Mismos anhelos…

Hasta el 6 de noviembre de 2023, según datos de la ONU, habían más de 10 mil muertos por el conflicto en Ucrania, de los cuales cuatro mil serían niños.

El martes pasado se celebró el día del niño. Cada vez que le remuerde la conciencia al poder, que saben que hay un hueco, una injusticia, algo no realizado, inventan una celebración o conmemoración.  Es una manera más del engaño de su bondad, de intentar mostrar hacen bien las cosas.

Me refiero al día del niño, celebrado el martes pasado, y al día del trabajo, ambos con los mismos anhelos de justicia, de respeto, de no violencia.

El primero de mayo de 1886 se convocó una huelga que reivindicaba la jornada laboral de ocho horas. Tres días después, en medio de los disturbios, una bomba colocada por infiltrados explotó y provocó ocho muertos.

El día del trabajo se estableció en conmemoración de los obreros muertos en la gran marcha obrera, por el reclamo de salarios justos, ocho horas de trabajo y seguridad social.

 Es interesante detenerse y analizar el por qué una de las reivindicaciones básicas de los trabajadores, era la de la jornada de ocho horas. El hacer valer la máxima «ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa».

Se refería sin duda a otro tipo de vida, y sobre todo a la no explotación de los trabajadores, a la sobre explotación de su fuerza de trabajo, la cual termina convirtiéndolos en máquinas, sin vida, sin descanso, sin convivir con su familia.

 Incluso los niños, algunos de cinco o seis años, trabajaban en minas, fábricas e industrias en las mismas condiciones laborales degradantes que los adultos. Las terribles condiciones llevaron a los trabajadores de Chicago a movilizarse y realizar protestas en mayo de 1886.

El 1 de mayo de 1886, unos 200.000 trabajadores se declararon en huelga. En Chicago, donde las condiciones laborales eran aún peores que en otras ciudades, las movilizaciones no cesaron y continuaron durante los días 2 y 3. La empresa de maquinaria agrícola McCormick siguió con su producción gracias a los empleados que no se habían adherido a la huelga y que popularmente se conocen como esquiroles. El resto de los obreros, alrededor de 50.000, habían sido disueltos de forma violenta por la policía mientras participaban en una concentración el 2 de mayo. Al día siguiente celebraron una nueva manifestación, y cuando sonó la sirena y los esquiroles salieron se inició una batalla campal que terminó con seis obreros muertos y varias decenas de heridos a manos de la policía.

El trabajo infantil comenzó desde los inicios de la Revolución Industrial británica, a partir del último cuarto del siglo XVIII. Los niños trabajaban en minas y fábricas porque su mano de obra era más barata que la de que los adultos, a pesar de que trabajaban tantas horas como ellos.

A menudo trabajaban en los mismos turnos de 12 horas que los adultos y cobraban una miseria por meterse debajo de peligrosas máquinas de tejer, mover carbón por estrechos pozos mineros y trabajar en cuadrillas agrícolas.

Era muy frecuente que los trabajos de los niños estuvieran bien definidos y fueran específicos para ellos; en otras palabras, el trabajo infantil no era una mera ayuda adicional para la mano de obra adulta. La educación de muchos niños era sustituida por una jornada laboral, una elección que a menudo hacían los padres para complementar los escasos ingresos familiares. No fue hasta la década de 1820 cuando los gobiernos empezaron a aprobar leyes que restringían la jornada laboral y se obligó a los empresarios a proporcionar condiciones de trabajo más seguras para todos, hombres, mujeres y niños. Incluso entonces, la falta de inspectores hizo que siguieran produciéndose muchos abusos, una situación que fue observada y difundida por organizaciones benéficas, filántropos y autores con conciencia social como Charles Dickens (1812-1870).

Aun en la actualidad muchos menores son explotados en fábricas e industrias debido a la pobreza de los países en vías de desarrollo y la necesidad de mano de obra barata. Los niños son forzados a trabajar en agricultura, en las calles o incluso en la minería, con los riesgos que ello conlleva.

En México, 3.7 millones de niñas, niños y adolescentes trabajan, la mayoría de ellos en ocupaciones no permitidas o en quehaceres domésticos en condiciones no adecuadas dentro de su propio hogar. Este dato representa un crecimiento de 14.1% respecto de la última medición, en gran parte como reflejo del impacto multidimensional de la pandemia de Covid-19.

Según la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI) 2022, publicada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el 13.1% de los menores de edad en el país laboran, lo que implica un aumento de 1.7 puntos porcentuales respecto del último dato disponible. De este universo, 60% son hombres y 40%, mujeres.

La ENTI 2019 reportaba que, de acuerdo a la medición más amplia del trabajo infantil, en ese entonces, en México trabajaban 3.3 millones de menores de edad, esta población se incrementó en 462,472 personas para 2022, para un total de 3.7 millones de personas.

Los niños han sufrido múltiples vejaciones e injusticias en la historia de la humanidad, por ejemplo. los niños fueron especialmente vulnerables en la era del Holocausto. Los nazis justificaban el asesinato de niños de grupos “indeseables” o “peligrosos” como parte de la “lucha racial” o como una medida de seguridad preventiva.

Cuando la guerra terminó en mayo de 1945, más de 1 millón y quizás hasta 1,5 millones de niños habían muerto, como víctimas del calculado programa de genocidio nazi.

Durante los conflictos y/o las guerras, numerosos niños son asesinados, heridos o incluso explotados. Otros son encarcelados, forzados a dejar su país para sobrevivir o a unirse a las fuerzas armadas convirtiéndose en “niños soldados”. Muchos se encuentran huérfanos y sin protección.

Más niños han muerto en Gaza en cinco meses que en los últimos cuatro años en todas las guerras. “Esta guerra es una guerra contra los niños. Es una guerra contra su infancia y su futuro”, ha dicho el comisionado general de la UNRWA.

La agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA) dijo que más niños han sido asesinados allí en los últimos meses que en cuatro años de conflicto en todo el mundo.

Estas noticias se conocían mientras el personal humanitario de la ONU repetía sus graves advertencias sobre la catastrófica situación de Gaza, donde una de cada cuatro personas está al borde de la hambruna, al menos 576.000 personas.

Los más jóvenes son los que menos pueden hacer frente al hambre y las enfermedades, ha advertido el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), con un millón de niños que ya han abandonado sus hogares a causa de la guerra y unos 17.000 niños no acompañados o separados de sus familias, el 1% de los 1,7 millones de gazatíes desplazados.

Los niños de Gaza viven bajo las bombas, miles están sin casa, sin padres, sin escuelas. Miles de niños también están bajo un estado de indefensión y violencia por todo el mundo, sobre todo en los países subdesarrollados, que viven en la actualidad bajo una terrible violencia en prácticamente todos los ámbitos.

Es realmente alarmante la violencia ejercida hacia los niños, se podría decir es un índice de la descomposición humana. ¿Como es posible que se asesinen, torturen, se dejen huérfanos, se les explote laboralmente en condiciones inhumanas?

Respecto al día del trabajo, muchos solo saben que es día que no se trabaja. No hay memoria histórica sobre las luchas por un mejor salario, por salud y educación.

En México, más de 850 mil personas son víctimas de esclavitud moderna, según el Índice Global de Esclavitud 2023. Las jornadas laborales en el país son las más extensas entre los miembros de La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), con más de 15 millones de personas trabajando más de 48 horas a la semana, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE).

Quede claro que ambos rubros; día del trabajo y día del niño, tienen la misma raíz; la explotación desmedida de la fuerza de trabajo, la desigualdad, la miseria, los salarios paupérrimos, las pésimas condiciones laborales.

Los anhelos son los mismos; vida digna, salud y educación de calidad, cese a la violencia. Un mundo, una vida plena, sin intolerancia, con respeto, libertad y Paz.

Termino con una cita de Martín Luther King, que lo dice todo:

“La verdadera paz no es simplemente la ausencia de tensión, es la presencia de justicia. Tengo un sueño, un solo sueño, seguir soñando. Soñar con la libertad, soñar con la justicia, soñar con la igualdad y ojalá ya no tuviera necesidad de soñarlas. Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, aún hoy plantaría un árbol”.