y hostigamiento laboral por parte de las autoridades, en donde se pueden ejecutar despidos sin el debido proceso, retener ilegalmente el salario o proferir amenazas, como se denunció durante la marcha del 8M del pasado viernes sobre los casos de dos profesoras, aunque lamentablemente se debe advertir que se actúa bajo criterio político y de grupo en la defensa de las y los violentados, como se puedo ver con los despidos injustificados y en el caso de las mujeres del Comité Ejecutivo General Interino que carecieron de apoyo por parte de las organizaciones feministas al interior de la Universidad y fueron mínimas las expresiones de empatía a la problemática por quienes en esta ocasión se indignaron con el caso de las profesoras.

Comentan que como líderes sindicales se debe abonar a la democracia y no se puede hablar de democracia si las mujeres no están presentes ni ocupan los espacios principales en la toma de decisiones, que si no se participa ni se está en las asambleas ningún pliego petitorio va a contener las demandas y reivindicaciones de las mujeres. Se denuncia que los varones en los sindicatos han implementado prácticas como la ampliación de las carteras de los comités para evadir la obligación de la representación proporcional, dejando las principales secretarías para ellos.

En el Sindicato de Profesores de la Universidad Michoacana, SPUM, las cosas no son distintas, se vio cuando se dejó sólo al Comité Ejecutivo General Interino (CEGI) por intereses políticos, pero también porque era encabezado por una mujer y a las mujeres del CEGI se les negó el acceso a sus derechos políticos sobre la representación sindical, pero también se confirmó en la pasada organización de las elecciones de dirigencia, cuando un grupo de ex-secretarios, varones todos, por misoginia y conservadurismo en las formas de hacer sindicalismo, que no considera el componente empático-emotivo del liderazgo femenino descalificándolo como “impulsivo”, definieron que quien encabezara la “planilla de Unidad” fuera un varón, excluyendo a las mujeres sindicalistas en la toma de decisiones y de ocupar el máximo espacio de representación sindical, nuevamente.

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