Islam fundamentalista, un real problema

El Islam es, recordemos, una religión originaria de la península de Arabia, y que se basa en las enseñanzas de Mahoma. (Foto: especial)

Las noticias de Afganistán son lo habitual en estos días,  desplazando de momento a las noticias provenientes del llamado “oriente medio” que son material frecuente en los informativos internacionales. El término, originalmente acuñado por los ingleses durante la II Guerra Mundial y que designa a una amplia zona del sudoeste de Asia y norte de África que incluye países con una cierta relación común, tanto geográfica como por raza, religión e historia. Ahí se encuentran Egipto, Irán, Irak, Jordania, Libia, Arabia Saudita y la conflictiva región de Israel y los territorios autónomos palestinos. La religión dominante es el Islam.

El Islam es, recordemos, una religión originaria de la península de Arabia, y que se basa en las enseñanzas de Mahoma, que vivió allá por el siglo VI DC. La palabra “Islam” la interpretan como “entregarse a la  ley de Dios” y a las personas que practican esta religión se les llama “musulmán” que  significa “el que se somete a Dios”. Su libro fundamental, donde se recogen las enseñanzas de esta religión es el Corán, equivalente a la Biblia de los cristianos y al Tora de los judíos. Su profesión de fe es categórica y dice: “No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta”.

 Dentro de las obligaciones que impone están: Hacer oración 5 veces al día, limosnas, ayunos, prohíbe el alcohol y la carne de cerdo. También tienen un cielo y un infierno, obviamente también con un Juicio final, pero, cosa curiosa, el Corán reconoce otro tipo de juicio, y este afecta a los pueblos y naciones;  afirma que si una nación está corrompida por el poder o la riqueza será castigada con la destrucción o sojuzgada por pueblos más virtuosos; esto nos explica por qué algunos pueblos islámicos  llaman a los Estados Unidos “el Imperio del Mal” y recen y pidan fervorosamente por su total destrucción. Entre otros detalles tenemos que aprueba la poligamia y sostiene que la mujer es inferior al hombre. Dicta además reglas bastante estrictas  con relación a la vestimenta de las mujeres y su desempeño social. Dispone el Islam, como arma legal, de lo que llaman “fatwa”, que es una condena de cumplimiento obligado, aplicada por determinado líder religioso. Una de las más célebres es la “fatwa” en contra del escritor de nacionalidad inglesa Salman Rushdie, a quien el Ayatola Jomeini condenó a muerte por escribir una novela que suponen ofensiva al Islam, y fijó una recompensa de 5 millones de dólares por su captura y muerte.

  Como no se trata de una clase de teología, usaré este espacio para relatar dos historias, lamentablemente reales, relacionadas con el Islam. La primera, que mueve más bien a risa, la cuenta el conocido periodista de la más rancia izquierda alojado en The Guardian,  Tariq Alí , que narra la crónica de un partido de fútbol amistoso entre Pakistán y Afganistán, ambos países islámicos, celebrado hace ya algunos años en el estadio de Kabul, capital de Afganistán. Cuenta que poco antes de iniciar el partido, ingresaron violentamente a la cancha los barbudos policías del Ministerio de Lucha contra el Vicio, y alegando que los jugadores de Pakistán  vestían de manera indecente, pues mostraban las piernas;  los deportistas visitantes fueron rapados y azotados mientras que en el público del estadio, discípulos del tristemente célebre mullhá Omar, coreaban versículos del Corán. Suena a broma pero es un hecho histórico, registrado y confirmado.

  La segunda historia si es patética y muestra el grado de fanatismo a que puede llevar el fundamentalismo islámico, es relatada por la ya fallecida periodista italiana Oriana Fallaci (la misma que estuvo en la balacera de Tlatelolco) y le toco verla en Dacca, ciudad capital de Bangladesh. Refiere la ejecución de doce jóvenes acusados de “impuros”, en el estadio de la ciudad, ajusticiados a golpes de bayoneta en tórax y abdomen, ante la presencia de 20,000 fieles que gritaban “Alá es grande” “Alá es grande”. Tras la ejecución de estos doce jóvenes, un niño, hermano de uno de los ajusticiados, que había intentado ayudarlo, fue asesinado a puntapiés por los guardias. Concluido el acto, los espectadores, hombres y mujeres, bajaron a la cancha y, tranquila y ordenadamente, pisaron los cadáveres  rezando “Alá es grande”, hasta reducirlos a un tapiz sanguinolento de carne y huesos rotos.  Por si hay dudas de esta salvajada islámica está  el testimonio  de los periodistas franceses y alemanes que, horrorizados, atestiguaron el acto y las fotos que logró uno de ellos.

  Nos agrade  o no, ese es el Islam fundamentalista,  el mismo que ha proclamado una “jihad” (guerra santa) contra Occidente. Así es que si alguien tenía alguna duda puede ver que pacíficos, lo que se llama  pacíficos, no lo son.

  El Islam en su vertiente fundamentalista es una realidad, y no va a desaparecer cerrando los ojos.