DEBATAMOS MICHOACÁN: Agua, espiritualidad, vida y paz

Participantes del taller “El agua un derecho humano y la paz y convivencia social”. | Fotografía: cortesía Gerardo Herrera Pérez.

Durante muchos años, cuando menos en la historia reciente, después de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, venimos hablando de la importancia de impulsar procesos de paz y desarrollo para atender las violencias y conflictos que se generan; no obstante, como muchas generaciones, aprendí a ver la paz de manera eurocentrada, sustentada en el modelo colonial, que controló, sometió y disciplinó al ser, el saber, el poder y la naturaleza.

Empero, dichos estudios de paz, o modelos de paz, evidentemente, no toman en consideración los saberes de las poblaciones originarias y afrodescendientes, por ello y para hablar de la paz en el sur global, requerimos de una visión crítica, de un pensamiento crítico que nos ayude a la comprensión de la construcción de diálogo, así como al reconocimiento  de la paz desde la importancia de valorar las experiencias y saberes comunitarios que han sido invisibilizados por el modelo civilizatorio occidental.

En este contexto, es importante continuar trabajando en proceso de reconstrucción y resignificación de la paz, ahí donde la paz, no ha logrado disminuir los conflictos, violencia, exclusión, discriminación y mecanismos de opresión en contra de grupos en condiciones de vulnerabilidad, manteniendo la supremacía de grupos empoderados.

En este sentido, requerimos comprender la importancia que tiene abordar los fenómenos sociales desde la complejidad, es decir, desde la transdisciplinariedad y los saberes (desde procesos holísticos, sistémicos e interdependientes), donde podamos abrevar de los conocimientos y saberes de los actores sociales y comunitarios de espacios locales, y de los cuales podamos comprender nuevas formas de reconocimiento de la realidad que nos ayude a la transformación.

Por ello, me parece importante traer a la reflexión el concepto de paz decolonial, sí, de ese proceso de giro decolonial, que nos permite ver más allá de la colonización, de ver nuevos elementos desde nuestras epistemologías del sur, desde el ser, los saberes, el poder y la naturaleza, sin una visión eurocéntrica, pero sí, desde nuestros saberes de los miembros de la comunidad.

Desde dicha perspectiva decolonial, nos parece importante insistir en tres elementos fundamentales para la construcción de una paz decolonial; por un lado, es significativo el ampliar el saber epistémico, evitando una visión eurocentrada, para encontrar en los saberes locales, en los grupos originarios, o bien, de las poblaciones de afrodescendientes, en las visiones del sur global (Frantz Fanon y Boaventura de Sousa Santos) el análisis epistémico y metodológico de los saberes.

El segundo aspecto, es avanzar en la construcción de diálogos participativos y comunitarios en los territorios y con los actores locales; es decir, encontrar los puntos de comprensión que logran las comunidades originarias para el trabajo colaborativo, los valores de comunalidad, la convivencia, la confianza entre los miembros de la comunidad que permite lograr la paz en los espacios comunales de los grupos originarios y afrodescendientes.

El tercer elemento, es identificar el estado del arte que los grupos originarios pudieran tener respecto a contenidos de la paz, ello, permitiría establecer las relaciones entre lo que se escribe para una paz global, e identificar el significado que se da de una paz cotidiana y a pequeña escala, es decir, una paz comunitaria.

Me parece fundamental realizar estudios de la paz, desde un posicionamiento crítico que nos ayude a construir un conocimiento situado, localizado y ajustado a las realidades concretas que vivimos. Hoy por hoy, los estudios de paz, nos deberían de dar luz para la comprensión de los feminicidios y crímenes de odio por homofobia, lesbofobia, bifobia, transfobia; luz para la atención del acoso escolar; luz para la precariedad e injusticia social, desigualdad y discriminación, pero sobre todo para la comprensión de las diferentes crisis que vivimos, entre ellas la medioambiental, social, subjetiva, y en especial del agua, del estrés hídrico. En ocasiones nos resulta difícil motivar, incentivar a otros actores sociales, pero se siente un gran júbilo, cuando distintos actores sociales, comunitarios se encuentran para trabajar en el cuidado y respeto de la vida, del biocentro, de los saberes, y eso fue lo que me toco observar y vivir (compartancia y trueque), por lo cual comparto con ustedes, con mucho gusto y con un gran respeto al trabajo de comunalidad que realizan en la Mintzita, municipio de Morelia, siendo invitado por Emiliano, miembro de la comunidad y que fue desarrollado en el Colegio de Bachilleres plantel Villas del Pedregal.

El pasado domingo 9 de junio, se llevó a cabo la XXXV edición de la Feria del Agua y Tianguis la Gotita, cuyo lema fue “Todos por el agua y el agua para todos” acciones organizadas de manera coordinada, autogestiva, colaborativa y comunal con miembros de la comunidad de la Mintzita, y el Colegio de Bachilleres plantel Villas del Pedregal, talleristas y otros personas, en donde se realizaron actividades para compartir comunalmente los alimentos y  las palabras, entre todos los miembros participantes: infancias, adolescencias, juventudes, adultos y adultos mayores.

La propuesta de programa a desarrollar, en un domingo de luz y de mucha energía, fue holística, incluyó cuestiones culturales, sociales, gastronómicas y desde luego espirituales, en las que consideró, el baile, el canto, talleres, trueque, cine, y el compartir los alimentos preparados por las comunidades y la palabra como medio de interacción. El primer acto a desarrollar fue pedir permiso con respeto a la madre tierra, y desde ahí, todo el evento se generó en un propósito de buen vivir, de espiritualidad, de respetar a la otredad, de comprender la biodiversidad y su importancia para nuestro existir, respetando como eje central la vida del otro, y que e otro es también las plantas, los animales, el agua, la luz, la tierra y sus productos, el aire, es decir unicidad para la vida.

Con relación a los talleres, mismos que fueron de distintas temáticas y abarcaron diversas acciones para mejorar las condiciones de vida de la comunidad; entre ellos comparto el vinculado con “El agua un derecho humano y la paz y convivencia social”, que fue desarrollado con jóvenes bachilleres, inquietos, talentosos y generadores de saberes que compartieron, en un ejercicio que evito el egoísmo, la meritocracia, el yo primero, para transitar a un trabajo de complementariedad, de ecología de saberes, de alteridad, de tolerancia y respecto, en horizontalidad.

En el preámbulo para el desarrollo de dicho taller, se llevó a cabo la reflexión del proceso de colonización y la manera en cómo se habían sometido, controlado y disciplinado las poblaciones, pero también los saberes, el poder, y el uso irracional de los elementos de la naturaleza, generando a su paso no solo dolor, sino crisis medioambiental y otras, por ello, la importancia de conocer el agua como dadora de vida a los seres vivos, y que en conexión con los elementos de la naturaleza, agua, luz, tierra, aire, hacen unicidad, que nos convoca a dejar de ser antropocéntricos y transitar al biocentro, es decir, la vida al centro para desde ahí respetar los elementos de la naturaleza, los humanos, las plantas y los animales.

La participación de cuatro jóvenes, tres hombres y una mujer, les permitió hacer trabajo colaborativo, compartir saberes, experiencias y generar una propuesta para presentar un modelo de respeto a la tierra que genere la sostenibilidad, es decir, que permita que se beneficie esta generación de vida, y las próximas generaciones.

De esta manera y desde una perspectiva de género, desde la complementariedad, la ecología de saberes, la horizontalidad en el diálogo, la alteridad y la comunicación, pero además la tolerancia y el respeto, llegaron a un acuerdo, la importancia de dar forma a distintas palabras clave: vida, agua, paz, respeto, equilibrio (sostenibilidad).

El ejercicio y la reflexión que hicieron sobre cada una de las palabras, decidieron presentar su reflexión a través de un ejercicio matemático, una ecuación que permite comprender que para llegar al equilibrio (sostenibilidad), se requiere del elemento del agua para la vida (la vida son los seres vivos: humanos, plantas, animales), pero además la convivencia que se dé entre los humanos debe ser de paz, es decir no lo solo ausencia de violencia, sino la capacidad de resolver conflictos en equidad, y generar condiciones para el respeto, para la espiritualidad cuando hay que tomar elementos de la naturaleza y que el compromiso sea no devastarla; cuando la comunalidad, y la participación social, es derivada de la convivencia, de la fraternidad y de la participación de cada miembro de la comunidad, de esta manera, podremos lograr la sostenibilidad, expresaron con ánimo, pasión, emoción y compromiso de las juventudes que participaron: Brayan Ernesto, Ángel Alí, Ana Yolanda y Erick Daniel.

Al finalizar el ejercicio, los jóvenes agradecieron al facilitador del taller, expresaron su compromiso de cuidar y hacer respetar el derecho humano al agua, generando y creando el desarrollo de conciencia sobre el vital líquido, que genera la vida y que permite darle viabilidad a este proyecto de comunalidad.