ECOS LATINOAMERICANOS. El lenguaje inclusivo: entre la polémica y el debate

El lenguaje inclusivo es considerado un avance en los derechos del sector LGBTTTIQ+, específicamente en las personas no binarias (Foto: Pixabay)

Cada día es más común observar en las redes sociales e incluso en el habla cotidiana, sobre todo en las ciudades, intentos de adaptar el uso del lenguaje español para tratar de alejarlo del tradicionalismo masculino que históricamente lo ha caracterizado. En los últimos lustros, de diversas formas se han mostrado un sinfín de ejemplos para tratar de mostrar que es posible un mejor manejo del idioma español que permita incorporar sectores socioculturalmente ignorados o en el mejor de los casos dejados en segundo plano, como es sobre todo el sector femenino de la población; a este conjunto de tentativas se la ha denominado de manera más popular como “lenguaje inclusivo”.

Sin embargo,  estas tentativas de adaptar el idioma español no han estado exentas de polémica y hasta de críticas ¿Cuál es entonces la razón de su existencia? La pregunta surge a raíz de los distintos cambios sociales y nuevas formas de pensamiento que cada día se encuentran más y más en la discusión pública, y al igual que el lenguaje inclusivo estas tampoco han estado libres de polémica.

Para entender el empuje que ha tenido la tentativa del lenguaje inclusivo en el presente siglo, sobre todo en la región latinoamericana, deben tenerse en consideración dos elementos. El primero de ellos es la propia historia sociocultural del idioma español y su vínculo con el continente americano, el segundo elemento ha sido la historia de los distintos segmentos poblaciones de la región que no han formado parte principal de la construcción social y cultural que han tenido las élites gobernantes.

Respecto del primer elemento deben decirse diversas cuestiones. Para empezar, su origen se remonta a la propia España, concretamente a la región de Castilla, donde el castellano original precedió a la existencia del actual “español latinoamericano”. Si bien dicho concepto no es estrictamente formal u oficial, es indudable que incluso desde antes del rompimiento colonial con España, la evolución del lenguaje en la región estaba empezando a notarse.

En la actualidad, sobre todo en la academia española, algunos pretenden hacer sinónimo el castellano del español latinoamericano, esto desde luego carece de fundamentación, incluso el uso y desuso de ciertos pronombres, tales como el “vosotros”, las conjugaciones y la interpretación de conceptos y significados tiene enormes variaciones. Es por un lado innegable reconocer que el español latinoamericano tiene sus orígenes en el castellano, pero lo es también reconocer que ya no se trata del mismo idioma.

Como se indicó, no ha habido un arreglo oficial o formal que reconozca la existencia del español latinoamericano, pero el uso de tal término, o su término abreviado, español latino, es completamente cotidiano y tiene un reconocimiento de facto de parte de todos los usuarios de tal idioma. Aunque bien, por el tamaño y diversidad étnico-cultural e histórica de la región ha habido vertientes de dicho español, en general puede reconocerse en toda la región la idea de un español de uso común, aunque reconociendo palabras de uso local en cada país y aceptando que existen dos vertientes centrales para la conjugación, una que toma de base el uso del “tú” y otra que toma como eje el uso del “vos”. Pero fuera de ello en general hay un uso cotidiano y fácticamente reconocido del español latino, el mejor ejemplo es el doblaje en la región, sobre todo de series y películas animadas, donde en la gran mayoría de los casos es necesario prestar mucha atención para tratar de distinguir una pronunciación que para el latinoamericano promedio parecería ser “neutral”.

Sin embargo, el español latinoamericano heredó del castellano su formalismo sociocultural comunicativo, es decir, mantuvo la esencia sociocultural del idioma aun cuando tuvo su propio rumbo de adaptación. Esto último involucro que el español de Latinoamérica también mantuviese los elementos tradicionalistas en su conjugación y uso de pronombres y sustantivos, especialmente en la cuestión de géneros.

Es aquí donde entra un componente de predominio masculino en el idioma, enseñado la gran mayoría de las veces de manera subconsciente a los usuarios del español latinoamericano, en donde se privilegia la escritura y pronunciación para que favorezca especialmente al sector masculino en la oración o referencia que se este realizando. Ejemplo sencillo de esto es cuando desde la educación básica se instruye a los hispanoparlantes a que pronuncien en masculino aun si hay elementos femeninos o de otro género presentes, es decir, cuando se le indica a alguien que en algún lugar le están esperando 5 mujeres y 3 hombres se debe pronunciar “ellos te están esperando” o “nosotros te estamos esperando” dependiendo el contexto, y es justo en ese instante donde se privilegia la figura masculina sobre la femenina, aun cuando pudiera haber mayoría como en ejemplo referido.

El español latinoamericano sigue basado en privilegiar la figura masculina, y aunque desde una perspectiva tradicionalista se señale que esto no tiene repercusión, ya que dicha pronunciación refiere a un “todo”, la realidad es que sí hay un impacto comunicacional y sociocultural con ello. Es en este aspecto donde entra el elemento de los grupos que no forman parte de la élite dominante, sobre todo en cuestión sociocultural.

Durante siglos este predominio masculino en el idioma siempre existió y fue asumido con naturalidad y hasta reforzado con el oficialismo de las diversas autoridades. A su vez la propia estructura social sobre la que fue construida Latinoamérica sirvió como un refuerzo a tal cuestión, debido a que la región siempre ha sido históricamente liderada por varones, usualmente delegando al sector femenino a segundo plano, tanto en lo social como lo político, económico y cultural.

En la actualidad una buena parte del sector femenino, así como otros grupos de corte más minoritaria, están empezando a tener consciencia de esto último. Y cada uno de estos segmentos poblacionales, no solo del género femenino, han estado tratando de abrirse espacio en los distintos aspectos de la vida pública en la región. Lo anterior puede ejemplificarse al ver cada vez más mujeres en distintas áreas del sector público y privado, realizando también actividades que antes no les eran tan asociadas, como la construcción, las ingenierías, la investigación, los deportes, etc., así cómo, aunque más reducido por propia naturaleza demográfica, con otros segmentos poblacionales.

Dentro de esta “conciencia” que esta tomando tanto el sector femenino, como diversos grupos minoritarios históricamente segregados, así como incluso miembros del sector masculino que han formado parte del “privilegio sociocultural”, es donde se ha apuntado que una de las herramientas que podría ayudar a buscar las mismas oportunidades de desarrollo para estos sectores sería el propio lenguaje, sobre todo tratándose de un lenguaje notoriamente masculino como lo es el español latinoamericano.

Mediante el lenguaje inclusivo se ha pretendido buscar la incorporación de los sectores poblacionales marginados a los ámbitos socioculturales para de ahí facilitar su impulso hacia los elementos económicos y políticos. Sin embargo, esta tarea no es sencilla ni simple, y como se ha reiterado, hasta la fecha tal cuestión ha quedado en tentativa, por la propia “naturaleza cultural” de tal meta.

Si bien es cierto que la cultura no es estática, y efectivamente va modificándose a veces de manera muy gradual y otras de manera abrupta, usualmente ocasionada por fenómenos sociales coyunturales, modificar una cultura no es una labor sencilla y más aun en lo que respecta a algo de uso tan común y cotidiano como lo es el idioma.

En la actualidad los simpatizantes del lenguaje inclusivo han pretendido dos vías generales para buscar la incorporación de los sectores socioculturalmente excluidos. La primera es la más formal y consiste en tratar de encontrar dentro de la propia normatividad lingüística del español latinoamericano el uso de palabras y términos que eviten lo más posible el uso de elementos que pudieran recalcar predominio masculino de manera innecesaria. Sin duda esta es la opción que más concilia con el tradicionalismo al interior del idioma, sin embargo, es también la opción que eventualmente topa con sus propios limites en algún momento, justamente porque tanto el castellano como el español latinoamericano se erigieron sobre una base masculina.

Por su parte, la segunda vía reconoce esta limitante histórica dentro del lenguaje y su propósito ya no es solamente encontrar términos que eviten lo más posible recalcar predominio masculino, sino incluso “eliminar” dicho predominio si ya no hay alternativas. El famoso término “todes” o “todxs” llegado incluso a utilizarse en comunicados oficiales de instituciones públicas en distintos países de la región, es el ejemplo más evidente de esta segunda corriente, que ya esta pretendiendo una alteración directa en la gramática del lenguaje y no limitarse a la búsqueda de términos oficiales ya existentes.

Esta segunda corriente es la más notoria en la actualidad, pero también la más criticada. Aunque es muy visible la tentativa de pretender una especie de “género neutro” para no excluir a alguien, la realidad es que no basta alterar unas vocales al final de los pronombres para generar un idioma plenamente incluyente y que refleje neutralidad, toda vez que en la actualidad tales tentativas únicamente están “sobrepuestas” sobre las raíces de un idioma sobre el cual no se ha establecido un proyecto integral para buscar su reconfiguración.

Cómo se dijo anteriormente, cambiar un idioma es posible, pero no es sencillo ni simple. Normalmente los idiomas van desarrollándose conforme su propio ritmo, aunque cabe señalar que hay momentos donde la élite dominante si ha influido en su modificación drástica, la oficialización del francés durante el periodo revolucionario y napoleónico, así como la simplificación del chino mandarín durante el maoísmo demuestran que es posible alterar formalmente el idioma y posteriormente instruirlo a la población en general.

Pero de nueva cuenta, tales ejemplos fueron de situaciones coyunturales y en la actualidad no parece que la región este cerca de algún evento histórico-político de tal calibre. Aun así, debe reconocerse el esfuerzo que se ha tratado de hacer al pretender incorporar a los sectores históricamente segregados del ámbito sociocultural de la región, sobre todo al sector femenino.

Propiamente la idea de un español latinoamericano que incluya y logre generar una auténtica neutralidad en los pronombres y determinados sustantivos, no es mala, al contrario, es algo que bien llevado a cabo podría ayudar empoderar tanto a mayorías como minorías relegadas por la actual estructura sociocultural y económica. Pero tal pretensión difícilmente podrá llevarse a cabo con las actuales propuestas del llamado “lenguaje inclusivo”.

Jamás será suficiente sustituir las vocales “a” y “o” por la “e” para generar un autentico cambio trascendental en el español latinoamericano. Si se quiere realizar una tarea de tal magnitud en un subcontinente caracterizado por el predominio masculino, el proyecto de reformar el idioma debe ser mucho más profundo y mejor estructurado de lo que actualmente está. Deben de estudiarse a fondo idiomas de raíz similar al nuestro que hayan logrado esa neutralidad en algunos de sus elementos lingüísticos y de ahí ver como las raíces de determinas palabras pueden ser reajustadas para lograr su uso pleno y total en la neutralidad de género.

Este tipo de proyecto no se puede llevar a cabo de la noche a la mañana, deberá llevar un tiempo para investigar los origines de las palabras y conceptos, y de ahí reformularlos de tal forma en que ya se incluya esta neutralidad tan deseada, pero reiterando, con estricta planeación y sobre todo con elementos prácticos que permitan una posterior facilidad para su instrucción pedagógica en algún futuro no muy lejano.

A pesar de estas enormes dificultades, la reconfiguración integral del idioma y su aplicación práctica, la generación autentica de un lenguaje completamente incluyente no es un mero sueño, al final de cuentas el español latinoamericano se fue forjando bajos sus propios criterios, escindiéndose parcialmente de su antecesor castellano, hasta configurarse como está en la actualidad, así que no es imposible. Vale la pena recordar que un ejemplo de adaptación del lenguaje que tuvo gran masificación y que de cierta forma consiguió un cierto grado formalismo neutral, fue cuando los soviéticos generaron un término para aspirar a la mayor igualdad posible en el lenguaje sin distinción ni de género ni de ocupación mediante la palabra “camarada”.

Los idiomas cambian por sí mismos e incluso pueden ser cambiados a través de grandes movimientos sociales, pero debe teneres bien en claro el tipo de cambio que se pretenda, y sobre todo el punto y propósito que hay en ello.