Populismo, una aventura peligrosa

Andrés Manuel López Obrador. | Fotografía: Archivo

Primero una definición corta de “populismo”: Es el uso de determinadas medidas de gobierno, de reconocida aceptación popular, destinadas no a resolver de fondo un problema, sino a ganar la simpatía de la población, particularmente si esta posee derecho a voto, aun a costa de tomar medidas contrarias al Estado democrático.

Uno de los muchos defectos del populismo, quizá el peor y el más pernicioso pues está grabado en el ADN de esa doctrina, es su tendencia a promover las divisiones entre los ricos y los pobres, lo que a corto o mediano plazo siembra la semilla de una inestabilidad social y un severo daño económico.

El populismo es un callejón sin salida, entre otras razones por crear expectativas falsas que no pueden ser cumplidas. Cuando los funcionarios públicos sugieren o de plano afirman que la pobreza puede reducirse quitándole dinero al rico para repartirlo en programas asistenciales (una medida claramente electorera) o incrementando por decreto el salario mínimo, lo único que se consigue es dar a los pobres la sensación de que su condición de pobreza puede y debería ser eliminada por decreto, por una ley que los tome en cuenta. En consecuencia, el populismo tiende a generar la expectativa de que el gobierno debería realizar políticas de redistribución sin descanso hasta que haya una distribución igualitaria del ingreso y la riqueza. Como respuesta a estas señales, es comprensible que los pobres continúen demandando aún más por parte del gobierno, solo por ser pobres, algo así como un derecho surgido de su identidad de grupo.

Pero las cosas no son tan sencillas, no basta con dictar leyes y lanzar decretos sin ton ni son por más buenas intenciones que se tengan, la dura realidad ha demostrado que inevitablemente todo gobierno que busca el apoyo popular basándose exclusivamente en intentar resolver derechos de características económicas o sociales se arriesga a ocasionar un severo daño al estado de derecho de la nación.

Al reforzar la mentalidad divisoria de “ellos y nosotros” los segmentos más desprotegidos se sienten justificados al expresar sus agravios en protestas más o menos violentas para recordarle al gobierno sus promesas. El caos resultante simplemente es el resultado de la aplicación de medidas populistas. El populismo promueve la idea equivocada de que la redistribución de los ingresos y la riqueza puede reducir la pobreza. Pero la incómoda verdad es que la pobreza es el resultado de un bajo crecimiento económico debido a una formación de capital insuficiente.

En el caso de México, como lo es en otras economías emergentes, el problema de fondo se encuentra en aquellas políticas gubernamentales que dificultan la inversión privada; en la maraña de leyes que solo complican todo intento de inversión. El mejor mecanismo para lograr una reducción de la pobreza sería reducir , al mínimo posible, todas las barreras que estorban las actividades legales que crean empleos. No olvidar que el Estado, como administrador, es bastante ineficiente pues maneja dinero que no es de ellos y ha demostrado sobradamente que poco le importa perder millones en delirantes proyectos faraónicos.

Y otra vuelta de tuerca, las inversiones de largo plazo de los potenciales inversionistas se reducirán o desaparecerán si existe la amenaza de acciones caprichosas por parte de un gobierno populista que cambia las leyes sobre la marcha, lo cual genera desconfianza en cualquier inversión a largo plazo, pues los inversionistas razonarán que nada garantiza que no les cambien las reglas a la mitad del juego.

Ya es malo inhibir nuevas inversiones; pero el populismo amenaza aún más porque introduce una inseguridad adicional al manejar la probabilidad de que una operación comercial exitosa sea sujeta a la expropiación a través de una medida política. Ahí si que cualquier inversionista la pensara tres veces antes de invertir en ese país.

El rol más básico de una democracia es proveer el marco legal que defina los límites de acción de los individuos o los grupos para ejercer su libertad de asociación y contrato. Si esto no se respeta el resultado final será el caos, la inversiones se desploman, la economía decrece y aparece una inflación que dañará incluso a la economía mas sólida.

Mexico tiene un presidente con ideas ancladas en el arcaico priísmo de Echeverría y López Portillo, es es innegable, si no ha logrado implementar todas sus ocurrencias es por la fortaleza de algunas instituciones; pero todo tiene un limite, y AMLO, cual niño berrinchudo, juega irresponsablemente con la economía del país. Hasta el momento hemos tenido algo de suerte, pero la suerte no es eterna.

Mal asunto.