Con flores y velas…

La muerte acecha, los humanos le huyen o van a su encuentro. En la búsqueda de que hay más allá, se han creado creencias y rituales. Así ha sido desde hace siglos. (Foto: especial)

“Tocar con la punta de los dedos la sabiduría de nuestros ancestros”. (Carl Sagan)

La muerte siempre ha sido un misterio. Desde la prehistoria, los humanos siempre han intentado saber que pasa después de muerte.

Coincidemente en prácticamente casi todas las culturas, se establecieron los mismos días para honrar a quienes ya partieron de este mundo.

 Hace más de dos mil años, los Celtas celebraban su año nuevo el 1 de noviembre, y un día antes, el 31 de octubre, tenía lugar la fiesta de Samhain.

Esta festividad marcaba el momento en que los días se iban haciendo más cortos y las noches más largas. Los celtas, al igual que muchas culturas, creían que en Samhain los espíritus de los muertos regresaban a visitar el mundo de los mortales. La costumbre era dejar comida y dulces afuera de sus casas a manera de ofrenda. Era común encender velas para ayudar a las almas de los muertos a encontrar el camino hacia la luz y descanso junto a Lugh. (Lugh o Lugus es una de las más destacadas divinidades de la mitología celta).

En la noche del 31 de octubre se hacían rituales, de carácter purificador para despedir el año.

Con el auge del catolicismo, esta fiesta pagana se cristianizó, y comenzó a llamarse «La Víspera de Todos los Santos». La traducción en inglés es, «All Hallow´s Eve», de ahí nació la palabra «Halloween».

En la Grecia clásica la visión de la muerte forma parte del conocimiento y la cultura como ocurre en otras culturas próximas (Egipto, Mesopotamia, etc.). ​ En torno a ello hay un rico y variado ritual funerario. Sobre su existencia, y complejidad, queda constancia en uno de los diálogos platónicos ambientado en las últimas horas de vida de Sócrates cuando se afirma que:

“Este camino no es como dice Télefo en Esquilo: “un simple camino conduce a los infiernos. No es único ni simple; si lo fuera no habría necesidad de guía porque no habiendo más que un solo camino, me figuro que nadie se perdería, pero hay muchas revueltas y se divide en varios, como conjeturo por lo que se verifica en nuestros sacrificios y ceremonias religiosas”. (Platón, Fedón, siglo IV A.C.).

Otro ejemplo de cómo ha intrigado al humano lo que sucede tras la muerte, es el Libro tibetano de los muertos. Es una guía de instrucciones para los moribundos y los muertos que, según la creencia del budismo tántrico del Tíbet, permite alcanzar la iluminación (nirvana) durante el periodo inmediato posterior a la muerte y por algunos días más, a fin de evitar renacer e ingresar nuevamente al Samsara, pues se considera que la muerte dura 49 días y después de ello sobreviene un renacimiento en el ciclo de la reencarnación. Así, el texto da algunas recomendaciones a tener en cuenta durante ese período intermedio conocido bajo el nombre tibetano de bardo.

No podemos dejar de mencionar, la obra maestra del florentino Dante Alighieri, quien escribió La Divina Comedia, donde relata el viaje de Dante por el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso, guiado por el poeta romano Virgilio. La divina Comedia es una obra clásica que refleja magistralmente el peregrinaje del ser humano en busca de “la Luz”. Fue escrito en el prerrenacimiento, entre los siglos XIII y XIV.  Dante la llamó también Poema Sacro, como alusión al peregrinaje por el “otro mundo” que se describe en el texto: es el viaje de las tinieblas a la luz.

La muerte acecha, los humanos le huyen o van a su encuentro. En la búsqueda de que hay más allá, se han creado creencias y rituales.  Así ha sido desde hace siglos.

La noche de todos los santos, que derivó a Halloween, se celebra en varios países anglosajones

 Por ejemplo, el 31 de octubre los ingleses celebran la llamada “Noche de Todas las Almas”, la cual es una mezcla de dos fiestas tradicionales: el festival de “Samhain” y el Pomona Day.

Para festejar, preparan platillos como el “Elixir de la Bruja” que está hecho a base de zumo de arándanos, manzana, naranja y uva, “Los Gusanos de Halloween”, preparado con noodles de huevo, y los “Dedos de Brujas”, que son varitas de pollo. También están los “Los ojo-bola”, que consisten en bolas a base de chocolate, vainilla y mantequilla de cacahuete. Los ingleses acostumbran a adornar sus casas con figuras de brujas y monstruos.

En Escocia, también con tradiciones celtas, se realiza la celebración del “Samhain”, al igual que Irlanda.

Una de las tradiciones surgidas en las montañas de Escocia consiste en un ritual en el que los hombres jóvenes recorren sus granjas al anochecer con antorchas para proteger a su familia de los espíritus malignos que deambulan esa noche. Por su parte, las mujeres pelan una manzana frente a un espejo iluminado por un candelabro, si consiguen hacerlo en una sola tira de cáscara, podrán ver la imagen de su futuro marido en el espejo.

En Haití, el 2 de noviembre se festeja el Fet Gede o Día de Todas las Almas. Las calles de Puerto Príncipe se llenan de personas vestidas de rojo y negro, los colores de los espíritus de sus antepasados, y van al cementerio a participar en el rito sagrado. Allí todos se colocan debajo de la cruz del Barón y de Maman Brigitte. Algunos vierten café y ron al pie de las cruces en forma de ofrenda, mientras que otros dejan pan, cacahuetes o maíz.

La “Mambo”, o sacerdotisa, mata una gallina en una ceremonia que sirve para liberar a todos de influencias malignas. La “Mambo” queda «poseída» por Maman Brigitte y comienza a predecir los hechos que ocurrirán el año próximo. Después moja la cruz con ron y la enciende en llamas. También visitan las tumbas de sus amigos y familiares, y hablan con ellos.

El festival Ching Ming es para los chinos lo que el Día de Muertos es para los mexicanos. Se celebra el 4 o 5 de abril en el calendario solar, o el día 106 en el calendario lunar chino. La festividad comienza aproximadamente diez días antes y diez después del Chin Ming, y puede llegar a durar hasta un mes.

En este día, los chinos arreglan y limpian las tumbas de los fallecidos, colocan velas y se reúnen para comer y rendir homenaje a los fallecidos. También se quema dinero como símbolo de prosperidad y, al final todos se arrodillan para rezar. De igual forma, cuelgan en sus puertas pequeñas ramas de sauce, que es símbolo de luz y enemigo de la oscuridad, para protegerse de los espíritus malignos

El honrar a los muertos en nuestro país, se remonta a la época prehispánica. Tenemos conocimiento de ello gracias a que la arqueología es como una moderna máquina del tiempo que nos permite dar vida a lo muerto.

“Para los pueblos originarios el concepto de dualidad es muy importante, es decir, donde hay luz también hay sombra y la muerte es parte de la vida, lo cual queda reflejado en diversos códices, lápidas, grabados, urnas y artefactos funerarios.” comenta Eduardo Matos Moctezuma en el entorno del día de muertos.

En “El culto a la muerte o la muerte en el México prehispánico”, Matos Moctezuma planteó que; “en general en todas las culturas, en todos los lugares del mundo, el hombre se ha negado a morir, no acepta morir; entonces, con ese poder creador que el hombre tiene, va a tratar de evadir este suceso”.

Los mexicanos celebramos la vida, celebrando la muerte. Ambas son una sola. Mostramos el camino a nuestros ancestros con flores y velas.  Los recibimos con una fiesta, arreglamos un altar donde ponemos su comida y bebida preferida.

Pero sobre todo les damos agradecimiento y amor.

En 2008, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) declaró Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad a la celebración del Día de muertos.

Es en Michoacán donde los ritos en torno a la muerte son más coloridos, sobre todo en la región de Pátzcuaro, Tzintzuntzan, Janitzio, Jarácuaro, Ihuatzio y Tzurumútaro.

 El 1 de noviembre se decoran las tumbas con flores y velas para alumbrar el camino de los ancestros hacia el mundo de los vivos. La comida es colocada en recipientes y canastas cubiertas con servilletas bordadas con diseños colorido. El aroma a churipo, corundas, mole, atoles de sabores mágicos e inimaginables, perfuman el entorno.

Todo se viste del color del Cempaxúchitl, el copal en los sahumadores limpia, protege, y a la vez, nos lleva a otros tiempos. Miles de veladoras, velas y fogatas, alumbran el camino de muertos y vivos. Sobre las tumbas se colocan arcos – puertas floridas, que permiten el paso de un plano a otro.

Esos días, desde el 31 de octubre hasta el 2 de noviembre, la vida y la muerte, se regocijan unidas. Se ven cara a cara, se cantan, se sonríen, se abrazan.

Son los pueblos originarios, los preservadores del conocimiento de la cultura milenaria, que nos ha conformado durante siglos, y que ha resistido embates y batallas heroicas.

Tras la invasión española, fueron perseguidas las creencias, la cosmovisión, los rituales de honrar y agradecer a los ancestros, con tortura y muerte.

La noche de muertos es un acto de resistencia de las comunidades, ante la penetración cultural, ante la intolerancia, ante la falta de respeto, ante la violencia.

Es trágico ver como un acto sagrado, ha sido convertido en “objeto” que atrae grandes cantidades de dinero, el cual no llega proporcionalmente a las comunidades.  Las comunidades carecen de escuelas dignas, de clínicas y hospitales. Parte de todo el dinero que fluye esos días, gracias a los indígenas, debería destinarse para el desarrollo para las comunidades y sus habitantes. La pobreza generada por la falta de atención y recursos es la estocada, que acabara con esta enorme riqueza cultural, pero lo más grave es que acabara con la raíz de México.

La mayoría de los turistas, no guardan respeto alguno hacia la cosmovisión indígena. Las comunidades aguantan solo por la necesidad de algunos pesos. Que suceda esto es realmente injusto e indignante,

Es grave lo que ha ocurrido y ocurre aún; las autoridades con tal de activar la economía ponen a los indígenas y sus tradiciones como atractivo principal, mientras por otro lado, aumenta la desigualdad, persiste el racismo, el despojo de sus territorios, crece la pobreza, y la violencia.

Es acto de resistencia el preservar el ritual de Día de Muertos, así como es acto de resistencia el preservar la lengua, su vestimenta, la culinaria, su cosmovisión.

 Más allá de los carteles y promocionales turísticos, los indígenas están en la indefensión, ante la intolerancia, el racismo, la desigualdad, la pobreza, la nula atención al campo, la tala de sus bosques, la desecación de sus manantiales. Los feminicidios y trata de blancas. La agudización del alcoholismo, así como la producción y consumo de drogas.

Son los pueblos originarios, los que han preservado el conocimiento ancestral: de la sabiduría implícita en el acto de entender lo que no se ve, lo que no se escucha, pero está.

 De entender que la muerte y la vida están estrechamente entrelazadas, y una y otra son una sola. De entender que se deben hacer caminos de luz y flores.

Hagamos todos caminos de luz y flores, para que ilumine y florezca la humanidad.