ECOS LATINOAMERICANOS: De Francia para Latinoamérica y el mundo

Emanuel Macron, presidente de Francia. (Foto: especial)

El domingo pasado se realizó la segunda vuelta en las elecciones presidenciales de Francia, en las que contendieron el actual presidente, Emanuel Macron, y la candidata de extrema derecha, Marien Le Pen. Macron fue relecto con poco más del 58% de los votos, quedando la segunda con poco menos del 42%. Este resultado ha sido un alivio político para una buena parte tanto de franceses como extranjeros que son simpatizantes del estatus quo de Europa, es decir, que aun frente a todo se mantengan a flote las instituciones y principios de la Unión Europea, así como elementos característicos del liberalismo europeo, tales como la integración económica global, el libre transito de personas, incluidas aquellas no pertenecientes a países europeos, así como la aceptación de la multiculturalidad, entre otros elementos.

Esto ultimo debido a que la propuesta de Le Pen era justamente lo opuesto, una visión mucho más nacionalista y euroescéptica para Francia, así como severas limitaciones en materia de migración, críticas al modelo de integración global, proximidad con valores socialmente conservadores, entre otras cosas. Por lo tanto, durante los siguientes cinco años Francia continuará bajo las políticas centristas-liberales de Macron, sin embargo, esto no debe suponer una victoria absoluta sobre los rivales antiliberales y euroescépticos.

Le Pen, lejos de verse derrotada y deprimida, como lo estuvo en las elecciones de 2017, lució mucho más fuerte y animosa, y esto tiene su explicación, porque, a pesar de que es su segunda derrota ante Macron, su grupo político, Renovación Nacional, ha obtenido una cantidad de votos sin precedentes. En 2017, a pesar de llegar a segunda vuelta, su votación no logró alcanzar siquiera el 35% de los sufragios, mientras que ahora estuvo rozando el 42%. El mensaje es preocupante, esto quiere decir que 4 de cada 10 franceses prefirieron a una figura de extrema derecha, xenófoba, euroescéptica, y simpatizante de Vladimir Putin, como presidenta de Francia, que mantener otros 5 años más a Macron al frente del país.

Lo anterior debe ser materia de análisis, no solo desde el ámbito político sino social y económico en Francia, para entender porqué se están gestando este tipo de preferencias. Al mismo tiempo, aunque menos destacado, pero igual de relevante, fue el caso de Jean Luc Mélenchon, quien, a pesar de no lograr entrar en el balotaje, logró obtener más del 20% de la votación en la primera vuelta, y justamente sus propuestas, aunque contrarias a las de Le Pen, también reflejaban un malestar por el actual estatus quo de Francia, solo que desde una perspectiva de extrema izquierda.

Pero tanto las figuras de Mélenchon como Le Pen muestran un enorme desencanto en el electorado francés. Claramente, desde la crisis global de 2008 hasta la fecha aun no ha habido respuesta a las diversas demandas sociales de los sectores más desprotegidos en Francia, cabe señalar que sobre todo los jóvenes y los obreros, han sido en estas elecciones quienes optaron por apoyar a los radicalismos antes de seguir respaldando el establishment francés, representado por Macron.

El recién electo Macron, tiene ante sí el reto de hacer un replanteamiento en sus políticas para ser mucho más inclusivo respecto a las demandas de los grupos sociales, jóvenes y obreros, que dieron su apoyo a Mélenchon, y en menor medida a Le Pen.  Sin embargo, es difícil saber si esto ocurrirá. Un defecto muchas veces mencionado de Macron ha sido su soberbia, no es alguien que cambie de postura fácilmente, mucho menos en lo que respecta a su forma de hacer política, por lo que habrá que esperar los siguientes meses para ver si hay una reacción sustancial ante este resultado electoral, o si por el contrario Macron opta por mantener su actual conducción política.

El liberalismo francés, que ha abarcado simultáneamente agrupaciones tanto de izquierda como de derecha y de centro, aun permanece en la dirigencia nacional. Sin embargo, cada vez esta más y más desgastado, al tiempo en que las fuerzas radicales continúan ganando apoyo popular. Hace apenas 20 años parecía imposible que un movimiento político como el de Mélenchon, vinculado a la extrema izquierda y al comunismo francés obtuviese una votación de casi 22%, y qué decir del movimiento de Le Pen, Agrupación Nacional, que ahora obtuvo más del 40% de votos.

Macron todavía puede corregir sus errores y evitar que los radicalismos crezcan, pero para ello tendrá que ser mucho más flexible. Mientras, su gobierno estará acechado tanto por la izquierda antiglobalización, y sobre todo por la extrema derecha de Le Pen, que lejos de encontrarse tirada en la lona, estará seguramente celebrando la que quizás sea su derrota más victoriosa.

Estos resultados electorales en Francia, sin duda, son una valiosa lección para los gobiernos de países latinoamericanos, a efecto de tener en cuenta que la falta de políticas inclusivas para los jóvenes y sectores populares, la no respuesta a la problemática de estos los vuelca al apoyo de movimientos extremistas que enarbolan banderas xenófobas y racistas, así como alianzas con quienes mantienen amenazada la paz en Europa y tal vez en el mundo.

Dentro de su complejidad histórica, Latinoamérica ha desarrollado diversos movimientos política que finalmente han aceptado, aunque todavía con algunas reservas, la tolerancia en el juego democrático y la mesura política en términos de facto, al menos en algunos de los países que componen dicha región. Habrá que estar atentos y observar el comportamiento tanto de antiguos como de nuevos actores políticos, Colombia y Brasil nos mostrarán cómo va el desarrollo del ámbito político en los próximos meses.

Por el bienestar del desarrollo social e institucional de Latinoamérica, esperemos que, a diferencia de Francia, las dirigencias políticas latinoamericanas, especialmente las de nueva formación, sepan bien como conectarse con los sectores sociales más desencantados de la política tradicional, para evitar el surgimiento, o resurgimiento en algunos casos, de grupos radicales cuyas posturas no pueden presentarse a convergencias de proyectos o propuestas, y que más que otra cosas exacerban polarización y enemistades político-ideológicas.