DEBATAMOS MICHOACÁN: Masculinidad y violencia

En pleno siglo XXI la MH estaría encarnada por el hombre de negocios internacional, que se hace acompañar de su computadora, celular y medios tecnológicos que disfruta de las ciudades cosmopolitas. (Imagen: especial)

Recientemente, hablé ante un público de personas jóvenes (ellos, ellas, elles) comprendían que es importante transitar a un modelo social en donde evitemos la violencia, segregación y opresión; no es cosa simple, hacerlo requiere de cientos de años, donde transitemos a una sociedad que controle el hiperconsumo y que mejore sus condiciones de intersubjetivación; es decir, asumir la importancia de contar con perfiles diferentes a los que hoy se tienen en el modelo del ser (con valores, principios y virtudes sociales), el saber (la epistemología del sur, los saberes), el poder (un poder que obedezca, y no solo que mande) y el respeto a la naturaleza (un pensamiento socioambiental), justamente distinto del ser (hedonista, narcisista, en valores líquidos), el saber (el conocimiento científico sin considerar los saberes), el poder (que manda, que jerarquiza, que oprime) y el dominio de la naturaleza (un bien considerado infinito, utilizado sin racionalidad para atender el hiperconsumo), tal cual se transformó durante el periodo de la colonia, expresan Ramón Grosfogel, Anibal Quijano, Rita Segato, María Lugones y otros más.

Hay una complejidad para abordar estos temas, lo sé, lo entiendo, pero en el centro de dicha discusión está el comprender  el papel que juega el modelo económico que vivimos, es decir, la globalidad con una visión de homogenizar una sola cultura, la del consumo, un mercado que genera hedonismo, el lujo, el placer, y además el patriarcado, con un modelo de división social para el trabajo que no permite fácilmente evitar la subordinación y dominación del hombres frente a la mujeres y otros hombres.

Enrique Dussel ofrece una propuesta de transitar por la vía de la transmodernidad, es decir, otro modelo social; él está en contra de transitar a una posmodernidad, porque esa posición incluye el eurocentrismo y considera al otro como lo mismo, por lo que requerimos de transitar a otra sociedad, que reconozca al otro desde sus complejidades y necesidades frente a la opresión que vive.

Para Dussel, la transmodernidad es el planteamiento teórico, epistemológico y ético que se propone en América Latina para trascender la Modernidad. Entendida la Modernidad como el proyecto de la ilustración que pretende traer el progreso, el orden y el pensamiento racional a todas las naciones del mundo a partir de una construcción eurocéntrica imperial y colonial que ha impuesto, casi de manera universal (negando los pluriversos), y desde luego, imponiendo su forma de organización social a tres categorías centrales de la Colonialidad: La colonialidad del poder, la colonialidad del saber y la colonialidad del ser, y el abuso contra la naturaleza, es decir, el ser, el saber, el poder y la naturaleza.

En mis intervenciones sobre la construcción del diálogo para la Paz y convivencia social, planteo la necesidad de hacer alteridad, es decir reconocer al otro; Un aspecto importante de la alteridad es que esta implica ponerse en la piel del otro, para lo cual es fundamental alternar opiniones, ideas, sentimientos y emociones, acciones, valoraciones, usos, costumbres o prácticas sociales diversas. Desde esta perspectiva la alteridad quiere decir que “representa una voluntad de entendimiento que fomenta el diálogo y propicia las relaciones pacíficas”, el encuentro de dos voluntades que pueden acordar, dialogar, convivir, tomar elementos para la confianza, para la identidad y pertenencia, para la participación.

De igual manera, Dussel nos planea la importancia de mencionar que la alteridad como un concepto que procede del latín alter: El “otro”, es decir, es “el principio filosófico de alternar o cambiar la propia perspectiva por la del otro, considerando y teniendo en cuenta el punto de vista, la concepción del mundo, los intereses, la ideología del otro, y no dando por supuesto que la «de uno» es la única posible” así lo plantea Eduardo Sousa; el término alteridad se puede decir que este se aplica al descubrimiento que el yo hace del otro, lo que hace surgir, no solamente una amplia gama de imágenes del otro, sino también visiones múltiples del yo; y es que a través de las interacciones una persona puede conocer  aspectos del otro que antes no sabía y que ello le permite el reconocimiento del otro, es decir, su existencia, su posibilidad de interactuar.

La otredad o alteridad para Dussel en su obra Método para una filosofía de la liberación, hace una reflexión sobre tres aspectos importantes: el género, pedagogía y política, a partir de la cual desarrolla la argumentación de la transmodernidad, y en ello, podemos observar que si bien la propuesta es interesante, requeriría de un método (transfeminismo) y de una propuesta de deconstrucción metacognitiva.

En el género, Dussel plantea que en la sociedad patriarcal la mujer ha sido considerada como el otro dominado por el varón, que vive frustrada, trabajando para servir al hombre y sin posibilidades de realización personal; es así que Dussel plantea que en la alteridad el movimiento de liberación de la mujer es posibilitado, porque hay un nuevo ámbito más allá de la bipolaridad (hombre-dominador/mujer-dominada) que permite recuperar la identidad de la mujer por negación de la diferencia, y así se reconoce que el hombre y la mujer son realmente iguales.

En tanto que, para la pedagogía, Dussel manifiesta que, deben de transitar de las pedagogías dominadoras y de aprendizaje por repetición, donde la verdad la tiene el profesor, a las pedagogías de Paulo Freire, que son las problematizadoras, donde se considera una propuesta de respeto al otro en su conocimientos y saberes, es decir, el alumno también enseña al maestro y en este sentido mucho por apropiarse de las realidades que vivimos desde otra perspectiva.

En la política, Dussel se posiciona  sosteniendo que se transita de un modelo de dominación de los pueblos, a un modelo de reconocimiento del otro, ese otro que son los hombres y las mujeres están llamados al servicio, y ahora puede el otro increpar, interpelar y exigir justicia, así de claro, porque tendrá politicidad, como expresa Rita Segato, poder de hablar de que se le escuche, voz para manifestarse y no seguir en la opresión.

Para llevar a cabo esa transmodernidad, se requiere de un método, ese método es el transfeminismo, que ayudaría a trabajar con los grupos desvalorados, pero también se requeriría de la deconstrucción metacognitiva que permita evitar las ideologías clasistas, racistas, machistas, misóginas, homófobas y de otro tipo que hacen asimetría de poder, androcentrismo, pero igualmente se requiere de evitar la jerarquización que tanta opresión y discriminación ha generado entre las poblaciones.

Pero estos dos temas: transfeminismo y deconstrucción metacognitiva, son torales y centrales de diversos teóricos como Sayak Valencia y Judith Butler, entre otras  y otros teóricos son fundamentales para seguir trabajando en el  devenir social, como lo cuestiona en su libro Las mil mesetas de Guilles Deleuze, que en la próxima entrega de Debatamos Michoacán estaré compartiendo con ustedes.