Entre la demagogia y el narcisismo. La personalidad de un dictador

Todo el poder se concentraba en el Partido Nazi y su líder, Adolf Hitler. (Foto: especial)

La figura del dictador ha fascinado y aterrorizado a la humanidad a lo largo de la historia. Estos líderes autoritarios, caracterizados por su dominio absoluto del poder y su capacidad para manipular a las masas, han sido objeto de estudio desde diversas disciplinas, incluida la psicología. ¿Qué tipo de trastorno de personalidad podría estar presente en aquellos que buscan y mantienen el poder de manera tiránica? ¿Qué características educativas, culturales y niveles de resentimiento social podrían predisponer al común de los votantes para seguir ciegamente a un líder con tendencias dictatoriales?

Los dictadores suelen exhibir rasgos de personalidad que se alinean con varios trastornos psicológicos. Según el DSM V (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fifth Edition) y el CIE 10 (Clasificación Internacional de Enfermedades según la OMS) una característica común en estos individuos es presentar en mayor o menor intensidad rasgos de una personalidad narcisista. La megalomanía, la falta de empatía y la necesidad constante de admiración son rasgos típicos que los impulsan a buscar el poder absoluto y a mantener un control férreo sobre la sociedad. Dentro de las características de los individuos que presentan un trastorno de personalidad narcisista encontramos que sobrestiman sus capacidades y exageran sus logros. Piensan, y se lo creen, que son superiores, únicos o especiales. La sobre estimación de su propio valor y logros por lo general implica una subestimación del valor y los logros de los demás, en otras palabras, los consideran poco menos que ignorantes o de plano tontos.

Dado que los pacientes con trastorno narcisista necesitan ser admirados, su autoestima depende de la consideración positiva de los demás. Son hipersensibles y se molestan enormemente por las críticas. Ante un cuestionamiento por lo general responden con ira o desprecio, o pueden contraatacar con verdadera saña.

Por si no fuera suficiente con su personalidad narcisista se agrega con frecuencia un trastorno de personalidad antisocial, mismo que se manifiesta por un desprecio flagrante por las normas sociales, la manipulación y la explotación de los demás para alcanzar sus objetivos personales.

Los dictadores suelen surgir en contextos donde la educación y la movilidad social son limitadas. Muchos de ellos provienen de entornos socioeconómicos desfavorecidos y han experimentado algún tipo de discriminación o marginación en su vida. Este resentimiento social puede alimentar su sed de poder y venganza contra aquellos a quienes perciben como sus opresores. Cuando triunfa su movimiento lo primero que le llega a la mente es una especie de “Ahora verán”.

¿Conocen al alguien así?

Una característica común en los dictadores es que suelen prometer soluciones rápidas y radicales a los problemas sociales y económicos complejos, aprovechándose de las frustraciones y el descontento de la población. Su habilidad para articular un discurso persuasivo y simplista les permite ganar seguidores entre aquellos que buscan respuestas simples a problemas añejos y complicados.

La historia está plagada de ejemplos de dictadores que llegaron al poder a través de métodos democráticos, aprovechándose de la manipulación y la demagogia. Adolf Hitler en la Alemania de la década de 1930 es un caso emblemático. Aprovechando la crisis económica y el descontento social, Hitler logró ganar apoyo popular prometiendo restaurar la grandeza de Alemania y eliminar a los supuestos enemigos del país. Otro ejemplo notable es el de Hugo Chávez en Venezuela. A través de un discurso básico, simple y populista Chávez logró convencer a una gran parte de la población de que era el único capaz de resolver los problemas del país y redistribuir la riqueza de manera equitativa.

Ahora algo interesante, ¿cuáles son las razones que impulsan al electorado a creer en un demagogo? Por lo general es una combinación de ignorancia, desesperación y manipulación emocional. Estas personas pueden estar desencantadas con el sistema político existente y estar buscando un cambio radical. La retórica vindicativa y simplista de los demagogos resuena con sus emociones y les ofrece una salida fácil a sus problemas.

¿Hay algún remedio para no caer en la trampa de un aspirante a dictador? Sí, pero no es fácil, básicamente es estar alerta a ciertos indicadores: La historia previa del candidato, sus acciones y discursos pasados, así como su historial de comportamiento autoritario o manipulador. Además, es fundamental analizar críticamente las promesas y propuestas del candidato, en lugar de dejarse llevar por la emoción o la retórica vacía.

¿Difícil? Ciertamente, pero no hay de otra.