DEBATAMOS MICHOACÁN: En el Día Mundial de los Humedales

Desde las sabidurías de los pueblos mesoamericanos, se plantean el modelo del buen vivir, es decir, del respeto a la naturaleza. (Foto: especial)

En las últimas décadas, de manera más acelerada, ha habido un crecimiento económico sin precedente, fruto del esfuerzo humano por alcanzar mejores niveles de vida. Dicho crecimiento económico y demográfico ha sobrepasado los avances alcanzados hasta ahora para frenar la degradación ambiental. Atender las necesidades de la población de alrededor de ocho mil millones de personas, significa un desafío a la capacidad de gestionar y restaurar los bienes naturales de los que depende toda la vida.

La sociedad contemporánea, llamada sociedad del conocimiento y la comunicación, ha creado las condiciones para hacer que las personas estén más incomunicadas y solas, una contradicción que somete a la sociedad y sus intereses; el internet y las redes sociales que conectan a millones de hombres y mujeres sin tener la necesidad de encontrarse con el otro; y es en esta era, que, para pagar cuentas, trabajar, viajar, pedir comida, no necesitamos salir de casa todo llega vía on line.

El mundo virtual ha creado un nuevo hábitat para las personas, caracterizado por el encapsulamiento en sí mismo y por la falta de intersubjetividad, roce, contacto y convivencia social.

La humanidad transita por un modelo de sociedad de hiperconsumo que nos ha hecho hedonistas, narcisistas en búsqueda del placer, el éxito y el lujo, que los valores sólidos transitaron a los valores líquidos, y que lo más importante es el individuo y su placer personal, lo efímero y lo inmediato, pero no la comunidad, menos los seres vivos y los elementos de la naturaleza.

En este sentido nos encontramos en un punto crucial de nuestras vidas. La crisis medioambiental, social, subjetiva, educativa, de salud, financiera y de miedo que experimentamos, producto de la sociedad consumista y el crimen organizado, nos coloca en estos momentos ante el riesgo de nuestra desaparición como humanidad. Por lo que la pregunta de un conjunto de ciudadanos, académicos, servidores públicos y de los miembros de la sociedad es qué hacer para cuidar de la tierra, de la naturaleza, de los humedales, de la biodiversidad.

Es una pregunta fuerte, pero, parece ser que aun no tenemos respuestas fuertes, sino algunas líneas de por dónde transitar, por ello, compartimos con ustedes la importancia de lo que diversos teóricos nos comentan para atender estas problemáticas y qué hacer por lo pronto.

Desde la UNESCO, nos convocan a trabajar en los cuatro pilares de la educación del siglo XXI; aprender a conocer, aprender a ser, aprender a hacer, aprender a convivir, y considero que es indispensable que los cuatro pilares nos lleven a transformarnos para conservar la vida de los seres vivos y el respeto de la naturaleza.

Para Edgar Morin, nos plantea la importancia de trabajar en la creación y desarrollo de conciencia, es decir, de desarrollar conciencia antropológica, ambiental, cívica, espiritual y desde luego, avanzar en la conciencia de prevención, sobre todo de la salud.

Para Daniel Goleman, nos comparte el trabajar con inteligencia ecológica, es decir, considerar la inteligencia ecológica como la capacidad de vivir tratando de dañar lo menos posible a la naturaleza. Consiste en comprender qué consecuencias tienen sobre el medio ambiente las decisiones que tomamos en nuestro día a día e intentar, en la medida de lo posible, elegir las más beneficiosas para la salud del planeta.

Para Fritjof Capra, en su texto La trama de la vida, nos convoca a aprender desde la ecología profunda, desde la alfabetización ecológica, desde incorporar a individuos, sociedad y medio ambiente en una posición holística, sistémica e interdependiente.

Para Humberto Maturana, la importancia de reconocer la biología del amor, el reconocernos en horizontalidad como seres vivos.

Para Enrique Leff, plantearnos que estamos viviendo una crisis ambiental, pero también crisis del conocimiento, que solo con una racionalidad ambiental podríamos evitar el deterioro de la naturaleza que vivimos.

Para Leonardo Boff, la importancia de los cuidados de la tierra, el problema no es la tierra, sino nuestra relación con ella, nuestra manera de consumir, nuestro egoísmo. Desde la iglesia católica el Papa Francisco se pronuncia por las encíclicas de Laudato Si, y Fratelli Tutti, la tierra nuestra casa, cuidarla, protegerla, amarla.

En tanto que para Boaventura de Sousa Santos, es importante trabajar en la decolonialidad del saber y del poder y el regreso a las epistemologías del sur; así como para Edwar Clark, nos plantea la necesidad de trabajar desde la educación con contenido ecoeducativos.

Desde las sabidurías de los pueblos mesoamericanos, se plantean el modelo del buen vivir, es decir, del respeto a la naturaleza.

Desde la Carta de la Tierra, la posición de respetar la vida, la tierra, y la biodiversidad; pero además proteger la tierra, trabajar con enfoque de justicia social y económica y participación social, no violencia y paz.  

Desde la ONU, nos convocan a trabar en 17 problemas universales para salvar a la Tierra de la devastación, entre ellos, evitar la pobreza, promover la igualdad, la justicia social.

Para Jerson S. Lizarazo, generar las condiciones de una economía ecológica y la construcción epistemológica de una ciencia revolucionaria para la sostenibilidad y la transformación del mundo.

No hay una sola respuesta, las propuestas son colaborativas, interdependientes, holísticas, pero sobre todo debemos de trabajar en la formación de las nuevas generaciones con dos posicionamientos; el primero, realizar una ecoformación, formar para la vida; una ecoética, es decir, una ética para la vida, que deberá coaligarse con una ecopedagogía, o pedagogía para la vida, así, los contenidos obtenidos en la educación tenderían a formar una racionalidad ambiental y se fortalecerían desde la sensibilidad, la emoción, ternura, pasión, afecto, cuidado y comprensión de cada uno de los miembros de la comunidad cósmica.

Con ello, como teoriza Héctor Martínez,  avanzaríamos a la construcción de un modelo, que nos permitiera  trabajar bajo un enfoque de protección de la vida, la vida en horizontalidad, la de los seres vivos; fortalecer la ética ecológica, es decir, reflexionar sobre el daño ambiental, la pobreza, las desigualdades sociales, la opresión (invisibilidad, estigma, prejuicio, violencia, exclusión, discriminación, muerte) y el cómo hacemos para que ello se mantenga, frente a la necesidad de valorar el equilibrio armónico y dinámico que debe existir entre todos los seres vivos, para una ética integral, democrática, flexible y holística.

Se requiere de trabajar pensando y actuando en alcanzar el equilibrio entre el desarrollo y la preservación de los ecosistemas; pero igual en vivir en armonía con la naturaleza con racionalidad entre las emociones y la razón. Requerimos de vernos en el holismo, es decir de manera completa, sistémica, interdependiente y debemos seguir trabajando en el desarrollo de una conciencia ambiental y planetaria.

Lo más importante es el reto que enfrenta la humanidad, y es recuperar la sensibilidad el amor y el sentido común de nuestra vida cotidiana, para comprender y resignificar nuestra relación con la tierra y todos los seres vivos.

Necesitamos trabajar en valores fundamentales de la amistad, respeto, honestidad, ternura, emoción, solidaridad y compasión por todos los seres vivos y no vivos. Y desde luego seguir contribuyendo a la construcción de la Paz y la Convivencia Social, para el respeto de la naturaleza. Reflexión generada para el Día Mundial de los Humedales de Ramsar, 2 de febrero de 2022. Desde la sede de la embajada de la Fundación El Sol en México.