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“El cuerpo no nos aguantó”: la impotencia de combatir el fuego “sin armas”

Los incendios que se presentaron en Morelia este fin de semana estarían ligados a desarrollos inmobiliarios y megaproyectos.

Incendio en el Quinceo, latente desde el pasado fin de semana. | Fotografía: Agencia Comunicación Gráfica

Morelia, Mich.- “Estuvimos desde las 7 de la mañana hasta las 11 y media, más o menos, que es cuando el cuerpo ya no nos aguantó. Nos empezamos a marear, los brazos se nos acalambraban, y decidimos parar las labores. Bajamos por seguridad. El incendio se había salido de control”.

Los hechos fueron recordados con “tristeza” e “impotencia” por Carlos Rodríguez Acosta, ciudadano con 28 años de edad, quien este domingo acudió de forma voluntaria a combatir el incendio que se produjo en las inmediaciones de la ex Escuela Agrícola La Huerta, área natural protegida (ANP) ubicada al sur de Morelia.

En esta ocasión la brigada estuvo conformada por sólo tres voluntarios (“los demás no pudieron integrarse”), quienes subieron al punto máximo del cerro para observar “cómo se estaba comportando el fuego”, qué tanto viento corría y en qué dirección.

Empezaron las labores con la única herramienta con la que cuentan, una McLeod (rastrillo forestal) que sirve para enterrar el fuego cuando está bajo, o cortar brecha, para evitar su propagación cuando es de mayor intensidad.

No cuentan con mochilas para cargar agua ni con ropa adecuada, y ni siquiera la han solicitado, ya que han escuchado de otros brigadistas comunitarios que la Comisión Forestal de Michoacán (Cofom) no las pone a disposición.

“Íbamos bien, apagamos una parte de la montaña de un aproximado de tres kilómetros, más o menos. De repente estábamos de un lado, y ya se había vuelto a revivir del otro, y no alcanzamos a volver a sofocarlo. Sí se quemó todo un cerro, aproximadamente unas 300 o 400 hectáreas, pero no pasó a otras montañas todavía. La catástrofe hubiera sido más, si no se hubiera combatido”.

Aunque establecieron contacto con la Cofom desde un día antes, no fue sino hasta después de las 11:30, cuando ya iban bajando, que los brigadistas de esta instancia habrían empezado a subir el cerro.

Desarrollo económico a costa de la vida

Si bien no está certificado como brigadista, Carlos tiene cerca de tres años combatiendo incendios de manera voluntaria, de la mano de los compañeros con los que, de cuando en cuando, salen a recorrer las ANP del municipio: los cerros del Punhuato, Quinceo, El Águila, el manantial de La Mintzita, los “filtros viejos”, entre otras, así como otras no declaradas como tal.

En la ex Escuela Agrícola habitan conejos, liebres, coyotes, zorrillos, tlacuaches, zorros, ardillas, “infinidad de gorriones”, águilas, halcones, zopilotes, “muchos colibríes”, y “hasta venados”, según lo que les han comentado los habitantes de la zona.

Estas especies, junto con los pinos y encinos que conforman el bosque, los matorrales subtropicales y mezquites, así como los eucaliptos (“que fueron introducidos después”), van desapareciendo, lamentó, conforme se presentan estos incendios “recurrentes” y avanza el “desmonte”.

Habría sido hace tres años cuando combatieron por primera vez un siniestro en esa zona, pero el año pasado notaron que se estaba lotificando, razón por la cual habrían solicitado información en el Instituto Municipal de Planeación (Implan) y la Secretaría de Medio Ambiente del estado (Secma).

De allí se habrían dado cuenta de que ya había permisos en trámite para construir fraccionamientos, y que justamente a un lado de esta zona pasaría el segundo anillo periférico, las mismas condiciones en que se encontrarían los cerros del Águila y del Quinceo, alcanzados por las llamas hace dos y cuatro días, respectivamente, sin que hasta ahora hayan podido extinguirlas.

“Es una manera como hemos observado en la historia ambiental de Morelia, cómo los diferentes empresarios y políticos van deteriorando las zonas para darle paso a estos megaproyectos. No es como que sólo este Instituto, o esta parte del gobierno, es todo un conjunto de actores moviéndose, tanto en el sector público como en el sector privado”, sentenció.

Quizá por esto “no hay mucha disposición por parte de las autoridades para armarnos como ciudadanos para cuidar de estos entornos”, remató, reconociendo que aunque la labor de defensa del territorio implica riesgos en un estado como éste, “yo no estoy haciendo nada malo, sólo lo hago por el amor a la tierra”.

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