Fechas que no se olvidan…

En Tlaltelolco el poder mató a miles intentando acabar con la valentía de cuestionar, de salir a las calles a protestar por las injusticias. (Foto: especial)

El gran José María Morelos nació hace 257 años, en la entonces Villa de Valladolid, hoy llamada Morelia en su honor. Era 30 de septiembre de 1765.

La enorme inteligencia y sagacidad de Morelos hicieron que hasta la fecha sea considerado el mejor estratega militar de la historia de México. Incluso Napoleón Bonaparte declaro que “con cinco generales como Morelos conquistaría el mundo”.  Morelos es claro ejemplo de las cualidades de un guerrero, del amor a la tierra en que se nació, a la patria.  Morelos encarnaba las características del verdadero líder; veía por los otros, sin pensar en el mismo.  Era un gran estratega, sabía, aun en desventaja de número y equipamiento, ganar las batallas basado en la inteligencia y en el corazón.

 Sabía que la mayor satisfacción posible es poder servir al otro. La iglesia lo excomulgó, el poder lo persiguió. En su juicio de excomunión declaró que su mayor recompensa seria ser recordado como “el Siervo de la Nación”.

Su preparación religiosa inicio con su abuelo materno, posteriormente de manera académica y formal en el Seminario de Valladolid, hoy Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, donde Miguel Hidalgo era Rector, fue su maestro, amigo y compañero de ideales, sueños y lucha.  Al finalizar sus estudios fue enviado a Carácuaro donde fungió como sacerdote por once años.  Existe registro de que siempre abogó por los indígenas, fomentando la organización comunal tanto en los talleres productivos como en el cultivo y aprovechamiento de la tierra.

 Organizó el “Congreso de Anáhuac” en Chilpancingo en 1813. Un año después en plena lucha armada, se gestó la primera Constitución de México, en Apatzingán plena tierra caliente michoacana. 

El hecho de que Morelos haya estado concentrado en los valores morales e ideológicos de México como nación, nos habla mucho de su carácter y visión. De todos los insurgentes, Morelos fue quien tenía más claro que no tenía sentido ganar a punta de hierro y sangre la guerra, si antes no se tenía ganada la lucha ideológica. 

José María Morelos es el autor de los “Sentimientos de la Nación”.  Donde se declaró la independencia de América de España y/o de cualquier otra Nación, gobierno o monarquía. Estableció que la soberanía emana del pueblo. Estableció los tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial, como sistema de gobierno. Redujo la jornada de trabajo de los peones, prohibió el castigo físico y la tortura, estableció protecciones para las clases marginadas y exhortó al Congreso a trazar leyes para moderar la opulencia y la pobreza, a fin de lograr la igualdad social.

Morelos sostenía que todos somos iguales, con los mismos derechos. Que es obligación del estado y de la sociedad velar por proporcionar las mismas oportunidades a todos. Promulgaba   que era mediante la educación que se lograría la igualdad social. “Que se eduque a los hijos del labrador y del barrendero como a los del más rico hacendado”.

En una sociedad extremadamente racista, donde el color de piel y el apellido designaba desde la cuna el destino y fortuna, Morelos proscribe la esclavitud y la distinción de castas u origen.

Morelos concebía a los indígenas, como los propietarios originarios de estas tierras.  Estaba consciente de la riqueza del pasado indígena, y pensaba que esta debería de ser la base de la nueva nación, ya no basada en la cultura y valores impuestos por España, sino en su raíz original. Prueba de ello es que la junta constituyente tuvo como nombre “Congreso de Anáhuac”.  

“Cem Ānāhuac”, es el nombre que dieron a este continente los pueblos originarios de estas tierras. La junta constituyente, llevaba en su nombre el espíritu que Morelos deseaba no solo para México sino para toda la América, una tierra libre, independiente, donde todos sus pobladores, fuesen libres, sin distinción alguna, gozaran de los mismos derechos y no se rindiera honor a nación extranjera alguna.

Mi admiración por Morelos es enorme, así como mi convicción de que es uno de los más grandes hombres de la historia.

Era Morelos un Revolucionario; se opuso no solo al imperio español, sino al poder eclesiástico, al modo de producción esclavista, al racismo y a la desigualdad.

Se opuso a la explotación del hombre por el hombre, a la violencia, y a la persecución de las ideas.

Morelos tenía la tez morena y rasgos mulatos. Es la historia oficial la que lo pinta como si hubiera sido de tez blanca, cosa que no fue así.

Me lo imagino con su cuera de Apatzingán y su paliacate rojo envolviendo su cabeza, montado en su caballo, por todos los caminos, luchando por qué no fuéramos más colonia de España, por la igualdad, por el conocimiento y porque ninguna nación sobajase a otra, ni ningún individuo fuese sobajado por otro.

Cuánto luchó Morelos y miles más por un México, libre, sin violencia de todo tipo. ¿Qué pensarían si vieran lo que está sucediendo?

La violencia en todas sus acepciones y la impunidad imperan, la desigualdad y la miseria no se han erradicado aún. Las riquezas del subsuelo solo enriquecen a unos cuantos, sobre todo a empresas extranjeras, mientras los pueblos indígenas son despojados de sus territorios

 ¡Cuánta falta hace Morelos!

Por eso grito fuerte ¡Que Viva Morelos!

Qué pensarían los que en 1968, dieron su vida por la libertad de expresión, de pensamiento, por el respeto de todos para todos. Contra la militarización, contra la carencia de respeto a las ideas de los otros. Contra la violencia en todas sus acepciones.

¿Cómo no recordar el movimiento del 68? Ese movimiento que inicio como estudiantil, pero terminó siendo del pueblo de México.

Me tocó vivirlo. Sentir el retumbar de las pisadas, cual corazón de esta tierra, mientras marchábamos miles del Museo de Antropología al Zócalo.

Recuerdo como si fuese ayer, el sonido de las campanas de catedral, mientras los miles de estudiantes y hombres y mujeres de todas las edades entraban igualmente callados. El puño en alto.

Se cantó el himno nacional, se hacían preparativos para pasar ahí la noche, todos esperando ser vistos, ser escuchados, clamando por que hubiese dialogo, no represión. En eso, entraron los tanques del ejército. Recuerdo los gritos, las corretizas, el ver y sentir en los hechos, la violencia hacia personas que solo querían, soñaban un mejor país

Los recuerdos se me amontonan a flor de piel, hace 54 años el pueblo de México libró batallas, con la razón y el espíritu como única arma.

Yo no recuerdo solo la injusta, cruel, e impune matanza del 2 de octubre, yo recuerdo la valentía, la alegría, la capacidad de organización, la capacidad de cuestionar al sistema, cuestionábamos al   presidente, la corrupción, el entreguismo, la violencia, la intolerancia, la mentira y la impunidad en todos los ámbitos.

Recuerdo la ilusión en la mirada, la sonrisa en los labios, las consignas, el boteo, el volanteo, el apoyo incondicional de la sociedad civil. Recuerdo las multitudinarias marchas, el silencio, el grito ahogado, los miles de gargantas expresando la rabia de nuestro pueblo por tanta y tanta injusticia.

Después de la matanza del 2 de octubre, la represión física y la subliminal, esa de las miradas desaprobatorias, de la represión de las ideas y palabras aumentaron. Había que forrar los libros que leíamos. Los forrábamos con las páginas de “muñequitos”, que se publicaban los domingos en el periódico; Mafalda y/o con Lorenzo y Pepita.

Los muchachos que traían pelo largo eran perseguidos, señalados. Traer libros, observar, lo que pasaba, era objeto de sospecha, incluso ser levantados por alguna patrulla. Pero nada nos detenía, se formaban círculos de estudio y se discutían las ideas. Sabíamos que el conocimiento no solo nos haría libres, sino nos marcaría el camino. 

En Tlaltelolco el poder mató a miles intentando acabar con la valentía de cuestionar, de salir a las calles a protestar por las injusticias.

Pasaron años para volver a salir, sin embargo, nunca lograron detener la determinación de miles por lograr que en este país impere la justicia, la igualdad, sean respetados nuestros derechos y sobre todo nunca sea silenciada la palabra, nunca sea combatida la libertad de pensamiento.

 ¡2 de octubre no se olvida!