DEBATAMOS MICHOACÁN: Aprender a ser hombre (segunda parte)

Conocer los mecanismos, es comprender el conjunto de actitudes, saber, valores, conductas, y las potencias que son necesarias aprender y ejercer para ser hombre, para ser masculino. (Foto: especial)

El ejército, es en este sentido un forjador de masculinidad que destaca en formar en coraje y valentía; el hombre no se retracta, se sostiene y nunca se humilla frente al enemigo. Se refuerza el modelo cuando la compañera del militar es el fusil, no la mujer. Igualmente existen las condiciones para reforzar la creencia que una mujer es peligrosa y que no hay que confiar en ella, o los comentarios cuando existe crisis de familia, “no te dejes chantajear por tu mujer”, etc.

Aun, cuando los hombres tenemos peligros, porque atentamos contra nosotros, nos enseñan a que el hombre fuma, bebe alcohol, hoy se consume mariguana entre los jóvenes, la cerveza, pero igualmente hay mujeres que lo hacen, y desde luego son aventureros sexuales; en este modelo de sociedad de hiperconsumo y hedonismo, el consumo de alcohol, cigarro, sustancias tóxicas, marcas y el sexo, constituyen valores líquidos (Bauman y Lipovertzky), inmediatos, efímeros.

Y en efecto, nos enseñan a tener interés por el sexo opuesto a temprana edad; la edad tiene que ver con el manejo de la disciplina, niños o adolescentes prohibido ser vulgares y flojos, se prohíbe ir a fiestas, tener novia, tomar alcohol, fumar, pero más tarde, en el final de la adolescencia pero igualmente al principio de la juventud, se nos cambia el modelo, y la familia insiste en que se vaya a fiestas, se tenga novia, porque si se niegan, serán tratados por los amigos como débiles, y serán dominados por otros hombres, bajo la burla y la exclusión por ser diferentes, situación que viven de exclusión y discriminación personas con una orientación sexual diferente a la hegemónica, o bien, que viven la niñez trans.

Se nos enseña a demostrar que podemos tener una o varias mujeres y a ser machos e interesados desde adolescente por el sexo opuesto; ningún padre enseñará a su hijo a ser gay, antes los someterá, lo controlará, hará que vaya al psicólogo, que tome terapias de conversión, ira a una escuela militarizada, en fin, hará que sea hombre y masculino, sin pensar el daño que genera.

A los hombres también se les enseñará a ser libres; libre sexualmente, más libre que la mujer, libre en sus decisiones, libre para salir de casa y andar solo, libre al fin, a conquistar el espacio público.

También se nos enseña desde la religión, principalmente desde la iglesia, en donde se nos indica desde el catecismo, los mandamientos de la ley de Dios, así como los siete pecados capitales, el cómo debe ser el hombre: honesto, sin desear a la mujer de su prójimo, proveedor, responsable, el que representa al hogar y tiene solo una mujer. Contrastando con la realidad que se vive, hombres desobligados de sus cuidados domésticos, sin cubrir las cuotas de la pensión alimenticia, hombres violentos, con doble moral, el hombre sin dejar participar a la mujer porque se cree líder, profeta, tal vez, pienso se sentirá un apóstol.

Nos enseñaron también desde la violencia, que el hombre debe ser violento, dentro de la casa y fuera de la casa porque aprendemos de nuestro grupo relacional y familiar, a subordinar y a dominar al otro que es débil, ya sea hombre o mujer, la violencia ha trascendido a una violencia psicológica, física, verbal, sexual, económica, social, institucional y hoy también feminicida, utilizando el mandato de potencia moral que tenemos los hombres para castigar incluso matar a las mujer, el feminicidio es un castigo moral, confirma Rita Segato.

Se nos enseña a ser hombres a través de los medios de comunicación y la publicidad, se nos proyecta quien es el hombre exitoso, el hombre que tiene acceso al consumo y los privilegios y que ello le permite someter y controlar a las mujeres, es aspiracional la masculinidad hegemónica. También nos han enseñado a ser hipócritas, a mentir a negar lo que se hizo en el ejercicio de la doble moral “niega todo, nunca aceptes, al final ellas perderán”.

Se nos enseña, expresaban los participantes del evento que, también se enseña a tener presencia en lo público, porque somos nosotros quienes estamos fuera, denostamos el trabajo público de la mujer porque no puede, no sabe, no tiene liderazgo, no controla. Y en el campo de los saberes una gran división entre acceder a estudiar los hombres las ciencias duras, versus las mujeres y los débiles a ciencias blandas como la psicología, la enfermería, la docencia.

Las conclusiones a las que llegaron los participantes expresan la necesidad de desaprender, es decir, las masculinidades no pueden seguir generando tanto daño a la sociedad. La primera conclusión es que las masculinidades se aprenden de la familia y lo relacional, que quienes nos enseñan las actitudes, valores y normas y conductas para ser hombres también lo aprendieron de sus familiares, pero también la religión, las mujeres, el ejército, la publicidad, el consumo, los medios de comunicación, la educación formal, también influyen en la formación.

La segunda conclusión es somos producto de una sociedad de consumo, donde el hombre también es un producto, que debe ser ofertado con sus potencias y mandatos de masculinidad, no tenerlos, no ejercerlos tiene como fin la subordinación o dominación ante la debilidad.

Los cuidados dentro de la casa, no quieren ser ejercidos por los hombres, porque existe un patriarcado de alta intensidad que no lo permite derivado a que se vive como normalizado y socialmente aceptado, y porque además vivimos en un Sistema Mundo, donde esta predeterminado la politicidad y participación del hombre en su mandato y potencia, y que esta forma histórica lleva al menos más de 400 años.

En esos 400 años, se acumuló un patriarcado de baja intensidad que ya se tenía en los pueblos mesoamericanos y posteriormente en la colonialidad el patriarcado de alta intensidad que sumo las formas y practicas anteriores para dar paso a las formas de mandato de masculinidad y potencia con la cual actúa el hombre y sus masculinidades.

Por ello, importante destacar en estas conclusiones las potencias que se tienen, que están vigentes y continúan sometiendo, subordinando y dominando a la mujer; dichas potencias se presentan de manera sexual, bélica, política, moral, económica e intelectual y que al cometerse deben de mostrarse a otros hombres para reafirmarse como hombre, para legitimarse como masculinos.  Por ello, observamos que no basta tener las normas, las estructuras operativas, el diseño de la política pública, si es que no se tiene una lucha en contra del Sistema Mundo, que permita avanzar en atender las problemáticas en que vivimos.

No solo se puede luchar contra la violencia y la discriminación, cuando existe un conjunto de estructuras del poder que requieren terminarse con ellas, entre otras, el racismo, sexismo, clasismo, eurocentrismos, cristianismo y todos los problemas de esta civilización. No se puede luchar solo contra lo económico, no es sifuciente, se debe l uchar contra todo y en ese todo está la ideología. 

Finalmente, para mí, el ejercicio de aprender, desaprender y reaprender la  masculinidad, en donde los mandatos y las potencias eviten el daño y dolor que se ha generado a las mujeres y a la comunidad diversa sexual, quienes han vivido en la subordinación y en la dominación de hombres con masculinidad hegemónica, debe migrar a la transmodernidad, es decir, a nuevo modelo de sociedad, que permita nuevas prácticas de consumo, de intersubjetivación, mismo que tendrá que ayudarse de un modelo de tranfeminidad, al utilizar la epistemología del feminismo para dar congruencia a ese nuevo modelo civilizatorio que se requiere, entre otras acciones.