Deserción

Desgraciadamente a estas alturas del Siglo XXI, al parecer son pocos los gobernantes que se dicen liberales, que demuestran con hechos concretos su preocupación para que las niñas, niños, adolescente y jóvenes, reciban una enseñanza de calidad. (Foto: especial)

En sus ratos de mejor humor, mis mayores me platicaban de algunas de sus vivencias en la época de la Revolución Mexicana, de cómo los jóvenes tenían que esconderse al paso de los grupos armados, para evitar que fueran reclutados y obligados a pelear “voluntariamente a fuerzas”, por la causa social que cada uno de éstos encabezaba. Que quienes pasaban a formar parte de las tropas, no podían abandonarlas sin permiso de sus superiores, aun cuando ni siquiera supieran los motivos, por lo que de la noche a la mañana andaba en la bola; quienes se atrevían a desafiar las reglas, eran considerados desertores y se hacían acreedores a sanciones de diferente índole, desde una prisión temporal hasta una sentencia de muerte, de esta forma, no les quedaba de otra, más que manifestar lealtad obligada.

Años posteriores a esas revueltas sociales, allá por la década de los 60 del siglo pasado, muchos jóvenes originarios de las zonas rurales, ante la falta de oportunidades de empleos y estudios, se daban de alta como soldados rasos, en el Ejército Mexicano, comprometiéndose a permanecer en las filas, como mínimo durante tres años, con la ventaja de que cumplieran o no dicha promesa, nada malo pasaba, ni había sanción alguna, mucho menos afectaba el desarrollo de la institución militar o del país.

Después de estas reminiscencias, fue hasta mediados de 1970, cuando volví a escuchar un asunto relacionado con la deserción. Ahora ya no se trataba de soldados que dejaban de cumplir con sus obligaciones militares, sino de un creciente número de alumnos que abandonaban sus estudios, principalmente en el nivel medio superior y superior. Fracaso estudiantil que se ha venido agudizando a partir de esa fecha, desbordándose el problema como nunca había sucedido, en la presente Administración Pública, de la llamada Cuarta Transformación de la Vida Nacional y no precisamente por el impacto de la pandemia de la COVID-19. Niñas, niños, adolescentes y jóvenes, han abandonado su formación educativa en forma temporal o definitiva, quedando en desventaja ante aquellos que sí completaran los ciclos escolares correspondientes.

Son multifactoriales las causas que provocan la deserción escolar, la mayoría están relacionadas principalmente con la pobreza y la miseria en que viven millones de familias, como también con la forma de administrar el Sistema Educativo Nacional y con  el entorno personal de los alumnos.

Enfrentando el índice de inflación más altos que se han registrado en los últimos 22 años,  las familias que perciben un ingreso familiar igual a un salario mínimo, tienen dificultades para solventar los gastos escolares de sus hijos, sobre todo, cuando éstos, asisten a escuelas de nivel medio superior y superior. Si bien es cierto, que el actual Gobierno Federal, ha establecido un programa universal de becas escolares, también es cierto, que los montos, resultan insuficientes y sus pagos son extemporáneos en relación con el desarrollo de las etapas de los ciclos escolares. Pero, lo absurdo del asunto, es, que esos apoyos económicos, ni siquiera alcanzan para pagar fichas de examen de admisión, “cuotas voluntarias”, uniformes escolares y transporte diario, lo que obliga a miles de alumnos, a suspender su proceso educativo, para contribuir con el gasto familiar.

En cuanto el entorno educativo, los alumnos pueden desmotivarse y abandonar sus estudios cuando asisten a escuelas con instalaciones inadecuadas, más aún, si son víctimas de algún tipo de abuso escolar o reciben clases de algunos maestros que no manejan ningún tipo de metodología, para proporcionar una enseñanza significativa y de calidad y que además, sistemáticamente abandonan las aulas, para manifestarse públicamente, reclamando pagos pendientes, obstruyendo vialidades, pintarrajeando edificios históricos y quemando vehículos, ante la complacencia de las autoridades. Para completar el cuadro, cada gobierno en turno establece sus propias políticas públicas educativas y sus ocurrencias, como esta sucediendo en la actualidad, con la necedad de implementar un “nuevo modelo educativo” y la desaparición de todo tipo de apoyo, para que los jóvenes puedan cursar estudios de postgrado en las universidades de mayor prestigio en el mundo, lo que retrasa los aprendizajes, confunde, y posterga el desarrollo integral de los alumnos, provocando al final de cuentas la deserción escolar.

Para lograr el éxito el cualquier proceso de enseñanza-aprendizaje, se debe partir de la voluntad y el interés por parte de los alumnos, de querer cultivarse mediante nuevos y mejores conocimientos, el desarrollo de sus capacidades, fortalecimiento de sus valores, pero, sobre todo, con la convicción de que, mediante un buen proceso educativo, se pueden disminuir desigualdades sociales, mejorar las condiciones de vida y poder contribuir al desarrollo de la comunidad. Ese interés deberá fortalecerse mediante el trabajo que realice el personal adscrito a la Oficina Psicopedagógica, en cada una de las escuelas. Para hacer realidad la educación obligatoria, gratuita, con equidad y excelencia, como lo mandata la constitución y se puede detener en parte, la deserción escolar.

Aun cuando a los desertores escolares, nadie los busca ni interesa su destino, creo que mucho se puede hacer, para reincorporarlos al Sistema Educativo Nacional, solo es cuestión de voluntad y de responsabilidad histórica y social.  Como lo que me acaban de comentar unos conocidos,  que muchos profesionistas egresados de la Universidad de Guadalajara, se encuentran estudiando una maestría en diferentes universidades de España, en este ciclo escolar 2022-2023, apoyados por el Gobierno del Estado de Jalisco (2018-2024), encabezado por el Ing. Enrique Alfaro Ramírez, con el pago de la colegiatura que asciende a 7500 euros y  2000, euros mensuales, para hospedaje y alimentación, recursos suficientes para vivir dignamente durante ese proceso educativo. Algo parecido sucede, en la administración de gobierno del Lic. Diego Sinhue  Rodríguez Vallejo (2018-2024), Gobernador del Estado de Guanajuato, que a través de la Universidad de Guanajuato y del Instituto para el Desarrollo y Atención a las Juventudes, se apoya económicamente a estudiantes de educación media superior y superior, interesados en participar, en intercambios académicos o eventos de  otro tipo, que se programan en cada ciclo escolar, a realizarse en las diferentes universidades del mundo,  con las que han establecido convenios de colaboración institucional.

Ese tipo de acciones gubernamentales, estimulan y motivan principalmente a los jóvenes de las familias marginadas, para continuar sus estudios hasta lograr especializarse en la rama del conocimiento  de su preferencia y participar con nuevos y mejores conocimientos y habilidades, y calidad humana en el desarrollo integral del país. Como sabemos, desde principios del México independiente, liberales y conservadores consideraban que la educación es un medio fundamental para la transformación de la vida nacional. Inclusive personajes tan discutidos como Agustín Cosme Damián de Iturbide y Arámburu (1783-1824), Lucas Ignacio José Joaquín Pedro de Alcántara Juan Bautista Francisco de Paula Alamán y Escalada (1792-1853) o el mismo dictador José de la Cruz Porfirio Diaz Mori (1830-1915), se manifestaron a favor de una buena educación del pueblo, para alcanzar la prosperidad.

Desgraciadamente a estas alturas del Siglo XXI, al parecer son pocos los gobernantes que se dicen liberales, que demuestran con hechos concretos su preocupación para que las niñas, niños, adolescente y jóvenes, reciban una enseñanza de calidad, logren concluir su proceso educativo y sean profesionistas con capacidad para mover la infraestructura productiva, hacer las innovaciones que los tiempos requieran y puedan participar en igualdad de condiciones en los mercados laborales. Por los hechos que hemos visto, a la presente Administración Pública Federal, lo que menos importa es la preparación académica de los ciudadanos y por lo tanto su crecimiento humano, ensanchando las desigualdades y alimentando la corrupción, la impunidad y a la delincuencia en todas sus expresiones. En estas condiciones cualquier alumno puede perder la fe y la esperanza en un momento de su proceso educativo y decida abandonar las aulas y convertirse en un desertor escolar.