DEBATAMOS MICHOACÁN: Humberto Maturana QEPD

El maestro Maturana, fue el creador del concepto "autopoisesis". (Foto: especial)

Aprendí a honrar a Humberto Maturana desde que leí sus textos hace ya cinco años, me pareció que estaba abrevando de otras formas de comunicación, de alteridad, de la biología del amor, de su grandiosa formula tan reflexiva que nos invita a pensarnos como un sistema molecular que se autoproduce y cuando deja de autoproducirse hablamos de la vida que muere. 

El maestro Maturana, fue el creador del concepto “autopoisesis”, una teoría basada en los términos “auto” (a sí mismo) y “poiesis” (creación/producción) para explicar que la razón del ser vivo es la vida misma, una idea que fue abordada incluso por el líder tibetano Dalái lama, con quien Maturana se reunió en 2013. Baste recordar que todos los seres vivos tenemos la misma génesis. El planeta Tierra, al ser un ser vivo también puede morir. 

En todas mis intervenciones permanentemente siempre hablo de Maturana, respetaré profundamente al ser humano que la vida nos lo permitió durante 92 años de edad, hoy finalmente esa vida de éxitos como biólogo y filósofo llegó a su fin y como él decir, la vida que muere, y esa vida tan brillante y generosa, hoy murió. 

Mis alumnos de maestría en ciencias de la salud y de doctorado en Ecoeducación han escuchado repetidas veces la importancia de las reflexiones teóricas de Humberto Maturana. 

Chileno y recipiendario del Premio Nacional de Ciencias 2004, siempre se mantuvo en la primera línea de trabajo colaborativo y para el desarrollo; hoy se fue un gran humanista, un investigador, un filósofo, se fue el hermano mayor de muchas personas que lo amamos y que esperábamos siempre ver sus textos, reflexiones, los videos de YouTube; no más estará entre nosotros nos deja un importante legado teórico y literario. Desde mi trinchera como doctor en Ecoeducación, pero también como doctor en Gobernabilidad, Política y Política Pública y doctorante en el doctorado de Género y Derecho, lo despido desde Morelia, Michoacán, México, como un extraordinario investigador, biólogo, filósofo y pedagogo que fue, Descanse en Paz.

En distintas intervenciones,  las últimas que he tenido sobre la Tierra, me pronuncio por expresar que la situación que vive la madre Tierra, Gaia, es compleja; no solo es complicada para ella, también lo es para nosotros los seres vivos, porque la Tierra es nuestra casa y hoy nuestra relación con ella tiene diversos problemas como el calentamiento global; el deshielo de los cascos polares; aumento del nivel del mar; huracanes, ciclones y sequias, alteraciones en los ciclos hidrológicos, muerte de biodiversidad y nuevas enfermedades como el Covid-19. Todo ello, repercute en nuestra casa la Tierra y en la calidad de vida de la humanidad y en general de los seres vivos; por ende, del goce de los derechos humanos de cerca de ocho mil millones de personas en el mundo:  la vida digna, a la salud, agua, medio ambiente sano, alimentos, vivienda adecuada, entre otros derechos. 

Las preguntas son: ¿qué hacer para no generar más presión en contra de la Tierra?, ¿cuál debería ser el comportamiento de los humanos?, ¿será que requerimos de un nuevo orden civilizatorio?, ¿será que requerimos de un nuevo modelo económico que no globalice, sin un mercado que promueva el hedonismo y los valores líquidos, sin un modelo patriarcal que asesina a personas por género? En mis intervenciones relacionadas con el ser humano, expreso la importancia de identificarlo de manera tridimensional: individual, colectivo y al ser género humano, planetario. Es decir, tenemos preguntas duras, pero solo abrevamos de un conocimiento que nos permite dar respuestas blandas, así los expresa Boaventura de Sousa Santos.

Es decir, somos una sola familia y una aldea global cuyo destino es cuidar la vida, y como dice Humberto Maturana, “La vida que muere”, en sus reflexiones de la Biología del amor. El género humano, debe comprender la importancia de cuidar su entorno, tanto los seres vivos, como los elementos de la naturaleza y que no pueden ser inertes porque dan sentido a la vida al estar conectados con los sistemas autopoieticos molecuales; porque lo que deje de hacer, omisión, o haga mal, tendrá repercusiones en otras latitudes; este es el sustrato para sostener un mundo en el respeto de la naturaleza, la igualdad, la justicia social, la justicia económica y desde luego la cultura de la paz, a través del diálogo. 

Por ello, la importancia de comprender que la vida debe de estar al centro, es decir, el ecocentrismo y no del antropocentrismo, porque si consideramos la vida y sus seres vivos, estaremos considerando a las plantas, los animales y desde luego la humanidad.  La Tierra se encuentra viva, ahí convivimos humanos, animales y plantas y requerimos de los elementos de la naturaleza para vivir; de tal suerte que necesitamos del aire para respirar, de los nutrientes de la tierra para nuestra alimentación, del agua para vivir, del sol para fijar nuestras vitaminas y la fotosíntesis. 

Es decir, la Tierra es nuestra casa, y ahí tenemos tres “t”, techo para nuestra protección, tierra para producir nuestros alimentos y el trabajo para el desarrollo de nuestras tareas sociales. “El medio ambiente global, con sus recursos finitos, es una preocupación común para todos los pueblos. La protección de la vitalidad, la diversidad y la belleza de la Tierra es un deber sagrado”. Tenemos quinientos años del proceso de colonización y 200 años de la revolución industrial, que nos han dejado múltiples problemas no solo de jerarquización social y racismo, pobreza, desigualdad social, precariedad, injusticia social, sino también devastación ambiental, el agotamiento de la tierra y una extinción de biodiversidad todos los días. Las brechas son más abruptas entre pocos ricos, muchos pobres, esta pandemia ya dejó a varios  millones más de personas pobres, en desempleo y un largo etc. 

Sera que requerimos ser más en nuestro desarrollo humano, pero no necesariamente a tener más. Y es que la decisión que tomemos en lo personal o bien, como una comunidad global para cuidar la Tierra y en un ejercicio de diálogo cuidarnos unos y otros para evitar destruirnos y lo más grave destruir la biodiversidad. Por ello, se requieren nuevas formas de interpretación de nuestra realidad y de interacción entre la población donde los valores, principios y virtudes sociales nos ayuden a pensarnos, despensarnos y repensarnos en un mundo diferente, porque no, en una utopía, un mundo de lo posible, por el cual debemos de luchar, como bien lo señala la filosofía de la liberación de Enrique Dussel. 

Para seguir en la tierra, requerimos de entender la unicidad y la planetariedad; nuestro cuerpo es unicidad con el planeta, con la Tierra, requerimos del aire para respirar, del agua para sustentar la vida, requerimos de la tierra para nuestros alimentos, y de la luz para atender nuestro cuerpo, por ello tenemos una responsabilidad universal, expresa la Carta de la Tierra, que somos ciudadanos de diferentes naciones y de un solo mundo al mismo tiempo, en donde los ámbitos local y global, se encuentran estrechamente vinculados. 

Y en este sentido, precisa el documento filosófico, que todos compartimos una responsabilidad hacia el bienestar presente y futuro de la familia humana y del mundo viviente en su amplitud. El espíritu de solidaridad humana, una obligación positivada en la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre y de afinidad con toda la vida se fortalece cuando vivimos con reverencia ante el misterio del ser, con gratitud por el regalo de la vida y con humildad con respecto al lugar que ocupa el ser humano en la naturaleza, un lugar que no debe ser antropocéntrico. Para realizar cambios requerimos de un gran esfuerzo para promover conductas saludables que guíen y valoren la conducta de las personas, organizaciones, empresas, gobiernos e instituciones públicas y privadas, esas conductas deben de estar sustentadas en la resolución de conflictos, en el diálogo horizontal. Sirvan estas líneas para honrar a Humberto Maturana, que en paz descanse.