El trabajo del metal

Artesanías de Santa Clara del Cobre | Fotografía: Archivo.

Los estudios que se han hecho sobre las artes y los oficios que desarrollaron los pueblos asentados en lo que actualmente es Michoacán, se han venido reforzando, a través del tiempo, con los descubrimientos arqueológicos, cuyos especialistas ofrecen evidencias materiales para poder afirmar que los p’urhépecha “son hábiles orfebres, y su arte ya era famoso en tiempos precolombinos”.

       “La metalurgia en Michoacán –documenta la antropóloga Sonia Iglesias y Cabrera en su libro Tradiciones populares mexicanas-, data del postclásico (1000-1521 d.c.) y fue el cobre el primer metal que se utilizó… En la zona del Infiernillo se han encontrado minas de cobre que estuvieron en explotación durante el periodo del último Cazonci…”.  Esto corrobora lo que muchos estudiosos afirman: que los p’urhépecha, en la administración política de sus dominios, recibían una gran variedad de productos a manera de tributo.  El tributo de la Tierra Caliente, incluía oro y cobre, que los orfebres sabían trabajar con destreza y maestría.

       Al arribar a la zona central, los españoles se dieron cuenta de la existencia de minas en la región y de la habilidad y la gran calidad de los trabajos de los nativos p’urhépecha y mazahuas para trabajar los metales, descubriendo que “en determinadas áreas ocupadas hoy por los municipios de Churumuco, La Huacana, Nuevo Urecho, Paracho, Tacámbaro, Taretan, Turicato y otros más lejanos, abundaba el cobre”, y su uso y aplicación eran múltiples, dándose cuenta también de la existencia en el subsuelo de abundantes y variados minerales que de inmediato se explotaron, abriendo minas como las de Morcillo, Tlalpujahua, Angangueo, Inguarán y Huetamo, registrando el Varón Von Humboldt, para el año de 1803, 27 “reales mineros” existentes en territorio michoacano.

       Dos testimonios de primer orden que dan fe del trabajo de la metalurgia en la región, se encuentran en la Relación de Michoacán, donde en la lámina XXIX, es clara la referencia de la técnica del fundido, y el otro se encuentra en el Lienzo de Jucutacato, que registra el conocimiento del trabajo de los metales, resultando notable la imagen de la utilización de los “cañutos” o tubos como carrizos, por medio de los cuales se soplaba para lograr la fundición.

       Dentro de la metalurgia se usaron varias técnicas, una de ellas era la “cera perdida” o “fundición”.  Con ésta, se producían las piezas más complicadas y más delicadas que se obtenían con el siguiente proceso: “El orfebre hacía primero una base de carbón pulverizado mezclado con barro, la cual se dejaba secar hasta que se endurecía y después se tallaba, dándole la forma deseada, con una pequeña navaja de metal; más tarde, el joyero usaba cera purificada de abeja, mezclada con resina (la cual actuaba como agente endurecedor); la extendía al tamaño deseado y la colocaba sobre la base.  Cualquier corrección del modelo de cera, se hacía durante esta etapa, antes de colocar el molde exterior…”  Obviamente, el pueblo p’urhépecha fabricó sus armas de guerra con metales, siendo el único reino en Mesoamérica que lo hizo, logrando con ello la expansión de su territorio.  Y de metal también se hacían instrumentos utilizados para la caza, la pesca y la agricultura.

       La presencia de los españoles trajo consigo varios acontecimientos que transformaron la naciente sociedad colonial un fuerte impulso a la extracción de los metales, incorporando a los antiguos pobladores a estas nuevas formas de explotación de minerales e influencias de plateros y artífices especializados, con técnicas de la Península Ibérica, que combinados con la excelencia del trabajo autóctono, la profunda tradición, la simbología y cosmovisión de los indígenas, ha acompañado el proceso histórico artesanal.

       La joyería en Michoacán está representada por finos trabajos que elaboran los grupos de origen mazahua, asentados en el Oriente michoacano: Tlalpujahua y Zitácuaro, sobre todo, y los pirindas en Huetamo.  Los primeros utilizan plata, y los segundos, oro de bajo kilataje.  Pátzcuaro y Cherán, actualmente; Ihuatzio y Cuanajo hasta hace poco, se distinguían por sus trabajos de alto contenido ceremonial, donde sus collares identifican, a quien los usa, en su concepción mítico-religiosa ante la vida.

       En Cherán trabajan la plata en la elaboración de arracadas planas y planas cinceladas –en forma de media luna-, de reminiscencia indígena.  En Cuanajo se elaboraban bellísimos collares con esferas de plata labrada, combinados con gotas huecas de bellos diseños, con corales y preciosos medallones; alambres de plata escarchados, cincelados y rematados con pescaditos bellamente elaborados.  Y todavía, a principios del siglo XX, tuvo importancia la “milagrería” (exvotos) trabajada en plata también.

       Don Jesús Cázarez Solorio, quien hizo escuela en Pátzcuaro, declaró en entrevista realizada por Casa de Artesanías en el año 1986: “Aprendí este trabajo por herencia, iniciándome desde la infancia.  Hago collares, anillos, aretes, arras, coronas para santos y objetos para los cuales utilizo plata, esmalte, ópalos, rubíes, perlas, coral y otros; utilizo las técnicas del vaciado, laminado y soldado.  Me gusta de corazón el trabajo de la platería, desde el día que nací, en 1915”.  Testimonios como éste, pueden encontrarse entre personas que, como él, recibieron el oficio “de sus mayores”.

       Rosarios de plata calados con cuentas rojas, collares, medallas, aretes, arracadas con cuentas y colgantes; collares con pescaditos y cuentas de vidrio, reemplazando las de coral, forman parte del caudal de diseños creados por artífices de la plata, siendo el trabajo de don Jesús García (+2009) representativo de Pátzcuaro y que actualmente continúa su hermano Nicolás… lamentándonos de la pérdida de sus sobrinos Salvador Farfán y su hijo, quienes murieron durante la etapa crítica de la pandemia, igual que otrxs artesanxs en territorio p’urhépecha.  Para ellos y ellas, se ofreció una exposición-homenaje en el Museo de Artes Populares de Pátzcuaro, durante el período de noviembre a febrero de este año.

        Tres fueron los metales preferidos por los p’urhépecha: el oro, tiripiti o excremento del dios Sol, la teyácata, proveniente de las excrecencias de la diosa lunar Xaratanga, y el cobre, llamado tiyahu charápeti.   Interesante por demás está saber que la metalurgia es una ciencia que se remonta a una época prehistórica tan lejana como el período calcolítico o Edad del Cobre, fase intermedia entre el Neolítico y la edad del Bronce, que duró de 18 mil a 300 años antes de la era cristiana, dando inicio a una nueva etapa evolutiva del ser humano, en tanto constructor de cultura.  Y la cultura p’urhépecha, tiene esa valiosa herencia.