Hilando y deshilando la historia…

El realizar una artesanía de calidad es realizar una obra de arte y perpetuar el conocimiento. (Foto: especial)

El fin de semana pasado se reunieron más de 3000 artesanos, en una muestra denominada “Original”, en el Centro Cultural “Los Pinos” en la Ciudad de México.

La artesanía es el trabajo artístico, realizado de manera manual, basado en el conocimiento ancestral, el cual ha conformado nuestra identidad.

El realizar una artesanía de calidad es realizar una obra de arte y perpetuar el conocimiento. Mantener este conocimiento, preservarlo y perpetuarlo ha sido un trabajo de resistencia realmente admirable.

El vestir a la usanza indígena ha sido mal visto desde la época de la colonia, incluso castigado. La fabricación de las telas, el proceso de teñido, de hilado y deshilado, ha sido prácticamente hilar y deshilar historias individuales y de los pueblos originarios (indígenas).

Las mujeres indígenas bordan su historia y la de sus comunidades en sus huipiles. No son solo flores o diseños al azar. Bordan en las prendas, el conocimiento que les fue transmitido de manera oral, por sus abuelas y madres.

Así se preservo el conocimiento de su historia, de nuestra historia, prohibido tras la conquista española.

El evento del fin de semana fue importante en tanto que incentiva a los artesanos del país a continuar preservando este conocimiento.  Hubo foros y venta directamente de las manos de los hacedores de maravillosas y únicas obras de arte.

No siempre ha sido valorada la buena calidad en las artesanías. Muchas veces los artesanos chan caído en hacerlos de baja calidad, porque los costos de realizarlos de buena calidad son muy altos, el tiempo invertido pude llevar meses o incluso años. Y el comprador no lo valora, regateándoles e incluso no comprándoles sino lo “más barato” y así muchas veces ha decaído tanto la calidad como el apego a los métodos y materiales tradicionales.

También se han llevado a cabo cambios en los dibujos de los bordados; por ejemplo, en los huanengos de Nurio y Pichataro bordan personajes religiosos o de Walt Disney, según las preferencias de quien las usa o elabora.  Es en esos detalles que se puede observar cómo se van adentrando los patrones culturales externos y ajenos a las comunidades.

 Elaborar un huipil, un rebozo en telar de cintura es toda un arte.  Cada detalle, tejer cada figura implica una gran capacidad para almacenar y procesar información rápidamente.

El telar manual entrelaza el hilo para convertirlo en tejido. El funcionamiento consiste en cruzar los hilos longitudinales, llamados urdimbre, con los verticales, denominados trama, de modo que al pasar la urdimbre por encima y por debajo de la trama resulta el tejido. Se compone de un plegador de urdimbre, una pinta, dos o más lizos, una lanzadera que contiene el hilo de la trama y un plegador que recoge la tela.

Sadie Plant,  doctora en filosofía y Profesora de Estudios Culturales en la Universidad de Birmingham Inglaterra, señala que tal vez no sea coincidencia que Net, la diosa egipcia del tejido es además el espíritu de la sabiduría y la inteligencia, que al fin y al cabo también consiste en cruzar urdimbre y trama. En las sociedades anteriores a la mecanización industrial y la automatización, tejer era algo íntimamente conectado con la identidad.

Al comprender de dónde venimos, de dónde viene lo que hoy hacemos, estamos más cerca de la esencia de ese hacer y, por tanto, de su conocimiento.  Sin duda esto es aplicable al saber de la elaboración de huipiles y rebozos.

La palabra huipil proviene del náhuatl huipilli, es una prenda de vestir de origen prehispánico elaborado en telar, con motivos geométricos y/o florales. El uso de este es considerado toda una tradición entre las mujeres indígenas. Como lo señalamos su origen data de la época prehispánica, su uso se mantiene en las comunidades indígenas.

El huipil está cargado de historia, de simbolismos y de belleza, la valía histórica y cultural del huipil es mucho más rica que un simple vestido que cubre el cuerpo femenino desde el cuello hasta los pies.

Había un dicho en tiempos de la conquista: “indio vestido a nuestro modo, indio conquistado”. A pesar del control y violencia ejercida contra quien no se vistiese a la usanza española, no lograron vencer la esencia y valentía interna que subsistió   en los lienzos de los huipiles, su cultura e identidad sobrevivió, se perpetuó, a manera de símbolos secretos representados en los telares y  bordados.  En el huipil hay una serie de códigos y textos que cuentan la historia de México.

El huipil se fabrica en un telar de cintura, utensilio que data de 1500 años antes de Cristo, con la particularidad de que el ancho de la tela va a corresponder al ancho del telar, regularmente entre 30 y 40 centímetros de ancho, y por eso nunca hay desperdicio, porque solo se fabrica la tela que se va a utilizar, puede ser de varios lienzos, unidos por un tejido hecho igualmente a mano. Para su elaboración se utilizan algodones que las mismas comunidades cultivan.

 En los tiempos prehispánicos los huipiles eran de algodón y/o yute, con bellísimos bordados y en ocasiones con delicados trabajos de plumaria. En la etapa virreinal se incorporaron la lana y la seda.

Diversos investigadores, han descubierto que, en la elaboración del huipil, se siguen modelos matemáticos. Sé requiere un pensamiento abstracto altamente avanzado de alta complejidad para poder ir trazando hilo a hilo de manera perfecta figuras y/o trazos complejos de una manera magistral.

En México hay más de 60 grupos de idiomas y 300 variaciones dentro de esos idiomas.  El huipil, tiene diferentes denominaciones, dependiendo del grupo étnico. En Yucatán por ejemplo le dicen ‘hipil’.

Los huipiles ceremoniales suelen ser más complejos, con una simbología más pronunciada, que se usan durante las fiestas. En muchas de las comunidades la virgen usa huipil, y esto tiene que ver con que es considerado un regalo de la diosa, concebida como mujer de conocimiento, de amor, que da todo a sus hijos, así se le concebía en la época prehispánica. Son las diosas las que le enseñan a tejer a sus hijas terrenales y en el aprender a tejer está implícita la elaboración del huipil.

El huipil se convirtió tras la conquista en símbolo de resistencia.  Es símbolo de identidad y amor a nuestras raíces. El huipil es mucho más que lienzos, es el hilar y deshilar de nuestra historia.

Visto huipil desde hace 50 años. Tenía yo diecisiete cuando decidí usarlo. Aún recuerdo porque decidí hacerlo: un día estando en el banco, vi como trataban con total desprecio a una indígena. Me pareció una conducta vergonzante, hacia una persona que merecía respeto al igual que todos los que ahí estábamos. La diferenciaba su vestimenta; un huipil.

Decidí dejar la minifalda y usar huipiles, huanengos, quechquemitl y rebozos. Al comentarle a mi padre el porqué de mi decisión me sonrío y abrazó. Me apoyó totalmente, e incluso empezó a comprarme huipiles de las comunidades a las que iba, piezas maravillosas dignas de un museo, que aún tengo y porto con mucho amor.

El huipil es para mí acto de resistencia, de oposición al racismo y violencia existente hacia los pueblos originarios.

La vida es como un telar; se cosen sueños, se bordan historias, se aprenden puntadas, se deshacen errores y se vuelve a comenzar.