ECOS LATINOAMERICANOS: ¿Qué sucederá con la oposición en México?

Integrantes de la Alianza Va x México. (Foto: especial)

Ha transcurrido más de una semana de la aplastante victoria de la 4T en las urnas el pasado 2 de junio. A estas alturas las autoridades electorales ya han dado a conocer formalmente a los ganadores de esta contienda electoral. Al final sí fue una gran victoria de MORENA y aliados tal como la mayoría de las encuestas preveían, sin embargo, fueron muy pocas las que consideraron que el congreso estaría también prácticamente ganado por la 4T, de hecho, hay mayoría calificada en la cámara de diputados por parte del oficialismo y en el senado se quedaron a dos curules de lograrlo. A su vez la mayoría de las gubernaturas se consiguieron. Por lo que el oficialismo, especialmente López Obrador y Claudia Sheinbaum, tienen mucho que celebrar.

Sin embargo, desde luego, esto no puede decirse de la oposición, específicamente de la coalición compuesta por el PRI, PAN y PRD. Si bien Movimiento Ciudadano fue técnicamente un perdedor de la contienda electoral, su caso debe analizarse aparte por el objetivo central de dicho partido. Volviendo a la situación de la coalición del hasta hace poco bloque Fuerza y Corazón por México, hay todavía una gran dificultad tanto de los liderazgos como de la militancia para digerir esta compleja derrota.

Desde la narrativa tanto de la propia Xóchitl como de varios candidatos de la coalición de afirmar que la elección había sido un fraude electoral o que era una elección de estado, ya era una señal de que el principal bloque opositor tendría serias dificultades para articularse políticamente en el próximo sexenio. Más a regañadientes y por la enorme diferencia de votos que por convicción institucional-democrática, Xóchitl y Santiago Taboada, candidato a la jefatura de Ciudad de México, reconocieron las victorias de sus respectivos contrincantes, sin embargo, anunciaron que revisarían las irregularidades y defenderían cada voto en el conteo oficial.

Al final esto fue una mera táctica para tratar de lucir fuertes hasta el final. Ambos sabían que ya todo había concluido, prueba de ello fue el anuncio de hace unos días de Xóchitl para reincorporarse como senadora, consintiendo así su derrota y la continuación de la 4T. Pero no solo fueron los contendientes quienes tuvieron dificultad para digerir la derrota, los intelectuales, comentócratas y empresarios que apoyaban a Xóchitl y sus aliados están completamente desconcertados, no saben cómo reaccionar y aún siguen sin entender cómo perdieron con tanta diferencia.

De los líderes de los tres partidos que conformaron la coalición no hay mucho que decir. En el caso del PRI y el PAN, Alejandro Moreno y Marko Cortés respectivamente, se han dedicado solo a conseguir los puestos legislativos plurinominales para ellos y su grupo de cercanos, evadiendo el hecho político de que ellos tuvieron buena parte de la responsabilidad de la derrota frente a la 4T.

El PRD ha sido rematado, no importa cuantas impugnaciones e inconsistencias electorales quiera señalar, por cuestión probabilística es un hecho que el llamado Sol Azteca va a desaparecer apenas el INE oficialice que no alcanzó el mínimo del 3% de la votación para diputados federales. Ello deja formalmente como únicos partidos de izquierda a MORENA, PT y Movimiento Ciudadano, teóricamente cada uno con distinta perspectiva ideológica.

Pero por lo pronto esto va a significar que la principal oposición a la 4T ya no contará con un partido que pueda ser plenamente identificado con la izquierda política. Aunque este parece ser el menor de sus problemas. Son minoritarios los militantes de Fuerza y Corazón por México quienes respaldan una visión progresista o vinculada a alguna rama a la izquierda. De hecho, en general buena parte de esta militancia es más bien heterogénea en términos ideológicos, y únicamente tiene como punto común apoyar la propuesta que más sirva para oponerse al proyecto de López Obrador.

Al final la victoria del bloque del presidente dejó sin saber que hacer a la militancia general de los partidos de la coalición. Pareciera ser que en verdad la militancia opositora se la estaba jugando en un todo o nada, ya que ahora no parecen tener plan B en caso de la derrota. No hay tampoco un líder o lideresa visible que encabece la oposición principal de cara al próximo sexenio.

Como se dijo, el PRD ya está muerto, y los presidentes del PRI y PAN están mucho más ocupados acomodándose en sus plurinominales que dando cara al próximo gobierno. Dentro de los empresarios, Claudio X. González ha estado poco activo y los rumores apuntan a que buena parte de los empresarios aliados que incentivó para apoyar a Xóchitl están ahora enojados por la situación política resultante del 2 de junio, incluso pretendiendo algunos de estos reunirse con Sheinbaum para limar asperezas.

Pero sin duda lo más preocupante que se ha notado en la coalición opositora, ha sido su enorme falta de autocrítica. Ya no digamos de los presidentes de los partidos, ya que como se dijo a ellos pareció no importarles la derrota mientras salvaran sus escaños de interés, pero el resto de los liderazgos al interior de los partidos e ideólogos del bloque parecen seguir reacios a reconocer la insuficiencia política y falta de visión social que tuvieron durante este periodo de campaña.

Como también ya se indicó, la narrativa opositora principal fue su postura anti-AMLO, pero nada más, no hubo la promoción de un proyecto alternativo o de propuestas que fueran concretas. En su gran mayoría la promoción política de Xóchitl era básicamente la de una restauración del régimen pre-AMLO y esperar que los votantes consideraran que eso era lo mejor o en todo caso lo menos malo.

Quizá este fue su principal error. Es probable que esta narrativa fuera constituida básicamente para dos tipos de público, el primero de ellos serían intelectuales que respaldan el republicanismo, la institucionalidad más estricta y en general que se oponen a la concentración de poder en la figura de un ejecutivo fuerte que pueda desafiar fácilmente al resto del aparato del sistema político nacional; el segundo tipo de público sería un bloque clase media-alta, que nunca han necesitado recurrir de apoyos gubernamentales y que en general tienen un cierto grado de estabilidad económica, y que quizá tiendan a ser, en términos sociales, moderadamente tradicionalistas.

Ambos públicos tienen el denominador común de no ver ningún beneficio en las políticas de Obrador o la 4T. Consideran que con la llegada del tabasqueño el poder se concentró con menores restricciones institucionales, y no consideran que hayan tenido algún tipo de elemento positivo para sus respectivos círculos sociales. Lamentablemente para la oposición tales públicos no son los mayoritarios.

Poco más del 40% de la población vive debajo de la línea de pobreza, cualquier incremento real en sus ingresos por mínimo que sea es un factor de gran relevancia para su vida diaria. Al mismo tiempo, el incremento sustancial del salario mínimo durante este sexenio significó un avance importante para buena parte del proletariado mexicano, ya que prácticamente desde hace 30 años había estado estancado.

Es cierto que el gobierno de Obrador tiene varios puntos de crítica que pueden ir desde el déficit actual de varias de sus obras de infraestructura hasta el poco avance en cuestión de combate a la violencia y la corrupción. Pero de nueva cuenta, la oposición ha evitado voltear a ver a los sectores que dieron su apoyo a Obrador para entender como sus políticas podrían haberlos beneficiado al punto que optaron por darle un respaldo de esta magnitud.

Únicamente en campaña Xóchitl y su bloque mencionaron que ellos no iban a retirar los programas sociales, sin embargo, ya de antemano si esa es una propuesta, quiere decir que ellos percibían que la ciudadanía les tenía desconfianza en este aspecto, y no es algo sin fundamento ¿si efectivamente ellos apoyan los programas sociales del gobierno por qué no legislarlos desde años anteriores, especialmente cuando estuvieron en la presidencia?

La realidad es que estos programas sociales nunca estuvieron en los puntos principales del bloque. Incluso Damián Zepeda, senador por el PAN, lo enfatizó en una entrevista hace unos días, señalando que cuando los programas sociales se incorporaron al grado constitucional, aunque los senadores de Acción Nacional votaron favorablemente, no fue el caso con los diputados blanquiazules quienes votaron en contra.

Ante ello, es hasta cierto punto normal que hubiera un cierto grado de desconfianza con la oposición sobre dichos temas. Y esto es apenas uno de varios tópicos que la oposición tendría que analizar para entender bien lo que sucedió y por qué la gran mayoría de los ciudadanos les dieron la espalda y mejor refrendaron a la 4T.

Por fortuna hay algunas figuras de la oposición que están tratando de hacer autocriticas constructivas. Entre ellas está el propio Zepeda, quien en esa misma entrevista enfatizó también la necesidad de restructurar y reinventar al PAN para adaptarlo a tiempos modernos y que así pudieran mantenerse en el juego político actual. De cierta forma la legisladora América Rangel propuso también cambiar la dinámica actual, pero en un sentido opuesto al de Zepeda, en vez de reinventar al partido deben llevarlo a sus raíces ideológicas, en este caso la propuesta no sería la modernización sino regresarlo a su postura tradicional, abandonando el pragmatismo y las actuales alianzas.

Pero independientemente de cuál postura sea mejor, en este caso para el PAN, es deseable que exista reconocimiento y discusión al interior de la oposición tras esta apabullante derrota electoral. Solo así pueden plantearse nuevas estrategias que vuelvan a recuperar a parte del electorado, quien en este momento está en su mayoría cautivado por el oficialismo. Recalcando también que lo peor que podría cometer la oposición sería actuar y seguir adelante como si nada hubiera ocurrido, y que, precisamente, los presidentes de los principales partidos de oposición parecen estar haciendo.

En cualquier democracia con plena institucionalidad y un sistema de partidos bien establecido, los liderazgos renuncian frente a severas derrotas electorales. Si en este caso los actuales lideres formales de la oposición no lo hacen, la militancia entonces tendría que cuestionar la propia legitimidad de aquellos que los llevaron a una de sus mayores derrotas en la historia democrática de México.