Ser joven

A esa edad, los jóvenes, tienen como rol social, asistir a la educación superior, por lo general, todavía dependen económicamente de sus padres. (Foto: especial)

Según la Real Academia de la Lengua Española, la palabra joven significa: que conserva o posee el espíritu o las características propias de la juventud. Algunos estudiosos del tema consideran que esta evolución de la vida empieza a los 18 años y termina a los 29, cuando inicia la etapa adulta de las personas. Asimismo, se dice que la adolescencia es la fase del desarrollo psicológico que comienza a los 12 años, con la aparición de modificaciones morfológicas y fisiológicas que caracterizan la pubertad, considerada como la primera etapa de la juventud. Cuando ya no es un niño, pero tampoco un adulto, pero al mismo tiempo, no se resigna a perder sus ventajas infantiles ni aceptar las responsabilidades que se van exigiendo, para incorporarse al mundo adulto. Es difícil precisar los límites de la edad joven, pero, se supone que empieza cuando finaliza la adolescencia y prácticamente termina cuando se han forjado los caracteres humanos y se va consolidando la construcción de una identidad propia, con los valores formados, conocimientos adquiridos y las inquietudes y aspiraciones que se tengan en la vida.

A esa edad, los jóvenes, tienen como rol social, asistir a la educación superior, por lo general, todavía dependen económicamente de sus padres y se “enfrentan un problema de discriminación estructural que es reproducido por el Estado, la sociedad y el sector privado”, lo que los hace sentirse manipulados y marginados, debido a que no se les deja participar ni tomar ninguna decisión. Como son inquietos por naturaleza, protestan por todo y se manifiestan en forma más libre y decidida que los adultos, tratando de cambiar las cosas de acuerdo con sus propios pensamientos, conscientes de que no tienen nada que perder y posiblemente mucho que ganar. Generan un sin número de ideas de cambios, su sensibilidad hace que se exalten ante cualquier injusticia, sin que le importe desafiar a la autoridad, protestando y luchando por lo que creen que es justo o lo que consideran un ideal.

De todos estos ideales que generan los jóvenes, surgen los movimientos juveniles, que, si bien no tienen ningún reconocimiento legal, poseen la suficiente fuerza social y moral para influir en los cambios que se deben hacer, para mejorar las cosas, sobre todo aquellas que están relacionadas con su futuro. Por lo que sus ideas siempre deben ser escuchadas y tomadas en cuenta.

La suma de los ideales de toda una generación de jóvenes que se adelantaron a sus tiempos y de una constelación de insatisfacciones e injusticias del momento, surgió el movimiento estudiantil del 68. Al igual que todo movimiento social, aparentemente surgió de la nada y de un momento a otro, por lo que al principio estaba desorganizado y desarticulado, pero a los pocos días de su inicio, se fue estructurando y recibiendo el apoyo de la población a las demandas justas de los jóvenes.

La problemática de los jóvenes estudiantes de ayer no es tan distinta a la que viven las generaciones de ahora. La pobreza sigue siendo el principal problema, la cual limita su desarrollo y lacera su existencia. 60 millones de mexicanos viven en la pobreza y/o en la miseria, ya sea por la forma en que se distribuye la riqueza vía salarios, impuestos y derechos; la falta de oportunidades en la vida o como consecuencia del saqueo de las finanzas públicas. Bajo estas circunstancias, es difícil el desarrollo integral de los jóvenes marginados. Necesitan redoblar esfuerzos, para adquirir nuevos y mejores conocimientos y desarrollar las capacidades físicas y mentales y con un poco de buena suerte, cambiar su destino manifiesto

Por otra parte, no tienen acceso a una educación de calidad y por lo tanto, a un empleo productivo, dignamente pagado y con seguridad social. Se ha dicho, escrito y comentado por todos los medios, que la educación es un camino seguro, para alcanzar el bienestar propio y de la familia. Lo que nunca se ha precisado, la ubicación de esas escuelas públicas donde se imparte enseñanza de calidad, para que los jóvenes se puedan preparar de acuerdo con su vocación, sus habilidades y  sus intereses personales, que les asegure ser competitivos en el campo labor, con un ingreso suficiente para cubrir todas sus necesidades. La realidad, es que la educación que imparte el Estado es de mala calidad, por haber dejado de ser prioridad social, para los gobiernos en turno. Son pocos los planes y programas de estudio que están vinculados con el sector productivo; mientras que, por otra parte, se siguen abriendo nuevas universidades, sin mejorar las existentes y menos poner orden en el Sistema Educativo Nacional.

Si los jóvenes egresados de las universidades públicas quieren continuar estudios de maestría en el extranjero, en áreas diferentes a ciencias de la salud, tendrán que pagar 7,500 euros de colegiatura, más 1,000 euros mensuales para hospedaje y alimentación, durante dos años, ya que desaparecieron los apoyos gubernamentales, con la eliminación del programa de becas correspondiente. Pero como somos diferentes, algunos jóvenes privilegiados, primero son contratados en alguna dependencia de gobierno, para luego ser comisionados a las universidades de su preferencia, simulando cualquier discriminación.

Otro problema que afecta el desarrollo de los jóvenes es la delincuencia y la derogación, principalmente por la falta de un contexto familiar integrado, ocasionando que se generen conductas conflictivas o negativas; por la falta de preparación o la misma deserción escolar por la carencia de recursos económicos y por la implementación de una estrategia fallida. Al no encontrar satisfacción a sus necesidades y deseos, ni protección alguna, los jóvenes son presa fácil de la drogadicción y de la delincuencia en todas sus niveles y expresiones.

El uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, que permite compilar, procesar, almacenar y transmitir información de manera eficiente y ágil, facilitando el aprendizaje y el trabajo, puede resultar contraproducente en un momento dado, al difundir información personal que puede exponer la seguridad de los jóvenes. Asimismo, el abuso de estas tecnologías puede afectar el coeficiente intelectual de los jóvenes.

Por si fuera poco, los jóvenes de ahora siguen padeciendo con mayor intensidad la corrupción y la impunidad en todas sus expresiones. Fue un vil engaño, la promesa de combatirlas hasta sus últimas consecuencias. Por el contrario, cada día son más visible, en las administraciones públicas.

Lo cierto es, que serán los propios jóvenes, quienes, con sus ideales, alimenten los cambios que sean necesarios, para hacer mensos desigual la convivencia humana.