‘Creer es más fácil que pensar’: Einstein

Los mexicanos tenemos un largo historial de credulidad. (Foto: especial)

La tendencia a creer se remonta a la infancia, donde la confianza en figuras de autoridad, como padres y maestros, es fundamental para el desarrollo. Esta confianza inicial puede sentar las bases para una disposición generalizada a aceptar la información sin un escrutinio crítico. Además, factores como el miedo, la incertidumbre y la necesidad de pertenencias pueden aumentar la susceptibilidad a creer en ideas y conceptos que ofrecen consuelo o seguridad emocional.

La credulidad también está moldeada por el entorno cultural y social en el que nos encontramos. Las normas y valores de nuestra sociedad pueden influir en las creencias que aceptamos y en cómo las evaluamos. Por ejemplo, en culturas donde la religión desempeña un papel dominante, es más probable que las personas acepten afirmaciones relacionadas con lo sobrenatural o lo divino sin cuestionarlas. Del mismo modo, la exposición a la desinformación y las teorías de conspiración en los medios de comunicación y en línea puede alimentar la credulidad y erosionar la confianza en la información verificada.

El terreno de la medicina es propicio para la charlatanería y el abuso hacia los crédulos, aquellos que, urgidos de una curación ya imposible por lo avanzado de una enfermedad terminal, buscan desesperadamente milagros en la medicina alternativa o bien acuden llenos de fe a determinados santuarios; otros revisan el amplio catálogo de vírgenes y santos con la esperanzadora idea de tramitar un milagro.

A este respecto es interesante recordar un estudio, realizado por el científico Carl Sagan que trata sobre los milagros atribuidos a la Virgen de Lourdes durante casi siglo y medio de existencia del santuario, manejándose, para efectos del estudio, exclusivamente los milagros reconocidos y aceptados por la Iglesia Católica.

Resulta que desde la “aparición” de 1858, unos cien millones de personas han visitado Lourdes con la esperanza de ser curados de una enfermedad que la medicina, digamos “normal” no ha logrado curar o mejorar. La Iglesia Católica ha rechazado la autenticidad de una enorme cantidad de casos, y sólo ha aceptado 65 en casi un siglo y medio.

Dentro de estos 65 casos encontramos una gran variedad de tumores, procesos infecciosos crónicos de tipo tuberculosis, oftalmopatías, bronquitis, parálisis, etc. Pero ninguno es, digamos, regeneración de un miembro amputado o de una médula espinal seccionada. En las 65 curaciones, encontramos una proporción de diez mujeres por cada hombre. Conociendo las cifras anteriores encontramos que la probabilidad de curación después de visitar Lourdes es entonces, de menos de una en un millón, y se tienen tantas probabilidades de curarse después de visitar Lourdes, como se tienen de ganar el premio mayor de la lotería, o de morir en un accidente aéreo, por ejemplo.

Pero resulta que en medicina se conocen casos, perfectamente documentados, de personas clínicamente desahuciadas y que se han curado sin intervención médica; si bien son muy escasos; dentro de estas personas encontramos creyentes de diversas religiones o ateos declarados, de todo hay. Esto no es el caso del llamado “efecto placebo”. Se atribuye simplemente a “curación espontánea”; no hay razón alguna aparente para que la curación se dé, y sin embargo se da. Lo interesante del estudio es que, sabiendo que la curación espontánea de todos los tipos de cáncer juntos se estima en algo que va entre uno en diez mil a uno en cien mil. Y si sólo un cinco por ciento de aquellos que van a Lourdes fueran por cáncer, tendría que haber habido entre 50 o 500 curas “milagrosas” únicamente por cáncer. Dado que sólo tres de las 65 curas comprobadas eran casos de cáncer, el índice de curación espontánea en Lourdes parece ser inferior que el de cualquier otro lugar. En otras palabras, un enfermo tendría más probabilidad de curarse espontáneamente (o “milagrosamente” si prefiere) quedándose en casa sin hacer nada en vez de ir a Lourdes. Evidentemente, si se habla con uno de los 65 curados, va a ser muy difícil convencerlo de que no fue su viaje a Lourdes lo que curó su cáncer. Esta es una ilustración clásica de la falacia post hoc ergo propter hoc (después del hecho, por lo tanto, debido al hecho), muy popular en las pseudociencias.

¿Tendremos en un futuro una sociedad totalmente lógica y racional? No, nunca; la necesidad de creer en algo está ligada a la naturaleza del humano. Y quizá sea mejor así.